“El portero de un convento es el espejo de la
comunidad”, dijo una vez San Juan Macías al
referirse a su servicio en el convento. Su fiesta se celebra cada 18 de septiembre y es llamado el “ladrón del purgatorio” porque rezaba mucho por
los difuntos.
San Juan Macías nació en España en 1585. Siendo niño, quedó huérfano de
padre y madre y quedó bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabjar como
pastor. Más adelante se embarcó para el “Nuevo
Mundo” y pasó por Cartagena, Pasto, Quito hasta que finalmente llegó a
Lima.
En la “Ciudad de los reyes” se
encontró con San Martín de Porres y se puso al servicio de un ganadero como
pastor, sin dejar de rezar el Rosario. Tomó los hábitos en 1622 y más adelante
fue designado como portero, donde brindó ayuda y consuelo a los pobres, los
enfermos, explotados y oprimidos. Hasta él llegaban personalidades de la
nobleza, como el virrey de Lima, para recibir sus consejos.
Recorría las calles de Lima pidiendo limosna para los pobres y cuando no
podía salir, enviaba a su burrito, al que había amaestrado.
Cuando ya se acercaba el tiempo de partir a la Casa del Padre, sus
hermanos empezaron a preocuparse de lo que sería de sus desvalidos y Juan los
tranquilizó diciéndoles: “Con que tengan a Dios,
sobra todo lo demás”.
Partió a la casa del Padre en septiembre de 1645 y fue canonizado por
Pablo VI en 1975.
Redacción ACI
Prensa
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