Aún en los casos más
irremediables María nos viene a buscar para que no perdamos la vida. En el
último minuto puede llegar la conversión de los peores de nosotros.
Las pocas discrepancias
recogidas entre las versiones de esta historia verdadera que relatamos nos
persuaden que los asombrosos hechos sucedieron de esta manera.
La Virgen María supuestamente
aparece en una serie de visiones a través de la intercesión de la Medalla
Milagrosa y convierte a un condenado a muerte, y luego a un segundo
condenado.
El
relato es del Padre O’Leary, un sacerdote de Mississippi involucrado
directamente envuelto en los eventos, quien dejó una cinta grabada acerca de
esto, para la posteridad.
EL ASESINATO, LA CONDENA Y LA
MEDALLITA
Nacido en Stuttgart, Arkansas, Claude Newman
(1923-1944) fue un aparcero analfabeto
negro criado por su abuela, Ellen Newman, de Bovina, Mississippi.
En 1939, la
señora Newman se casó con un hombre llamado Sid Cook, que en repetidas
ocasiones abusó de ella sexualmente y físicamente. Esto enfureció a Claude.
En
1940, a la edad de 17 años, Claude encontró empleo como peón en
Ceres Plantation en Bovina, Mississippi y se casó.
El 19 de diciembre de 1942,
incitado por su amigo Elbert Harris, Claude estaba en espera en la casa de Sid
Cook. En ese momento, Sid y la abuela de Claude se habían separado. Tan pronto
como Sid entró en su casa, Claude disparó y lo mató, tomó su dinero y huyó a la
casa de su madre en Arkansas dos días más tarde.
En
enero de 1943, la policía capturó Claude y le devolvió a Vicksburg, Mississippi. Confesó el crimen, pero su abogado,
Harry K. Murray, instó al tribunal a rechazar
su confesión como ser forzado.
A pesar de esto, Claude fue encontrado culpable y condenado a morir en la silla eléctrica.
Una apelación para volver a abrir el caso fue rechazada y que estaba programado para ser ejecutado el 20 de
enero 1944.
Mientras
estaba en la cárcel esperando su ejecución, Claude compartió un bloque de celdas con otros
cuatro prisioneros.
Una noche, los cinco hombres estaban pasando el
tiempo hablando bobadas y se les había acabado la conversación. Claude se dio cuenta que un prisionero
llevaba algo colgado del cuello.
Él le pregunto qué era eso y el joven Católico le
dijo que era una medalla. Claudio le preguntó, ¿qué es una medalla? el joven no le supo responder que era o para
que la llevaba.
En
ese momento y con ira, el muchacho se quitó la medalla de su cuello y la tiró
al piso a los pies de Claude diciendo groserías y maldiciendo, le dijo que
la agarrara.
Claudio recogió la medalla, y
con el permiso de los celadores de la cárcel la puso en una cuerdita y la llevó
al rededor de su cuello. Para él era algo curioso, pero él se la quería poner.
APARECE MARÍA
Durante
la noche, mientras dormía fue despertado por un toque sobre la muñeca. Y
allí parada, como Claudio le dijo al sacerdote después, estaba la mujer más hermosa que Dios hubiera creado.
Al principio el estaba lleno
de miedo. La Señora calmó a Claudio y le dijo, “Si tu quieres que yo sea tu
Madre, y si te gustaría ser mi hijo, haz que te traigan un sacerdote de la
Iglesia Católica.” Luego de esto, ella desapareció.
Claude inmediatamente se llenó de miedo, y empezó a gritar, “un fantasma, un fantasma”, y corrió a la
celda de uno de los otros prisioneros. Empezó a gritar que él quería ver a un
sacerdote Católico.
El
Padre O’Leary, el sacerdote que relata esta historia fue llamado a primera
hora la mañana siguiente.
Él fue y encontró a Claude
quien le contó lo que le había ocurrido la noche anterior. Entonces Claude
junto con los otros cuatro hombres de su bloque de celdas pidieron que se les
diera instrucción religiosa, y enseñanzas del Catecismo.
Inicialmente,
el Padre O’Leary tenía dificultad para creer la historia. Los otros prisioneros le dijeron al sacerdote
que todo en la historia era verdad, pero que por supuesto, ninguno de
ellos vio o escuchó a la Señora.
MARÍA LE CATEQUIZÓ
El
Padre O’Leary prometió enseñarles el Catecismo como lo habían pedido. Luego regresó a
su parroquia y le dijo al rector lo que había sucedido, después volvió a la
prisión el día siguiente para darles instrucción.
Fue entonces cuando el sacerdote descubrió que Claude Newman no podía ni leer ni escribir.
La única manera para él saber sin un libro estaba al derecho era si el libro
tenía alguna imagen. Claude nunca había ido a la escuela.
Su ignorancia de Religión era
aun más profunda. No sabía absolutamente nada de Religión. No sabía quién era
Jesús. No sabía ninguna cosa, excepto de que existía un Dios.
Claude empezó a recibir instrucciones y los otros prisioneros le ayudaron en sus
estudios.
Después de unos pocos días dos de las Hermanas Religiosas de la escuela de la Parroquia del Padre
O’Leary consiguieron permiso del jefe de la cárcel para visitar la
prisión.
Ellas querían conocer a Claude y también a las
mujeres que estaban recluidas. Las
hermanas empezaron entonces a enseñar el Catecismo a las mujeres también.
Después de varias semanas llegó el momento en que el Padre O’Leary iba a dar instrucciones
sobre el Sacramento de la Confesión.
Las hermanas se sentaron también para participar en
la clase. El sacerdote dijo a los prisioneros, “Bueno muchachos, hoy
voy a enseñarles sobre el Sacramento de
la Confesión”
Claude
dijo, “O, yo ya sé sobre eso”.
La Señora me dijo, “que
cuando nosotros vamos a la confesión nosotros nos estamos arrodillando, no
delante de un sacerdote, sino que nosotros nos estamos arrodillando ante la
cruz de su hijo. Y que cuando nosotros sentimos realmente dolor por nuestros
pecados, y los confesamos, la Sangre que el derramó fluye sobre nosotros y nos
baña y libra de todos los pecados.”
El
Padre O’Leary y las hermanas se quedaron totalmente sorprendidos con la boca
abierta.
Claude
pensó que estaban enojados y les dijo “O, no se enojen, no se
enojen. Yo no debí haberles revelado esto”
El sacerdote dijo, “Nosotros no estamos enojados. Estamos es sorprendidos. ¿Has vuelto a
verla de nuevo?”
Claude le respondió, “Venga padre conmigo, vamos allí alrededor del bloque de celdas,
alejémonos de los demás”.
Cuando estaban solos, Claude
le dijo al sacerdote, “Ella me dijo que si usted dudaba o me mostraba
desconfianza, que Yo le recordara que cuando usted estaba caído en una zanja en
Holanda, en 1940, usted le hizo una promesa a ella la cual Ella está todavía
esperando que le cumpla.”
Y el Padre O’Leary recuerda, Claude me dijo exactamente cuál era la
promesa que Yo había hecho.
Esto
convenció al Padre O’Leary de que Claude estaba diciendo la verdad acerca de
las visiones
de Nuestra Señora la Virgen María.
Después regresaron a la clase del Catecismo sobre
la Confesión. Y Claude le siguió diciendo a los otros prisioneros, “Ustedes no deberían de sentir miedo de ir a
la confesión. Ustedes realmente le están diciendo los pecados a Dios, no a este
sacerdote o a cualquier sacerdote. Le estamos diciendo los pecados es a
Dios.”
Después Claude les dijo, “Saben ustedes, la Señora dijo que la confesión es algo como
un teléfono. Nosotros hablamos a Dios a través del sacerdote y Él nos
habla también a través del sacerdote.”
Una semana más tarde, el Padre O’Leary se estaba
preparando para enseñarles la clase acerca del Santísimo Sacramento. Las hermanas se encontraban allí también
para participar. Claudio les dijo que
la Señora también le había enseñado a él acerca de la Sagrada Comunión,
y le pidió al padre que le dejara decirle lo que le había dicho ella. El
sacerdote consintió inmediatamente.
Claude les relató, “la Señora me dijo que en la Comunión, Yo solo puedo ver lo que parece un
pedazo de pan. Pero Ella me dijo que ESO es realmente y verdaderamente Su Hijo.
Y
que Él estará conmigo tan solo por unos momentos como cuando Él estaba con ella
antes de nacer en Belén. Y que yo debería de pasar mi tiempo como Ella lo
hizo, en todo su tiempo con Él, amándole, adorándole, agradeciéndole,
alabándole y pidiéndole sus bendiciones.
Yo
no debería de molestarme por nadie ni por ninguna otra cosa. Pero tan solo debería de
pasar esos pocos minutos con Él.”
Finalmente todos recibieron
las instrucciones, Claude fue recibido en la Iglesia Católica, y luego llegó
también el tiempo para que él fuera ejecutado. Su ejecución iba a ocurrir a las
doce y cinco minutos de la noche.
PREPARÁNDOSE PARA LA EJECUCIÓN
El Jefe de la Cárcel le preguntó, “Claude, tú tienes el privilegio de una última
petición. ¿Que deseas?”
”Bueno”, dijo Claude, ”ustedes
están todos conmovidos. El carcelero lo está también. ¿Pero acaso no entienden
ustedes? Yo no voy a morir. Tan solo este cuerpo. Yo voy a estar con Ella.
Entonces, ¿puedo tener una fiesta?
“¿Qué
quieres decir?”, preguntó el Jefe de la Cárcel.
“¡Una fiesta!” dijo Claude. “Le pueden dar ustedes permiso al Padre para que traiga
alguna torta y crema helada y le permite usted a los prisioneros del segundo
piso estar libres en el salón principal para que podamos estar todos
reunidos para tener una fiesta?”
Alguien podría atacar al Padre, dijo el carcelero.
Alguien podría atacar al Padre, dijo el carcelero.
Claude volteó hacia los hombres que estaban allí y
dijo, “O no, ellos no lo harán,
¿cierto que no, compañeros?”.
Así que el
sacerdote visitó un benefactor rico de la parroquia y le suplicó la crema
helada y torta. Ellos tuvieron su fiesta.
Después, porque Claude lo
había pedido, hicieron una Hora Santa (Adoración al Santísimo Sacramento.) El
sacerdote había traído libros de oración de la Iglesia y todos hicieron las Estaciones
de la Cruz y tuvieron una Hora Santa con el Santísimo Sacramento.
Luego los hombres fueron puestos de nuevo en sus
celdas. El sacerdote fue a la Capilla
para sacar el Santísimo Sacramento y darle a Claude la Sagrada Comunión.
El Padre O’Leary regresó a la
celda de Claude. Claude se arrodilló en un lado de las rejas, el sacerdote se
arrodilló en el otro, y juntos rezaron mientras el reloj seguía marcando la
hora hacia la ejecución de Claude.
DETIENEN LA EJECUCIÓN
Quince minutos antes de la ejecución, el Jefe de la
Cárcel subió corriendo las escalas gritando, “¡Perdón oficial, perdón oficial, el
Gobernador ha dado un perdón por dos semanas!”.
Claude no se había dado cuenta de que el Gobernador
y el Abogado del distrito estaban tratando de parar la ejecución para salvarle
su vida. Cuando Claudio se dio cuenta,
empezó a llorar.
El sacerdote y el Jefe de la
Cárcel pensaron que esta era una reacción de alegría porque el ya no iba a ser
ejecutado. Pero Claudio dijo, “Hombres, ustedes no saben. Y padre, usted no
sabe. Si ustedes alguna vez miraran en el rostro de Ella, y miraran en sus
ojos, ustedes no quisieran vivir un día más.”
Claude entonces preguntó, “¿Qué cosa he hecho errónea en estas últimas
semanas que Dios no me permite ir a casa?” Y el sacerdote dijo que
Claude sollozaba como alguien que está descorazonado.
El sacerdote permaneció allí y le dio a Claude la
Sagrada Comunión. Finalmente Claude se aquietó. Después Claude dijo, “¿Por qué? ¿Por qué todavía me tengo que
quedar aquí por otras dos semanas?”
EL OFRECIMIENTO POR EL OTRO
CRIMINAL
El sacerdote tuvo de repente una idea.
Le recordó a Claude acerca de un prisionero de la
cárcel quien odiaba a Claude intensamente. El prisionero había llevado una vida horriblemente inmoral, también iba a
ser ejecutado a muerte.
El sacerdote dijo, “Quizás
Nuestra Madre Santísima quiere que tu ofrezcas esta abnegación de estar con
ella, para su conversión.” El sacerdote continuó, “¿Por qué no le ofreces
a Dios cada momento que tú estás separado de Ella por este prisionero, para que
de esta manera el no tenga que estar separado de Dios por toda una eternidad?”
Claudio se puso de acuerdo, y le pidió al sacerdote
que le enseñara las palabras para hacer ese ofrecimiento. El sacerdote lo hizo.
En ese entonces los únicos que sabían
sobre el ofrecimiento eran Claudio y el Padre O’Leary.
CLAUDE ES EJECUTADO
Al día siguiente, Claude le dijo al sacerdote, “¡Ese
prisionero que me odiaba antes, pero, Oh Padre,
como me odia ahora!” El
sacerdote le respondió, “Bueno, ese es un buen signo.”
Dos
semanas después, Claude fue ejecutado.
El Padre O’Leary cuenta, “Nunca
he visto a alguien ir a su muerte con mas felicidad y gozo. Aun los testigos oficiales
y los reporteros de los periódicos estaban asombrados. Decían que no podían
entender como alguien se podía ir y sentar en la silla eléctrica realmente
radiante de felicidad.”
Sus últimas palabras para el Padre O’Leary fueron, “Padre, yo lo recordaré a usted. Y cuando
usted tenga una petición, pídame, y yo le pido a Ella.”
LA CONVERSIÓN DEL OTRO REO
Dos meses después, llegó el
momento para que el hombre de raza blanca quien había odiado a Claudio fuera
ejecutado, el Padre O’Leary dijo, “Este fue el hombre más sucio, la persona
más inmoral que Yo haya conocido. Su odio por Dios, por todo lo espiritual
desafiaba cualquier descripción.”
Justo antes de su ejecución, el doctor del condado le rogó a este hombre
que por lo menos se arrodillara y dijera un Padre Nuestro antes de que el Jefe
de la Cárcel viniera por él. El prisionero le escupió la cara al
doctor.
Cuando el había sido asegurado en la silla
eléctrica, el Jefe de la Cárcel le dijo, “Si tienes algo que decir, dilo ahora.”
El hombre condenado empezó a
blasfemar. De repente el condenado a muerte paró, y sus ojos se fijaron en
la esquina del salón, y su rostro se llenó de terror absoluto.
El gritó. Volviéndose hacia el Jefe de la
Cárcel, entonces dijo, “¡Jefe,
consígame un sacerdote!”
Ahora, el Padre O’Leary había estado en el salón
puesto que la ley requería que un hombre del clero estuviese presente en las
ejecuciones. El sacerdote sin embargo
estaba escondido detrás de unos reporteros puesto que el hombre condenado había
amenazado maldecir a Dios si veía cualquier sacerdote.
El Padre O’Leary inmediatamente fue hacia el hombre
condenado. El salón fue desocupado de todo el resto de gente y el sacerdote escuchó la confesión del hombre.
El hombre dijo que había sido Católico, pero que se había salido de su religión
cuando tenía dieciocho años debido a su vida inmoral.
Cuando todo el mundo regresó al salón, el Jefe de
la Cárcel le preguntó al sacerdote, “¿Que
le hizo a este hombre cambiar de idea?”
“Yo
no sé”
dijo el Padre O’Leary, “yo no le pregunté”
El Jefe de la Cárcel dijo, “Bueno, yo no voy a poder dormir si no lo sé”.
El Jefe de la Cárcel se acercó al hombre condenado
y le preguntó, “¿Hijo, que te hizo
cambiar de idea?”
El prisionero respondió, “Recuerda
ese hombre de raza negra, Claude, a quien yo odiaba tanto? Pues bien, el está
parado allá (el señalo), allá en la esquina. Y detrás de él con una mano sobre
cada uno de sus hombros esta la Madre Santísima.
Y Claude me dijo, ‘Yo ofrecí
mi muerte en unión con Cristo en la cruz por tu salvación. Ella ha obtenido
este regalo para ti: el de que tú puedas ver tu lugar en el Infierno, si no te
arrepientes’. Me fue mostrado mi lugar en el Infierno, y ahí fue cuando yo
grité.”
Este,
entonces es el poder de Nuestra Señora.
Fuentes:
- http://feedproxy.google.com/~r/NCRegisterDailyBlog/~3/68q36K6vHHY/the-amazing-conversion-of-death-row-inmate-claude-newman
- http://www.mysticsofthechurch.com/2011/12/miraculous-story-of-claude-newman-his.html
- http://www.tldm.org/News9/ClaudeNewman.htm
- http://www.catholicnewsagency.com/news/play-tells-story-of-death-row-inmates-marian-visions/
Foros de la
Virgen María
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