"Sucedió que un sábado fue Jesús a
comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos le estaban espiando.
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Al ver Jesús que los invitados escogían los
asientos de honor en la mesa, les dio este consejo:
– Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas,
no te sientes en el lugar principal, no sea que llegue otro invitado más
importante que tú, y el que os invitó a los dos venga a decirte: ‘Deja
tu sitio a este otro.’ Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el
último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último
lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: ‘Amigo, pásate a este
sitio de más categoría.’ Así quedarás muy bien delante de los que están
sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece será
humillado, y el que se humilla será engrandecido.
Dijo también al hombre que le había invitado:
– Cuando des una comida o una cena, no invites a
tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque
ellos a su vez te invitarán, y quedarás así recompensado. Al contrario,
cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a
los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú
recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten."
Los banquetes siempre han sido un acto social
importante. Cuando el banquete es oficial, existe todo un protocolo que hay
que seguir, y las personas, para hacer gala de su categoría social, buscan
los primeros puestos. Recuerdo un obispo, que se marchó de un colegio que
celebraba un centenario y que no nombraré, para no dar pistas, porque no
tenía el puesto que le correspondía. Y es que los cristianos, seguimos sin
aplicar el evangelio a nuestras vidas; ni siquiera los obispos.
Jesús pasó toda su vida predicando la humildad, la sencillez, y dando ejemplo con su vida. El Reino de los Cielos es el Reino de los Pobres. Ellos son los invitados al banquete de bodas. Y si queremos pertenecer a ese Reino, hemos de ser humildes y sencillo como ellos. Jesús no nos dice que no hemos de invitar a los familiares y conocidos, sino que, lo que de verdad nos acerca al Reino, es invitar a los pobres, a los inválidos, a los ciegos y a los cojos. Esa es la verdadera invitación limpia de todo interés. Hemos de examinarnos para descartar de nuestra actuación cualquier tipo de actitud interesada. Es acogiendo a aquellos que no nos lo agradecerán, a aquellos que no nos caen bien, a los que piensan distinto de nosotros, a los que margina y rechaza la sociedad, cuando realmente seguimos los pasos de Jesús. Nuestras actitudes orgullosas lo único que consiguen, es alejar a los otros de Jesús.
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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