El aborto también
puede ser un feminicidio.
Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net
¿De qué se trata? De la
presión antivida para dar absoluta impunidad a quienes asesinen a una persona
nonata. Del aborto, pues, término escondido tras la expresión más cómoda de “interrupción (legal) del embarazo”. Este lenguaje
logra convencer a muchos de que se trata de ayudar a una mujer en problemas, lo
de como dicen en broma “estar ligeramente
embarazada”. Pero es algo que no es ninguna broma, se trata del peor
crimen que la sociedad puede avalar, permitir, licenciar, liberar de
responsabilidades, darle impunidad legal.
Pero mientras se utilice lenguaje que oculta lo
que realmente es, muchas personas pensarán que está bien eso de permitir a las
mujeres, impunemente, deshacerse de su hijo nonato, por medio del aborto. Y
este término, aborto, también es fácil, desgraciadamente, de aceptar sin
condiciones, pues permite a las mujeres, como se busca justificarlo, a vivir su
vida sin el problema de cargar con un hijo no deseado (provenga de sexo
impuesto o deseado).
Lo que insisto es que el lenguaje permite a los
promotores del aborto, convencer a otras personas de que es razonable el
despenalizar este delito. Aunque insistan en que realmente es delito, pero que
no sea punible, bajo diversas condiciones, como el no haber cumplido cierto
número de semanas de embarazo, y aún llegando al terrible grado de que se valga
abortar un bebé al término del mismo, justo al dar a luz. Lo más grave es que
se defienda la idea de despenalizar el dar muerte a un bebé inmediatamente
después del parto. Y esto ya es algo que ni siquiera pueden llamar aborto.
Y abortar es, sin forma de evadirlo, matar una
persona nonata (quienes todavía dicen que no es persona, sino una bola de
células o algo así tienen la batalla perdida ante la ciencia médica). Y si en
vez de hablar de aborto (y menos aún de “interrupción
del embarazo”), se usa el lenguaje exacto, que es matar personas
nonatas, es más fácil recurrir a la legítima defensa de los derechos humanos,
en especial al derecho humano primigenio, el de la vida, sea de nonatos o
nacidos.
Si alegamos que la defensa de los derechos
humanos inicia con defender cualquier vida, vamos directo al grano: abortar es matar. Porque defensores de la vida
ante los homicidios hay muchos, pero en general evaden el caso del aborto.
Todos los defensores de las mujeres, en contra
de los llamados feminicidios y en general en contra del inaceptable número de
homicidios en países o en el mundo, defienden el derecho a la vida de dichas
personas asesinadas. Quienes están en contra de actos de guerra o de terrorismo
que mata, también defienden el derecho a la vida, pues alegan, justamente, que
no se puede privar de la vida a inocentes.
Quienes alegan que ante un preocupante aumento
de asesinatos de mujeres (por ser mujeres) que se debe defender la vida, con la
frase conocida de “ni una más”, o la otra de
“ni una menos” (viva), deben enfrentar el
hecho de que, de cada cien bebés asesinados en el vientre materno, cuarenta y
nueve son mujeres. Y peor aún cuando el aborto “selectivo”
se realiza porque el bebé es mujer, se le está matando precisamente por
ser mujeres: feminicidios, pues.
Ante las preocupaciones públicas por la
inseguridad reinante, que permite que se asesinen personas impunemente, en
especial mujeres y menores de edad (allí sí van los varoncitos), se debe
incluir la defensa de las personas nonatas, que no se cometan crímenes en su
contra impunemente, al incluir en legislaciones penales, que el delito de
llámenle aborto, interrupción del embarazo o algo semejantes, la liberación de
responsabilidad penal. Si se lucha contra la impunidad, tenemos el derecho a
exigir que el crimen de matar nonatos no puede gozar de impunidad.
En el caso de México, el presidente López
Obrador declaró textualmente que “se debe proteger
la vida de hombres y mujeres, de todos los seres humanos”. Conviene así
exigir que esa declaración impida que se despenalice quitar la vida a seres
humanos nonatos, sean hombres o mujeres, en la legislación penal mexicana.
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