lunes, 12 de junio de 2017

LO QUE HABLO DE MI


La biblia dice en proverbios 18:21 que nosotros “comemos” del fruto de nuestro labios: “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”
Comer es ingerir, es introducir algo en nuestro ser, comer del fruto de nuestra lengua introduce cosas en nuestro corazón. Un pensamiento no llega a ser confirmado por nosotros hasta que se hace palabra. Las palabras que decimos son escuchadas por nuestros oídos y mente, cada palabra tiene un poder de fe, un tipo de pensamiento, un espíritu que transmiten, ya sea negativo o positivo, de queja o de alabanza, de odio o de amor, de temor o de fe.
Nadie tiene más autoridad sobre mi vida que yo mismo. Tal vez hubo personas de nuestro entorno que declararon palabras muy negativas sobre nosotros y eso produjo cierto efecto destructivo, pero la buena noticia es que podemos sobreponernos a cualquier sentencia negativa tan solo con lo que nosotros mismos digamos con nuestros labios.
La lengua está adentro del cuerpo, no es un miembro exterior, eso nos dice que está directamente conectada con nuestro ser interior y que transmite cosas profundas de nuestro ser.
Es hora que en nuestro diario vivir comencemos a hablar bien de nosotros mismos, a no menospreciar nuestro potencial. Cuando hacemos algo muchas veces lo criticamos, subestimamos nuestra propia capacidad. Si quieres ser de bendición debes estar bendecido, ¿Cómo quieres bendecir a otros y no hacerlo contigo mismo?
En Santiago 2:21 se nos dice: “que recibamos con mansedumbre la palabra implantada” en otras versiones dice “sembrada” porque las palabras penetran en nosotros, se incuban y dan algún tipo de fruto.
Nunca más te auto maldigas, te critiques, declares cosas tales como: “Nunca voy a poder terminar mis estudios”, “no se si podré hacer este trabajo”, “no me siento capaz de liderar”, “no creo que mis emprendimientos den resultados”, “de esta enfermedad no me curo más” Estas palabras no son inocentes, porque las crees y son implantadas en ti cuando las declaras. No esperes que venga alguien a decirte lo que tienes que hacer, lo que Dios dice en su palabra, sus promesas deben ser nuestro lema de vida. Por cada problema que tengamos hay “una medicina” en la palabra de Dios.

Mírate al espejo cada día y desata palabras de bendición, éxito, prosperidad y salud. Declara: “Soy un hijo de Dios, perdonado por la sangre de Cristo, estoy sano por la fe, mi herencia es la riqueza y no la pobreza, la abundancia y no la escasez. Declaro que tendré relaciones sanas y se aleja de mi vida toda persona que quiera traerme dificultades. Soy todo lo que dice la biblia que soy, y renuncio a creer lo que cualquier persona diga negativo acerca de mi, solo recibo y acepto palabras de vida, salud, sanidad, abundancia, avance, conquista y crecimiento” Amén.

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