“¿Cuál es
el signo de que tú, cristiano, cristiana, eres un evangelizador? La alegría”.
Así lo señaló el Papa Francisco este miércoles 2 de octubre durante la Audiencia
General celebrada en la Plaza de San Pedro.
En su catequesis, el Santo Padre continuó explicando el Libros de los
Hechos de los apóstoles en continuidad con las Audiencias Generales de los
miércoles anteriores. Recordó cómo después del martirio de San Esteban se
desencadenó una violenta persecución contra los discípulos.
Muchos cristianos escaparon de Jerusalén para buscar refugio en Samaria
y Judea. Sin embargo, los apóstoles se quedaron en la ciudad santa a pesar del
peligro.
“Las persecuciones”, explicó
Francisco, “en vez de apagar el fuego de la
evangelización lo alimenta todavía más”. De hecho, la huida de los
discípulos de Jerusalén supone la expansión del anuncio evangélico, en primer
lugar, por toda la provincia de la Palestina.
Por ejemplo, “el diácono Felipe comienza a
evangelizar en la ciudad de Samaría, y numeroso son los signos de liberación y
de curación que acompañan la Palabra”.
En esa evangelización de Felipe destaca el diálogo con el funcionario de
la reina de Etiopía que se encontraba de viaje en la región. No era un
funcionario cualquiera, era el administrador de sus tesoros, el equivalente,
según la descripción del Pontífice, al “ministro de
economía”.
Este etíope leía un fragmento del libro de Isaías, en concreto, el
cuarto canto del “siervo del Señor”. Felipe
se acercó a él y le preguntó: “¿Comprendes lo que
estás leyendo?”. El etíope contestó: “¿Y
cómo puedo comprenderlo si nadie me guía?”.
“Aquel hombre poderoso reconocía que necesitaba ser
guiado para comprender la Palabra de Dios. Era el gran banquero, era el
ministro de economía. Tenía todo el poder del dinero, pero sabía que sin una
explicación no podía comprender. Era humilde”.
“Este diálogo entre Felipe y el etíope también nos
hace reflexionar sobre el hecho de que no basta leer la Escritura, es necesario
comprender el sentido, interiorizar el Espíritu que inspira la lectura”, afirmó el Papa. “Entrar en la Palabra de
Dios supone estar dispuesto a salir de los propios límites para encontrar a
Dios y someterse a Cristo que es la Palabra viva del Padre”.
El encuentro con Felipe llevó al funcionario etíope a pedir el Bautismo
para profesar la fe en Jesucristo. “Es bello este
encuentro. Pero, ¿quién empujó a Felipe a ir al desierto para encontrarse con
este hombre? ¿Quién empujó a Felipe a acercarse a la carroza? Fue el Espíritu
Santo. El Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización”.
“‘Padre, yo voy a evangelizar’. ‘¡Ah! ¿Y qué
haces?’. ‘Yo anuncio el Evangelio, y digo quién es Jesús, y busco de convencer
a la gente de que Jesús es Dios…’. ‘Amigo, eso no es evangelización’. Si no
está el Espíritu Santo no hay evangelización. Esto puede ser proselitismo,
puede ser publicidad, pero la evangelización es dejarte hacer por el Espíritu
Santo. Que sea Él el que te empuje al anuncio con el testimonio, con el
martirio y con la Palabra”.
El Papa Francisco concluyó: “Del agua
bautismal emerge un hombre nuevo, un extranjero no puede ser discriminado por
un miembro del cuerpo de Cristo, porque, bautizado en Cristo, se ha revestido
de Él y le pertenece para siempre”.
Redacción ACI
Prensa
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