El perfil del
confesor según el Papa Francisco.
Por: José Pablo Poblete, LC | Fuente: http://lcblog.catholic.net
Por: José Pablo Poblete, LC | Fuente: http://lcblog.catholic.net
Honor
y carga para el sacerdote ser confesor.
Honor de perdonar, en nombre de Dios, a hombres y mujeres. Carga por ser
cirineo que ayuda a Cristo llevando el madero del pecado.
Ser confesor no es sentarse unas horas en un
confesionario a escuchar pecados de otros y luego rezar una oración que termina
con el gesto de la cruz. Ser confesor
es ser canal de la misericordia de Dios. ¿Cómo tiene que ser un
sacerdote al confesar? ¿Qué espera el Papa de cada sacerdote que ejercita este
ministerio de la confesión?
La Carta Apostólica “Misericordia
et misera” del Papa Francisco ofrece 7 trazos concretos para delinear la
silueta de un confesor. Dice así el Papa: A los sacerdotes renuevo la invitación a
prepararse con mucho esmero para el ministerio de la Confesión, que es una
verdadera misión sacerdotal. Os agradezco de corazón vuestro servicio y os pido
que seáis acogedores con todos; testigos de la ternura paterna, a pesar de la
gravedad del pecado; solícitos en ayudar a reflexionar sobre el mal cometido;
claros a la hora de presentar los principios morales; disponibles para
acompañar a los fieles en el camino penitencial, siguiendo el paso de cada uno
con paciencia; prudentes en el discernimiento de cada caso concreto; generosos
en el momento de dispensar el perdón de Dios. Así como Jesús ante la mujer
adúltera optó por permanecer en silencio para salvarla de su condena a muerte,
del mismo modo el sacerdote en el confesionario debe tener también un corazón
magnánimo, recordando que cada penitente lo remite a su propia condición
personal: pecador, pero ministro de la misericordia.
1
ACOGEDORES
El
sacerdote no puede tener un “horario ejecutivo” para
confesar. Espontáneamente debe brotar una palabra de
saludo al penitente, tiene que existir una acogida breve pero cordial al
confesionario, lugar de misericordia. Lograr que el penitente sepa que está
llegando a su propia casa y que ahora, con él, puede iniciar la fiesta en el
Cielo.
2
TESTIGOS
El ministro ordenado experimenta en primera persona
cómo Dios abre sus brazos al pecador. No importa lo que haya sucedido, no
importa cuánto tiempo haya pasado. Dios
derrama sus lágrimas de perdón sobre aquel hombre o mujer, y el sacerdote se
hace testigo del desborde de amor del Padre.
3
SOLÍCITOS
El confesor tiene que ser diligente para incitar
la reflexión sobre el pecado cometido y cuidadoso para ayudar en el camino de
la contrición. Es la posibilidad de poder ilustrar cuánto amor tiene Dios por
cada ser humano para que la conversión toque raíces profundas en la vida.
4
CLAROS
Nada de titubeos. ¡Qué importante es la formación permanente en la vida de un sacerdote! Razonar
lo escuchado en confesión para poder dar un juicio que ilumine, guíe y oriente
la vida del penitente. Y ciertamente, pedir mucha luz al Espíritu Santo para
que susurre las palabras a ser dichas.
5
DISPONIBLES
La conversión y el perdón son muchas veces la
primera roca de un edificio. ¿Quién va a mostrar los planos a los novatos
constructores? El sacerdote, en la
medida que pueda, debe estar allí para seguir el camino de sus ovejas a través
de la dirección espiritual y de la cercanía sacramental.
6
PRUDENTES
El sacerdote no está para dictar y condenar.
Cada persona es única, y cada pecado está fue gestado de manera diversa. Cuánta sabiduría y oración hacen simbiosis
al momento de confesar. Discernir y distinguir, y no cansarse en ello.
7
GENEROSOS
Dar a manos llenas lo recibido. El sacerdote
experimenta en su vida el cariño de Dios, y en la confesión aprende el arte de
transmitirlo a todos los que sufren y se sienten solos. Nunca terminará de
comprender el presbítero el misterio de Dios, la locura de su amor que no se
cansa jamás de perdonar.
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