Lo que sería para
nosotros el colmo de la austeridad estar a pan y agua- para millones de
personas sería ya un lujo extraordinario.
Por: P. Raniero Cantalamessa, OFM Cap | Fuente: fluvium.org
El ayuno se ha convertido en una práctica
ambigua. En la antigüedad no se conocía más que el ayuno religioso; hoy existe
el ayuno político y social (¡huelgas de hambre!),
un ayuno saludable o ideológico (vegetarianos), un ayuno patológico (anorexia),
un ayuno estético (para mantener la línea). Existe sobre todo un ayuno impuesto
por la necesidad: el de los millones de seres
humanos que carecen de lo mínimo indispensable y mueren de hambre.
Por sí mismos, estos ayunos nada tienen que ver con razones religiosas y ascéticas. En el ayuno estético incluso a veces (no siempre) se «mortifica» el vicio de la gula sólo por obedecer a otro vicio capital, el de la soberbia o de la vanidad.
Es importante por ello intentar descubrir la genuina enseñanza bíblica sobre el ayuno. En la Biblia encontramos, respecto al ayuno, la actitud del «sí, pero», de la aprobación y de la reserva crítica. El ayuno, por sí, es algo bueno y recomendable; traduce algunas actitudes religiosas fundamentales: reverencia ante Dios, reconocimiento de los propios pecados, resistencia a los deseos de la carne, solicitud y solidaridad hacia los pobres... Como todas las cosas humanas, sin embargo, puede decaer en «presunción de la carne». Basta con pensar en la palabra del fariseo en el templo: «Ayuno dos veces por semana» (Lucas, 18, 12).
Si Jesús nos hablara a los discípulos de hoy, ¿sobre qué insistiría más? ¿Sobre el «sí» o sobre el «pero»? Somos muy sensibles actualmente a las razones del «pero» y de la reserva crítica. Advertimos como más importante la necesidad de «partir el pan con el hambriento y vestir al desnudo»; tenemos justamente vergüenza de llamar al nuestro un «ayuno», cuando lo que sería para nosotros el colmo de la austeridad –estar a pan y agua- para millones de personas sería ya un lujo extraordinario, sobre todo si se trata de pan fresco y agua limpia.
Lo que debemos descubrir son en cambio las razones del «sí». La pegunta del Evangelio podría resonar, en nuestros días, de otra manera: «¿por qué los discípulos de Buda y de Mahoma ayunan y tus discípulos no ayunan?» (es archisabido con cuánta seriedad los musulmanes observan su Ramadán).
Vivimos en una cultura dominada por el materialismo y por un consumismo a ultranza. El ayuno nos ayuda a no dejarnos reducir a puros «consumidores»; nos ayuda a adquirir el precioso «fruto del Espíritu», que es «el dominio de sí», nos predispone al encuentro con Dios que es espíritu, y nos hace más atentos a las necesidades de los pobres.
Pero no debemos olvidar que existen formas alternativas al ayuno y a la abstinencia de alimentos. Podemos practicar el ayuno del tabaco, del alcohol y bebidas de alta graduación (que no sólo al alma: también beneficia al cuerpo), un ayuno de las imágenes violentas y sexuales que televisión, espectáculos, revistas e Internet nos echan encima a diario. Igualmente esta especie de «demonios» modernos no se vencen más que «con el ayuno y la oración».
Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas de la liturgia de la Misa del domingo anterior al miércoles de Ceniza, inicio del tiempo de Cuaresma en la Iglesia. VIII Domingo del Tiempo ordinario B (Oseas 2,14b.15b19-20; 2 Corintios 3, 1b-6; Marcos 2, 18-22).
Por sí mismos, estos ayunos nada tienen que ver con razones religiosas y ascéticas. En el ayuno estético incluso a veces (no siempre) se «mortifica» el vicio de la gula sólo por obedecer a otro vicio capital, el de la soberbia o de la vanidad.
Es importante por ello intentar descubrir la genuina enseñanza bíblica sobre el ayuno. En la Biblia encontramos, respecto al ayuno, la actitud del «sí, pero», de la aprobación y de la reserva crítica. El ayuno, por sí, es algo bueno y recomendable; traduce algunas actitudes religiosas fundamentales: reverencia ante Dios, reconocimiento de los propios pecados, resistencia a los deseos de la carne, solicitud y solidaridad hacia los pobres... Como todas las cosas humanas, sin embargo, puede decaer en «presunción de la carne». Basta con pensar en la palabra del fariseo en el templo: «Ayuno dos veces por semana» (Lucas, 18, 12).
Si Jesús nos hablara a los discípulos de hoy, ¿sobre qué insistiría más? ¿Sobre el «sí» o sobre el «pero»? Somos muy sensibles actualmente a las razones del «pero» y de la reserva crítica. Advertimos como más importante la necesidad de «partir el pan con el hambriento y vestir al desnudo»; tenemos justamente vergüenza de llamar al nuestro un «ayuno», cuando lo que sería para nosotros el colmo de la austeridad –estar a pan y agua- para millones de personas sería ya un lujo extraordinario, sobre todo si se trata de pan fresco y agua limpia.
Lo que debemos descubrir son en cambio las razones del «sí». La pegunta del Evangelio podría resonar, en nuestros días, de otra manera: «¿por qué los discípulos de Buda y de Mahoma ayunan y tus discípulos no ayunan?» (es archisabido con cuánta seriedad los musulmanes observan su Ramadán).
Vivimos en una cultura dominada por el materialismo y por un consumismo a ultranza. El ayuno nos ayuda a no dejarnos reducir a puros «consumidores»; nos ayuda a adquirir el precioso «fruto del Espíritu», que es «el dominio de sí», nos predispone al encuentro con Dios que es espíritu, y nos hace más atentos a las necesidades de los pobres.
Pero no debemos olvidar que existen formas alternativas al ayuno y a la abstinencia de alimentos. Podemos practicar el ayuno del tabaco, del alcohol y bebidas de alta graduación (que no sólo al alma: también beneficia al cuerpo), un ayuno de las imágenes violentas y sexuales que televisión, espectáculos, revistas e Internet nos echan encima a diario. Igualmente esta especie de «demonios» modernos no se vencen más que «con el ayuno y la oración».
Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas de la liturgia de la Misa del domingo anterior al miércoles de Ceniza, inicio del tiempo de Cuaresma en la Iglesia. VIII Domingo del Tiempo ordinario B (Oseas 2,14b.15b19-20; 2 Corintios 3, 1b-6; Marcos 2, 18-22).
EL AYUNO: PODEROSA ARMA ESPIRITUAL
5 maneras de
incluirlo en tu vida.
Por: Sam Guzman | Fuente: CatholicGentleman.net // PildorasDeFe.net
Por: Sam Guzman | Fuente: CatholicGentleman.net // PildorasDeFe.net
El ayuno da a luz a los profetas y fortalece a
los poderosos; ayunar hace que los legisladores sean sabios. El ayuno es una
buena salvaguarda para el alma, una firme compañía para el cuerpo, un arma para
el valiente, un gimnasio para los atletas.
El ayuno repele las tentaciones, unge a la piedad; es la
camarada de la observación y el artífice de la castidad.
En las guerras combate
valientemente y en la paz nos enseña la quietud. San
Basilio El Grande.
¿Estas luchando con algún
pecado? Me
refiera que parece que hay un pecado del cual parece que no puedes liberarte;
un pecado que te tiene en constante estado de culpa y desesperación. Has orado,
has frecuentado los sacramentos, pero parece que no puedes librarte de esas
cadenas.
Todos hemos pasado por eso en alguno y otro
momento, y esas luchas son parte integral de la vida espiritual. Pero no tiene
por qué ser de esa manera. Hoy quiero presentarte una muy poderosa, pero muy descuidada arma en el
arsenal espiritual: El Ayuno.
Si quieres llenar de energía tu vida espiritual,
si quieres derrotar un pecado que te ha mantenido esclavizado, si quieres
crecer en tu unión con Dios, toma la santa arma del ayuno. Porque como lo dijo
Jesús, hay algunos demonios que “no pueden ser
expulsados sino es con ayuno y oración”.
Examinemos esta poderosa
arma y su uso en la vida espiritual.
¿CUÁL ES EL PUNTO DEL AYUNO?
Desde los primeros tiempos, la Iglesia nos ha
enseñado la necesidad del ascetismo en la vida de cada cristiano. Así es-
ascetismo no es solo para monjes y sacerdotes, pero para laicos también. ¿Pero
a que nos referimos con ascetismo?
Para cualquier propósito, el ascetismo puede ser
vagamente definido como el negarse a sí
mismo con el fin en mente del autocontrol. Y
este negarse a sí mismo a menudo toma la forma de, lo adivinaste, ayuno.
El ascetismo es necesario para todos debido a
nuestras pasiones, los deseos intensos de la carne, los cuales a veces son
llamados concupiscencia. La experiencia nos enseña que muchas veces
somos llevados por estos deseos en formas en las que apenas logramos controlar. San Pablo nos dice que:
“Porque el deseo de la
carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos
se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen.”
(Gal 5,17)
Esta guerra es tan intensa
que nuestras pasiones muchas veces nos llevan hacer cosas que no queremos, y
nos encontramos diciendo:
“Y ni siquiera entiendo lo
que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco” (Romanos
7,15)
Debemos tener en mente que la pasión de la carne
no es necesariamente mala, pero que debido nuestra naturaleza caída, ellos están fuera de control y nos quieren dominar. Eso sin considerar nuestras pasiones, que
llevan nuestras almas a un comportamiento destructivo como la glotonería, el
odio, los desórdenes sexuales, o adicciones de todo tipo. Eventualmente su
dominio nos llevará al infierno.
Las pecaminosas pasiones
son un campo que se incrementa hacia la muerte nos explica San Pablo:
“Porque mientras estábamos
en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la Ley, actuaban en los
miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte”. (Romanos
7,5)
Al enfrentarse a la
realidad de las pasiones, puede resultar muy fácil sentirse desmotivado y
pensar que nunca podremos sobrellevarlas. Nuestros ruegos dicen:
“¡Miserable de mí! ¿Quién
me librara de la muerte?” (Romanos 7,24)
Afortunadamente ese no es el final de la
historia, no somos sencillamente abandonados como esclavos incapaces de la
concupiscencia.
“Por tanto, ahora no hay
condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la
carne sino conforme al Espíritu”. (Romanos 8,1)
A través de la gracia de Dios y el caminar en la
nueva vida comprada para nosotros por Jesucristo, podemos sobreponernos y
vencer a nuestras pasiones. Podemos vivir como hijos de Dios, libres de la ley
del pecado que nos lleva a la muerte.
Así que, hablando
prácticamente ¿cómo encuentro libertad? Nuevamente San Pablo nos explica:
“Así que, hermanos, somos
deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes
viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir
las obras de la carne (del cuerpo), vivirán.” (Romanos
8,12-13)
“Pues los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas
5,24)
“¿No saben que los que
corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el
premio? Corran de tal modo que ganen". (1
Corintios 9,24)
En otras palabras, encontraremos libertad de
nuestras pasiones a través de mortificarnos haciendo que estas mueran, a través
de la práctica de la gracia –empoderada de ascetismo, específicamente, el
ayuno. El ayunar nos ayuda a domar ese potro salvaje y
someterlo con una brida de auto
control.
En su constitución
apostólica de la penitencia, Painitemini, el papa Pablo VI nos explica
claramente:
"El ejercicio de la
mortificación corporal-dejando de lejos cualquier forma de estoicismo- no
implica la condenación de la carne, que los hijos de Dios debemos asumir. Por
el contrario la mortificación apunta a la “liberación” del hombre, que a menudo
se encuentra asimismo, debido a la concupiscencia, casi encadenado por sus
propios sentidos. A través del “ayuno corporal” el hombre renueva sus fuerzas y
“heridas infringidas en la dignidad de nuestra naturaleza por la interposición
es curada por la medicina de esta sanadora abstinencia".
¿CÓMO DEBEMOS AYUNAR?
Ahora que hemos discutido
el propósito del ayuno, veamos cómo podemos incluir nuestro ayuno en nuestra
vida diaria.
1.- COMIENZA CON LO BÁSICO
El primer paso para ayunar es obedecer la ley de la Iglesia: ayunar los
Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, abstenerse de carne los Viernes y
observar el ayuno de la Eucaristía (no comer o beber una hora antes de
la comunión).
A pesar de que abstenerse de la carne los
viernes, es verdad de técnicamente esto no es requerido en algunos países, pero
algún tipo de penitencia basada en la abstinencia de algún tipo de comida es
requerida. Pero en lugar de tratar de inventar algún tipo nuevo de penitencia, ¿porque no continuar con lo que los Católicos han hecho
ya por muchos años? Hay una buena razón para abstenerse de carne
los viernes.
Pero hombre, ayunar dos días al año y abstenerse
de comer carnes los Viernes de Cuaresma es algo realmente fácil. En los “viejos tiempos”, el ayuno era requerido todos los
días de la Cuaresma. Incluso hubo un tiempo en el que el ayuno requería la abstinencia de todos los productos lácteos.
Existían un sin número de otros ayunos y días de
abstinencia a lo largo del año litúrgico también. Yo diría que la tenemos
realmente más fácil que en cualquier otro periodo de la historia de la Iglesia
Católica. Así que comencemos con lo básico y obedezcamos la ley de la Iglesia
sin estarnos quejando y llorando por ello.
2.- AGREGA ALGO MAS
Como hombres católicos, nunca deberíamos
conformarnos con quedarnos con el mínimo. Deberíamos buscar constantemente el
alcanzar una conversión más profunda. San Francisco de
Sales nos da un buen consejo al respecto:
"Si eres capaz de
ayunar, harías bien en observar algunos días más allá de los que nos ordena la
Iglesia, porque además del efecto que produce el ayuno de elevar nuestra mente,
someter a la carne, confirmar nuestras bondad y obtener las recompensas del
cielo, se trata también de
controlar la avaricia, y de mantener los apetitos sensuales y todo el cuerpo sujeto
a la ley del Espíritu; y a pesar de que lo que podamos hacer sea poco, el
enemigo aun así se detiene asombrado de aquellos que él sabe que pueden
ayunar".
De acuerdo a esto, una vez
que has comenzado a seguir la ley de la Iglesia, construye en eso la base que
incluye ayunar en otras formas. Aquí hay algunas ideas:
- Evita
una comida extra a la semana, como un desayuno o un almuerzo. En
adición a los viernes, los miércoles son días tradicionales de ayuno, así
que es un buen día para comenzar.
- Niégate
a ti mismo el postre en días establecidos.
De todas maneras, muchos de nosotros ya comemos demasiada azúcar.
- Evita
la sal en tu comida.
- Ayuna
de sodas. ¡Son muy malas para ti!
- Evita
la cerveza y otras bebidas alcohólicas cuando salgas
a comer.
- No
comas entre comidas. Esto suena fácil, pero inténtalo.
Encontraras que es un tanto difícil ya que la mayoría de nosotros picamos
algo frecuentemente sin darnos ni si quiera cuenta.
- Incluye
otras cosas además de comida. Por ejemplo, ayuna de tecnología un día a
la semana.
- Ayuna
(una comida fuerte y dos livianas) un día a la semana.
- Bebe
solo agua.
Ahora, no tienes que ayunar de todas estas cosas
todo el tiempo. Lo mejor es seleccionar días establecidos para ayunar, como los
miércoles o los viernes que ya mencionábamos antes. Hacer esto nos ayuda a
mantener nuestro ayuno de manera consistente.
3.- AYUNA DEL PECADO
Ayunar corporalmente no sirve de nada a menos
que este acompañado de ayuno espiritual del pecado. San Basilio nos da la siguiente exhortación en lo que se refiere al
ayuno:
“Debemos ayunar de manera
aceptable y agradable al Señor. El verdadero ayuno es alejarnos de la maldad,
la templanza de la lengua, abstinencia del enojo, separación de los deseos, las
calumnias, las falsedades y las injurias. Privarnos de todo esto es el verdadero
ayuno.”
4.- LA ORACIÓN
El ayuno no se trata únicamente de fuerza de
voluntad. La gracia es absolutamente necesaria. Mientras que el ayuno le da energía a la oración, la oración energiza el ayuno. Ambas son
débiles si no se acompañan de la otra.
Mientras ores por controlar tus pasiones, ora
constantemente por que la gracia de Dios fluya en tu alma, ruega por las
virtudes en las que necesites madurar, y pide por la fuerza para librar la
batalle espiritual.
5.- CUÍDATE DEL PECADO
Con cualquier tipo de auto-disciplina,
penitencia, o ayuna viene la tentación del orgullo. Nos enfrentamos
con el peligro de creer que somos superiores que otros porque ayunamos, o pensar que el ayuno es la meta como tal.
Porque el ayuno nunca es el fin, no nos hace perfectos o más espirituales que
otras personas. En lugar de eso, el ayuno es una ayuda, una herramienta
de entrenamiento de nuestro crecimiento hacia la perfección, que se basa en una pura, donación de amor
para Dios y nuestro prójimo.
“Mantente en guardia cuando
comiences a mortificar tu cuerpo con la abstinencia y el ayuno, te hace
imaginarte perfecto y santo; y la perfección no consiste en esta virtud. Es
solo una ayuda; una disposición; un medio a través del cual nos vamos
preparando, para el logro de la verdadera perfección" (San
Jerónimo)
CONCLUSIÓN
Si descuidamos el ayuno, nuestra vida espiritual
continuará siendo mediocre siempre. Estaremos débiles en el combate de nuestras
pasiones, sucumbiremos fácilmente a la tentación y nunca podremos
verdaderamente sobrellevar nuestro inherente egoísmo y auto indulgencia.
Como hombres, nuestro deseo debe ser fortalecernos y ser lo mejor que podamos ser.
Debemos tratar de entrenarnos para ser fuertes en la batalla espiritual, para
que podamos resistir las tentaciones del maligno. No hay mejor forma de
comenzar este entrenamiento espiritual que a través de la práctica del ayuno.
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