A una mujer de
nombre Emily, al renovar su licencia de conducir en la Oficina de Tránsito, se
le pidió que anotase su ocupación. Ella dudó, no estando segura de cómo
clasificarse. Lo que quiero decir es, explicó el oficial, ¿tiene Ud. un empleo?
Por supuesto que
tengo un empleo, respondió Emily. Soy una mamá.
No listamos mamá como una
ocupación, pero ama de casa la cubre, dijo el oficial de manera enfática.
Me olvidé por completo de su
anécdota hasta que un día me hallé en la misma situación, esta vez en nuestro
propio municipio. La oficinista era obviamente una mujer de carrera, sobria,
eficiente y poseída de un título extrambótico como Interrogadora Oficial o
Inscriptora Municipal.
¿A qué se
dedica? preguntó.
Qué me hizo decirlo, no lo sé
pero las palabras simplemente me salieron. Soy una Asociada de Investigaciones
en el área de Desarrollo Infantil y Relaciones Humanas.
La oficinista hizo una pausa,
con su bolígrafo congelado en el aire, y levantó la mirada como si no hubiese
oído bien. Repetí el título lentamente, enfatizando las palabras más
significativas. Entonces observé asombrada cómo mi afirmación era escrita en tinta
negra en el formulario oficial.
¿Pudiera
preguntarle, dijo la
oficinista con renovado interés, exactamente qué
hace Ud. en su campo?
Fríamente, sin trazas de duda
en mi voz, me escuché a mí misma contestar: Tengo
un programa continuo de investigación (las mamás lo tienen), en el laboratorio
y en el campo (normalmente hubiera dicho en interiores y exteriores). Trabajo
en mi maestría (toda la bendita familia) y ya he logrado cuatro créditos (todas
hijas). Por supuesto, el empleo es uno de los más demandantes en humanidades
(¿pudiera alguna madre no estar de acuerdo?) y a menudo laboro 14 horas al día
(en realidad, 24 es más real). Pero el empleo es más desafiante que la mayoría
de las demás carreras y las recompensas son más satisfactorias que el sólo
dinero.
Hubo una nota de respeto
creciente en la voz de la oficinista mientras completaba el formulario, se puso
en pie y personalmente me pasó por la puerta.
Al estacionarme en mi garaje,
animada por mi nueva y glamorosa carrera, fui recibida por mis tres asistentes
de laboratorio –con edades de 13, 7 y 3. En la planta alta podía oír a nuestro
nuevo modelo experimental (un bebé de 6 meses), en el programa de desarrollo
infantil, probando nuestro nuevo patrón vocal.
¡Me sentí
victoriosa! ¡Había logrado un gol contra la burocracia! Y había ingresado a los
registros oficiales como alguien más distinguido e indispensable a la humanidad
que sólo otra mamá.
Ser madre!! ¡qué
gloriosa carrera! Especialmente cuando hay un título en la puerta.
¿Convierte esto
a las abuelas en Asociadas Mayores de Investigaciones en el área de Desarrollo
Infantil y Relaciones Humanas y a las bisabuelas en Asociadas Mayores
Ejecutivas de Investigación? ¡Así lo creo! También creo que eso convierte a las
tías en Asistentes de las Asociadas de Investigaciones.
Autor Desconocido
Así es… muchas veces lo que se
hace en casa no se valora, mientras que los títulos afuera si son aplaudidos.
Sin embargo, no importa, si eres madre, eres uno de los más grandes títulos que
existen, porque estas edificando generaciones futuras.
Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras
preciosas! Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de
ganancias mal habidas. Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de
su vida. Anda en busca de lana y de lino y gustosa trabaja con sus manos. Proverbios 31:10-13
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