viernes, 26 de agosto de 2016

ANTE “CULTURA” DE LA FORNICACIÓN, ARZOBISPO PROPONE EL SIGUIENTE REMEDIO


BUENOS AIRES, 24 Ago. 16 / 09:20 pm (ACI).- Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata en Argentina, denunció que "el vicio de la fornicación se ha convertido en algo trivial, común, insustancial” y por lo tanto es necesario un remedio que haga frente a una “cultura” que deshumaniza a las personas.
En un artículo publicado el 23 de agosto en el diario argentino El Día, el Prelado explicó que utiliza la palabra “vicio” para referirse a la fornicación porque el diccionario define al “fornicario” como “el que tiene el vicio de fornicar. Él o ella en principio, aunque hoy día la ‘igualdad de género’ permite otras combinaciones antinaturales”.
Ante esta realidad, prosigue el Prelado, “el laborioso remedio de una cultura fornicaria, del desenfreno, ‘akolasía’ como lo llama Aristóteles, es la ‘sofrosyne’, la templanza”.
“Para nosotros, cristianos, a la destemplanza del incontinente la sana una especie concretísima de la templanza que se llama castidad”, explicó.
El también Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas criticó en su artículo titulado La fornicaciónque hoy en día la sexualidad se ha banalizado y puso como ejemplo dos casos.
En primer lugar se refirió a las secciones de farándula donde se habla de las mujeres que cambian de “novio” varias veces al año; y en segundo lugar el caso de las Olimpiadas Río 2016, donde el Ministerio de Salud de Brasil envió a la ciudad nueve millones de condones, de los cuales 450 mil estaban destinados a la villa olímpica donde estaban los deportistas.
“La cultura fornicaria que se va extendiendo sin escrúpulo alguno es un signo de deshumanización, no es propia de mujeres y varones como deben ser según su condición personal. Algo de no humano, de animaloide aparecería en esa conducta”, aseguró el Arzobispo.
Además afirmó que asumiendo la realidad biológica y psicológica del ser humano, “es fácil comprender que el acto sexual tiene una doble finalidad: es unitivo y procreativo. El gesto de la unión corporal acompaña, ratifica e incentiva la unión de las almas”.
En consecuencia, advirtió que la fornicación convierte la sexualidad “en una gimnasia superficial y provisoria, propia de parejas desparejas, sin el compromiso de por vida que integra la expresión sexual en el conjunto de la convivencia matrimonial, con la apertura a los hijos”.
“La banalización que he señalado implica asimismo una confusión fatal acerca del amor: no es éste una mera efusión sentimental, ni la sola atracción física, sino especial y esencialmente un acto electivo de la voluntad”.
“Lo propiamente humano es que tal decisión electiva sea para siempre, como signo de madurez, preparada en una educación para el respeto mutuo, la amistad sin fingimiento, la disposición a afrontar juntos –él y ella– las dificultades de la vida tanto como las infaltables alegrías. Entonces cobra sentido la unión sexual de un varón y una mujer”, añadió.
Asimismo criticó las consecuencias personales y sociales del concubinato, es decir, la relación marital de un hombre con una mujer sin estar casados, entre las cuales está la “orfandad afectiva de tantos niños y adolescentes y la cantidad superior de abusos que se registra precisamente en el interior de esas formas de ‘rejunte’, que no son verdaderas familias”.
El problema de la generalización de las relaciones sexuales entre los adolescentes, precisó, hace que no se pueda “augurar nada bueno” porque cada vez “comienza más temprano la banalización del sexo”.
Por otro lado Mons. Aguer criticó el negocio de los anticonceptivos, que oculta “la sabia disposición de la naturaleza que ordena en la mujer los ritmos de fertilidad”.
“Todo ha sido bien hecho por el Creador, y el capricho humano se niega a utilizarlo, lo burla a su placer”, resaltó.
Asimismo mencionó la existencia de la fornicación “contra natura” que ahora es avalada por leyes “que han destruido la realidad natural del matrimonioy que se fundan “en la negación del concepto mismo de naturaleza y de la noción de ley natural”.
“La discriminación de los antidiscriminadores ha llegado a límites inconcebibles, como el de negar el derecho de los niños a ser criados y educados por un padre y una madre; así se ha visto en la entrega en adopción de niños a ‘matrimonios igualitarios’”, denunció.
Finalmente expresó que “lo propiamente humano es que la potencia sexual y su actuación se integren armoniosamente a la riqueza de la personalidad, y que ese ejercicio se desarrolle en el orden familiar. Es este el logro de la virtud”.

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