¿Te ha pasado que te
cansaste de servir, de ser catequista, de hacer los cánticos de animación, de
coordinar retiros, de ir a tu comunidad todos los sábados, de cargar sillas
para la confirma o de simplemente tener que rezar todos los días para cumplir
los compromisos de tu grupo?
¡Tranquilo!
Primero que nada quiero decirte que darle click a un artículo con este nombre
ya es de valientes, porque reconocer que uno está cansado no es
fácil. Aquí no estamos para juzgarte ni decirte lo que tienes que
hacer, simplemente, quiero compartir contigo algunas reflexiones que me
sirvieron en los momentos que experimenté lo mismo que tú. ¡Aquí vamos!
1. NO TE CONFUNDAS DE DIOS
Esto es quizá lo más difícil.
A veces pensamos que servimos a un Dios que es el jefe de una fábrica o el CEO
de una gran corporación. Que nos va a recompensar si es que cumplimos una
cantidad de horas de trabajo, si no causamos ningún problema, y si obedecemos
todas las normas del lugar con éxito.
El problema de ver a Dios así,
es que cuando nos cansemos y queramos parar, vamos a pensar automáticamente que
Dios ya no nos quiere. Que ya no nos dará recompensas, que ya no nos elige, que
ya no nos acepta, y que ya no nos ama.
Nada
más falso que esto. Dios no funciona como un
supermercado que te da cosas si tú le pagas con otras, Dios no negocia su amor
con nadie. Lamento decepcionarte, pero Dios no te ama más porque seas
catequista, ni porque seas monjita, ni
porque escribas artículos para CatholicLink.
Él te ama porque te creó,
porque te dio la vida, porque te eligió para esta existencia, y porque él es
amor. Es decir, no te ama por lo que hagas o dejes de hacer, Él te
ama por lo que eres. Y así
decidas seguir o no sirviendo en la Iglesia, Dios te seguirá sirviendo a ti,
porque te amará de la misma forma, es decir, de la máxima forma posible.
Tranquilo, no estás
decepcionando a nadie por sentirte así. Él sigue apostando por ti,
siempre.
2. ENCUENTRA LAS CAUSAS
Es importante que logres
hallar la razón por la qué te sientes así. Es muy saludable que le pongas
nombre a lo que estás viviendo. ¡Sin miedo! Por
ejemplo, ¿te sientes frustrado? Quizá por algún proyecto que no salió, porque no
te toman en cuenta, porque tus hermanos no se comprometen tanto o porque te
llevas mal con algún coordinador.
¿Te
sientes triste? Quizá porque te traicionaron, te decepcionaron o te dijeron algo que
pudo herirte ¿Te sientes incoherente? Quizá
porque piensas que no eres digno de hablar de Dios, porque cometiste errores
que no debías o porque crees que ya no tienes remedio.
¿Te
sientes presionado? Quizá porque son muchas las responsabilidades, porque te piden y te
piden y no se preocupan por ti, o porque te ven más como un obrero que como un
ser humano.
Encuentra
la causa, y dile a Dios cómo te sientes. Recuerda
que el primer paso para que el ciego Bartimeo recuperara la vista, fue decirle
a Jesús que era ciego. No porque Jesús sea cruel, sino que a veces, el primer
paso para resolver algo, es detectar cuál es el verdadero problema.
Pero
recuerda que no se trata de lo que nos pasa, sino de lo que hacemos con lo que
nos pasa. ¿Ya detectaste
el problema?, ¿se te ocurre alguna solución?, ¿hablar con tu coordinador,
escribirle a alguno de tu grupo? ¡Entonces, ánimo y valentía, que la vida es de
aquellos que deciden afrontarla!
3. ¿Y SI HAS DESCUIDADO TU VIDA?
Como cristianos estamos
llamados a entregar nuestra vida como Jesús lo hizo. Pero aunque suene tonto,
la única forma de entregar nuestra vida es teniendo una. Dios no quiere
que vivas miles de horas en la parroquia y que descuides el tiempo con tu familia.
¿Estás dejando
de pasar tiempo valioso con ellos?, ¿en qué momento olvidaste que estás llamado
a ser luz entre
ellos? Y eso no se logra solo mandándoles cadenas por WhatsApp,
implica tiempo, sentarse a ver películas, jugar juntos, escucharlos, etc.
Lo mismo con tus amigos fuera
de la Iglesia ¿estás pendiente cuando te necesitan?
Y lo mismo con tu salud ¿cómo va ese deporte? Pensemos en tu profesión ¿cómo va el trabajo?, ¿cómo van los estudios? ¡Ojo! Dios no resuelve exámenes.
Él prefirió darte inteligencia
para que la uses con responsabilidad. A veces nuestro cansancio puede ser un
reclamo de nuestro corazón por no estar atendiendo las otras áreas de nuestra
vida que son tan valiosas como lo que hacemos en catequesis.
La
clave está en encontrar el equilibrio. Dios vino a darnos vida en
abundancia, ¿lo recuerdas? No vino a mutilar
nuestra vida. Recuerda que mientras más feliz e íntegro seas, mucho más creíble
será el mensaje que digas en tu catequesis.
4. ABRE CAMINOS
Ser
catequista, hacer retiros, estar en el coro o hacer campamentos juveniles, no
son las únicas formas que tienes para servir a Dios. ¡Debes ser
creativo! Si te gusta
el arte, puedes explorar algún apostolado artístico, si te gustan las
comunicaciones puedes darle una mano a algún proyecto apostólico.
Si te gusta la ecología,
puedes promover alguna campaña ambientalista desde la Iglesia. Si te sientes
muy adulto para el grupo juvenil, abre una nueva comunidad con los de tu edad.
Si no puedes los sábados en la noche, invéntate algo para los domingos en la
mañana.
Si te son imposible las
reuniones semanales, propón algo quincenal. Si la parroquia está lejos de tu
casa, busca una cerca. Si te gusta el fútbol, ¿por
qué no abres un proyecto que use el fútbol como metodología para evangelizar?
Mi bella madre me enseñó una
frase que hasta ahora la tengo tatuada en el alma: «El que quiere
hacer las cosas busca medios, el que no las quiere hacer, busca excusas». ¡Ánimo! Dios nos dio creatividad y coraje para
abrir caminos, innovar proyectos, proponer alternativas y mucho más.
Quizá no te cansaste, quizá te
cansaste de lo mismo. ¿Qué propones?
5. REVISA TU CONEXIÓN
Una pareja de amigos en Perú
sacó adelante una experiencia de adoración al Santísimo llamada «Recárgate». Me pareció muy interesante porque
somos como celulares que necesitan cargar las baterías. No se trata de que Dios
te ame más si rezas más.
Se trata de preguntarnos qué
tanto estamos dejando que el Evangelio ilumine las circunstancias que estamos
pasando en este momento de nuestra vida. Es en la oración donde nos recargamos
para seguir adelante, porque recordamos que Jesús no nos prometió comodidad,
nos prometió felicidad.
Es ahí donde nos dejamos
iluminar para mirar a los demás con más compasión y perdonar 70 veces 7. Donde
contemplamos su mirada incondicional que nos mueve a compartir con todos no lo
perfecto que somos, sino lo perfecto que es su amor.
¡Lucha
por tu conexión con Dios! Sé que es incómodo, cansado, difícil, pero tú bien sabes dónde recargar
tu corazón. En la oración, en los
sacramentos, en la meditación de la Palabra, en María, en la
comunidad, en la contemplación de la naturaleza.
En los cánticos de alabanza,
tú sabes dónde, tú sabes dónde conectarte. Él está listo para cuando quieras
hacerlo. ¿Te animas hoy?
BONUS TRACK
¿Cómo te
sientes? Gracias por
leer hasta aquí. Déjame mandarte un gran abrazo de ánimo. Y por favor, siempre
recuerda los rostros de tantos niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y
ancianos, que esperan recibir la Buena Noticia de que hay una posibilidad de
ser verdaderamente felices sin fecha de vencimiento. Una posibilidad llamada
Jesús de Nazaret. Gracias a Dios, existes tú.
Escrito por Fernando Merino
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