Buscando una raza
superior, sin negros ni católicos.
Las mujeres eran muchas y poderosas en el Ku Kux Klan en época de
Margaret Sanger... su discurso anticonceptivo racista y de base esotérica les
gustó.
El
sociólogo italiano Massimo Introvigne, antes de ser representante de la OSCE
contra la cristianofobia, ha sido durante décadas un gran estudioso e
investigador de las sectas y nuevos movimientos religiosos y esotéricos en el
centro CESNUR. Ante el debate sobre el matrimonio gay y la importancia de que la sociedad se construya sobre la
complementariedad hombre y mujer, y no sobre el mero deseo, Introvigne
recuerda que la ideología de género nace con Margaret Sanger, fundadora de la mayor patronal del aborto, la
International Planned Parenthood, cuyo racismo es bien conocido, pero cuya base esotérica y gnóstica se conoce
menos. Introvigne recuerda y analiza esta conexión en La Nuova Bussola
Quotidiana. Lo traducimos a continuación.
***
En La Nuova Bussola Quotidiana Renzo Puccetti ha explicado con una plétora de argumentos por qué es absurdo comparar la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU que obliga a los Estados de este país a introducir el «matrimonio» homosexual con decisiones precedentes contra la discriminación racial, que declararon ilegítimas las limitaciones a los matrimonios entre estadounidenses blancos y negros.
Quisiera dar un paso más y devolver la acusación de racismo al remitente. Efectivamente, la información ha sido totalmente escondida y censurada, pero precisamente la teoría de género nace y se desarrolla en ambientes racistas; está incluso involucrada en la organización racista por excelencia de los Estados Unidos, el Ku Klux Klan.
En un artículo anterior, en el que respondía a la falacia que está de moda, según la cual la teoría de género no existe, resaltaba las dos versiones clásicas a las que todos los seguidores sucesivos de la «gender theory» hacen referencia.
Matriarcas de la ideología de género
La primera es la de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, para la que «no se nace mujer; llega una a serlo» y cada uno -pero ella pensaba sobre todo en las mujeres- tiene derecho a elegir el propio género, masculino o femenino, independientemente del sexo biológico.
En la segunda versión, teorizada por Judith Butler, el género absorbe totalmente el sexo y cada uno puede decidir qué quiere ser en una gama que ya no prevé sólo dos posibilidades -hombre o mujer- sino tres, cinco, cincuenta o infinitas.
Se puede trazar también otro itinerario, que desde Beauvoir y Butler no va hacia adelante, sino hacia atrás. La teoría de género no habría nacido sin una serie de precursores que formularon, muchos años antes, versiones que podemos llamar prototípicas; ciertamente, no son tan sofisticadas y radicales como las de Butler.
Margaret Sanger, madre del feminismo abortista
La principal de estas proto-teóricas del género es la estadounidense Margaret Sanger (1879-1966).
Comparadas con las teorías sucesivas, las ideas de Sanger parecen incluso moderadas. Pero sin ella no existirían las teorías de género sucesivas.
Las biografías oficiales de Sanger nos presentan una heroína feminista que, movida por la compasión hacia las mujeres que morían de parto después de diez hijos o más o que recurrían a peligrosos abortos clandestinos, dedica su vida a la propaganda de los anticonceptivos, aceptando también la prisión y el exilio. Su verdadera historia es algo distinta.
No se puede entender a Margaret Sanger sin sus intereses esotéricos. Sanger parte de las ideas de la Sociedad Teosófica. En 1936 la invitan a hablar en la sede mundial de esta sociedad en Adyar, en la India. Su discurso es publicado, en dos partes, en el órgano de la Sociedad Teosófica, The Theosophist, y explica con gran detalle la relación entre sus teorías sobre el feminismo y el género y su interpretación de las doctrinas teosóficas.
El esoterismo de la Sociedad Teosófica
Si bien hoy en día es muy estudiada, sobre todo por la influencia crucial que tuvo en el arte moderno a través de pintores del calibre de Kandinsky y Mondrian, tal vez sea necesario presentar brevemente la Sociedad Teosófica a los que no la conozcan.
Fue fundada en 1875 en Nueva York por el coronel y abogado estadounidense Henry Steel Olcott y por una de las figuras más importantes de la historia del esoterismo, Helena Petrovna Blavatsky, perteneciente a la nobleza rusa.
Su doctrina central es que con la ayuda de los Maestros, los cuales no son espíritus sino hombres particularmente evolucionados que viven durante cientos de años y residen en un centro misterioso entre la India y el Tibet, la humanidad -que en su estado actual es el resultado de un proceso cósmico de decadencia descrito con claras referencias gnósticas- es llamada a un proceso de evolución.
Este se cumple a través de la emergencia progresiva en la Tierra de siete razas-raíces, cada una de ellas dividida en siete sub-razas. Según Blavatsky, en su tiempo estaban en la vigilia de la emergencia de la sexta sub-raza de la quinta raza-raíz, espiritualmente superior a las precedentes y que se habría manifestado en los Estados Unidos.
Aclaremos enseguida un equívoco, difundido en la literatura no especializada. La teoría de las razas-raíces de Blavatsky está abierta a varias interpretaciones, pero la Sociedad Teosófica ha condenado cualquier interpretación de tipo racista, considerando que las distintas «razas» deben en todo caso colaborar en armonía entre ellas.
Sin embargo, las interpretaciones racistas han existido, si bien las Sociedad Teosófica las ha denunciado como erróneas.
La variante racista de la teosofía
En Alemania se desarrolló a principios del siglo XX una corriente llamada «ariosofía» que interpreta la teoría teosófica de las razas sobre la base de un primado racista de la raza aria. Un ávido lector de las publicaciones «ariosóficas» en Austria era un muchacho llamado Adolf Hitler.
La misma Sanger, como resulta por la lectura de los diarios de personalidades teosóficas de la época, no fue particularmente bien acogida en Adyar, aunque su conferencia fue publicada en la revista de la Sociedad Teosófica. Tampoco su interpretación de la «raza nueva» correspondía, de hecho, con la de la dirección teosófica oficial.
Queda el hecho que sobre la base de especulaciones esotéricas, Sanger pensaba que estaba a punto de surgir una nueva raza superior a las precedentes y que se manifestaría en los Estados Unidos.
La gnosis de Sanger: fomentar lo andrógino
¿Qué tiene que ver todo esto con el género? Lo explica la propia Sanger. Sus ideas de tipo gnóstico la habían llevado al convencimiento de que la diferencia sexual entre hombre y mujer era algo malo, como también el modo cómo las mujeres traían los hijos al mundo. Son consecuencias de un proceso de degeneración y no existían en la edad de oro originaria, la del andrógino, es decir, de una persona humana en la que coexistían los caracteres masculinos y femeninos y con formas de generación distintas del parto.
Liberar a la mujer con los anticonceptivos de su papel de madre es el primer paso para permitir a las mujeres y, en consecuencia, también a los hombres, elegir el propio género, quién y qué quieren ser, iniciando el proceso de vuelta hacia el andrógino originario. No es aún la teoría de género como la conocemos hoy, pero es su núcleo fundamental.
La nueva raza en marcha hacia la superación del género biológico podrá emerger, continuaba Sanger, sólo dónde la humanidad sea intelectual y culturalmente más avanzada: en Estados Unidos y entre los estadounidenses blancos de origen nordeuropeo.
Sanger tampoco tenía una buena opinión de los emigrantes italianos: «los negros y los europeos del sur -escribía- son intelectualmente inferiores a los americanos nativos», una expresión que el movimiento «nativista» utilizaba para excluir del número de los «verdaderos americanos» a los emigrantes llegados de Italia.
En una cita famosa, Sanger comparaba a los afro-americanos con «mala hierba que hay que extirpar» a través de una severa política eugenésica que debería incluir la esterilización forzada.
En cuanto a los aborígenes australianos, consideraba que estaban «apenas un escalón por encima de los chimpancés».
La raza blanca superior abolirá los sexos
Ciertamente, los defensores de la teoría de las razas y de la eugenesia eran muchos. Pero sólo Margaret Sanger vinculaba la eugenesia al género: una vez extirpada la mala hierba, la «raza nueva» podría finalmente emerger en su marcha hacia la androginia, capaz de superar la esclavitud biológica de la diferenciación sexual.
Muy mal acogida en la Sociedad Teosófica, Sanger encontró terreno fértil para sus ideas en el Ku Klux Klan, la organización estadounidense nacida para perpetuar la discriminación racial contra los afro-americanos y, al mismo tiempo, -esto es algo que se olvida a menudo- para propagar un feroz anti-catolicismo basándose en el mito de una América «blanca, anglosajona y protestante».
Muchas películas nos han presentado al Ku Klux Klan como una organización masculina. Los historiadores -a partir de la obra fundamental de Kathleen Blee, Women of the Klan (Mujeres del Klan, ndt)- han subrayado que en el Ku Klux Klan «histórico», el del periodo de entreguerras, las mujeres tuvieron en realidad un papel esencial.
Margaret Sanger colaboró con el Ku Klux Klan, perfeccionó sus ideas sobre la raza y el género en diálogo con las mujeres del Klan y habló a menudo ante un público entusiasmado de activistas de la organización racista encapuchas y aplaudiendo.
Algunas fotografías que se pueden ver en internet representando a Sanger hablando al Klan son falsas, hechas con Photoshop. Las reuniones del Klan eran secretas y las fotografías son raras. Pero para confirmar el vínculo entre Sanger y el Klan, incluyendo conferencias y mujeres encapuchadas, no hace falta dirigirse a las personas críticas sobre su persona y la teoría de género. Ella misma lo narra en su autobiografía, minimizando y justificando, ciertamente, pero admitiendo la relación y hablando de «decenas» de invitaciones por parte del Ku Klux Klan.
Alguien podría plantear alguna objeción citando actitudes muy hostiles a los homosexuales por parte del Ku Klux Klan. Otros replicarían citando los nombres de un cierto número de dirigentes del Klan y de organizaciones vinculadas a este que eran homosexuales o bisexuales. Pero es un debate que no llevaría muy lejos.
El tema de este artículo, de hecho, es otro. He querido demostrar cómo la formulación arquetípica de la teoría de género, la de Margaret Sanger, nace de una interpretación desviada -y no compartida por la gran mayoría de los teósofos- de ideas sobre la raza de la Sociedad Teosofica y nace en diálogo con el racismo americano representado por el Ku Klux Klan.
La idea central es que esa en la que se puede elegir si ser mujer u hombre es una nueva humanidad, una «raza nueva» que podrá nacer sólo entre las élites iluminadas «blancas, anglosajonas y protestantes» y no entre los negros, los «europeos del sur» y los católicos, «intelectualmente inferiores» y destinados a ser extirpados como la mala hierba. ¿Han desaparecido estas ideas entre los que defienden el género?
Mirando el sentido de superioridad con el que atacan a manifestaciones como la de la Plaza San Juan tachándolas de «medievales» me permitiría no estar tan seguro.
(Traducción del italiano de La Nuova Bussola Quotidiana por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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En La Nuova Bussola Quotidiana Renzo Puccetti ha explicado con una plétora de argumentos por qué es absurdo comparar la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU que obliga a los Estados de este país a introducir el «matrimonio» homosexual con decisiones precedentes contra la discriminación racial, que declararon ilegítimas las limitaciones a los matrimonios entre estadounidenses blancos y negros.
Quisiera dar un paso más y devolver la acusación de racismo al remitente. Efectivamente, la información ha sido totalmente escondida y censurada, pero precisamente la teoría de género nace y se desarrolla en ambientes racistas; está incluso involucrada en la organización racista por excelencia de los Estados Unidos, el Ku Klux Klan.
En un artículo anterior, en el que respondía a la falacia que está de moda, según la cual la teoría de género no existe, resaltaba las dos versiones clásicas a las que todos los seguidores sucesivos de la «gender theory» hacen referencia.
Matriarcas de la ideología de género
La primera es la de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, para la que «no se nace mujer; llega una a serlo» y cada uno -pero ella pensaba sobre todo en las mujeres- tiene derecho a elegir el propio género, masculino o femenino, independientemente del sexo biológico.
En la segunda versión, teorizada por Judith Butler, el género absorbe totalmente el sexo y cada uno puede decidir qué quiere ser en una gama que ya no prevé sólo dos posibilidades -hombre o mujer- sino tres, cinco, cincuenta o infinitas.
Se puede trazar también otro itinerario, que desde Beauvoir y Butler no va hacia adelante, sino hacia atrás. La teoría de género no habría nacido sin una serie de precursores que formularon, muchos años antes, versiones que podemos llamar prototípicas; ciertamente, no son tan sofisticadas y radicales como las de Butler.
Margaret Sanger, madre del feminismo abortista
La principal de estas proto-teóricas del género es la estadounidense Margaret Sanger (1879-1966).
Comparadas con las teorías sucesivas, las ideas de Sanger parecen incluso moderadas. Pero sin ella no existirían las teorías de género sucesivas.
Las biografías oficiales de Sanger nos presentan una heroína feminista que, movida por la compasión hacia las mujeres que morían de parto después de diez hijos o más o que recurrían a peligrosos abortos clandestinos, dedica su vida a la propaganda de los anticonceptivos, aceptando también la prisión y el exilio. Su verdadera historia es algo distinta.
No se puede entender a Margaret Sanger sin sus intereses esotéricos. Sanger parte de las ideas de la Sociedad Teosófica. En 1936 la invitan a hablar en la sede mundial de esta sociedad en Adyar, en la India. Su discurso es publicado, en dos partes, en el órgano de la Sociedad Teosófica, The Theosophist, y explica con gran detalle la relación entre sus teorías sobre el feminismo y el género y su interpretación de las doctrinas teosóficas.
El esoterismo de la Sociedad Teosófica
Si bien hoy en día es muy estudiada, sobre todo por la influencia crucial que tuvo en el arte moderno a través de pintores del calibre de Kandinsky y Mondrian, tal vez sea necesario presentar brevemente la Sociedad Teosófica a los que no la conozcan.
Fue fundada en 1875 en Nueva York por el coronel y abogado estadounidense Henry Steel Olcott y por una de las figuras más importantes de la historia del esoterismo, Helena Petrovna Blavatsky, perteneciente a la nobleza rusa.
Su doctrina central es que con la ayuda de los Maestros, los cuales no son espíritus sino hombres particularmente evolucionados que viven durante cientos de años y residen en un centro misterioso entre la India y el Tibet, la humanidad -que en su estado actual es el resultado de un proceso cósmico de decadencia descrito con claras referencias gnósticas- es llamada a un proceso de evolución.
Este se cumple a través de la emergencia progresiva en la Tierra de siete razas-raíces, cada una de ellas dividida en siete sub-razas. Según Blavatsky, en su tiempo estaban en la vigilia de la emergencia de la sexta sub-raza de la quinta raza-raíz, espiritualmente superior a las precedentes y que se habría manifestado en los Estados Unidos.
Aclaremos enseguida un equívoco, difundido en la literatura no especializada. La teoría de las razas-raíces de Blavatsky está abierta a varias interpretaciones, pero la Sociedad Teosófica ha condenado cualquier interpretación de tipo racista, considerando que las distintas «razas» deben en todo caso colaborar en armonía entre ellas.
Sin embargo, las interpretaciones racistas han existido, si bien las Sociedad Teosófica las ha denunciado como erróneas.
La variante racista de la teosofía
En Alemania se desarrolló a principios del siglo XX una corriente llamada «ariosofía» que interpreta la teoría teosófica de las razas sobre la base de un primado racista de la raza aria. Un ávido lector de las publicaciones «ariosóficas» en Austria era un muchacho llamado Adolf Hitler.
La misma Sanger, como resulta por la lectura de los diarios de personalidades teosóficas de la época, no fue particularmente bien acogida en Adyar, aunque su conferencia fue publicada en la revista de la Sociedad Teosófica. Tampoco su interpretación de la «raza nueva» correspondía, de hecho, con la de la dirección teosófica oficial.
Queda el hecho que sobre la base de especulaciones esotéricas, Sanger pensaba que estaba a punto de surgir una nueva raza superior a las precedentes y que se manifestaría en los Estados Unidos.
La gnosis de Sanger: fomentar lo andrógino
¿Qué tiene que ver todo esto con el género? Lo explica la propia Sanger. Sus ideas de tipo gnóstico la habían llevado al convencimiento de que la diferencia sexual entre hombre y mujer era algo malo, como también el modo cómo las mujeres traían los hijos al mundo. Son consecuencias de un proceso de degeneración y no existían en la edad de oro originaria, la del andrógino, es decir, de una persona humana en la que coexistían los caracteres masculinos y femeninos y con formas de generación distintas del parto.
Liberar a la mujer con los anticonceptivos de su papel de madre es el primer paso para permitir a las mujeres y, en consecuencia, también a los hombres, elegir el propio género, quién y qué quieren ser, iniciando el proceso de vuelta hacia el andrógino originario. No es aún la teoría de género como la conocemos hoy, pero es su núcleo fundamental.
La nueva raza en marcha hacia la superación del género biológico podrá emerger, continuaba Sanger, sólo dónde la humanidad sea intelectual y culturalmente más avanzada: en Estados Unidos y entre los estadounidenses blancos de origen nordeuropeo.
Sanger tampoco tenía una buena opinión de los emigrantes italianos: «los negros y los europeos del sur -escribía- son intelectualmente inferiores a los americanos nativos», una expresión que el movimiento «nativista» utilizaba para excluir del número de los «verdaderos americanos» a los emigrantes llegados de Italia.
En una cita famosa, Sanger comparaba a los afro-americanos con «mala hierba que hay que extirpar» a través de una severa política eugenésica que debería incluir la esterilización forzada.
En cuanto a los aborígenes australianos, consideraba que estaban «apenas un escalón por encima de los chimpancés».
La raza blanca superior abolirá los sexos
Ciertamente, los defensores de la teoría de las razas y de la eugenesia eran muchos. Pero sólo Margaret Sanger vinculaba la eugenesia al género: una vez extirpada la mala hierba, la «raza nueva» podría finalmente emerger en su marcha hacia la androginia, capaz de superar la esclavitud biológica de la diferenciación sexual.
Muy mal acogida en la Sociedad Teosófica, Sanger encontró terreno fértil para sus ideas en el Ku Klux Klan, la organización estadounidense nacida para perpetuar la discriminación racial contra los afro-americanos y, al mismo tiempo, -esto es algo que se olvida a menudo- para propagar un feroz anti-catolicismo basándose en el mito de una América «blanca, anglosajona y protestante».
Muchas películas nos han presentado al Ku Klux Klan como una organización masculina. Los historiadores -a partir de la obra fundamental de Kathleen Blee, Women of the Klan (Mujeres del Klan, ndt)- han subrayado que en el Ku Klux Klan «histórico», el del periodo de entreguerras, las mujeres tuvieron en realidad un papel esencial.
Margaret Sanger colaboró con el Ku Klux Klan, perfeccionó sus ideas sobre la raza y el género en diálogo con las mujeres del Klan y habló a menudo ante un público entusiasmado de activistas de la organización racista encapuchas y aplaudiendo.
Algunas fotografías que se pueden ver en internet representando a Sanger hablando al Klan son falsas, hechas con Photoshop. Las reuniones del Klan eran secretas y las fotografías son raras. Pero para confirmar el vínculo entre Sanger y el Klan, incluyendo conferencias y mujeres encapuchadas, no hace falta dirigirse a las personas críticas sobre su persona y la teoría de género. Ella misma lo narra en su autobiografía, minimizando y justificando, ciertamente, pero admitiendo la relación y hablando de «decenas» de invitaciones por parte del Ku Klux Klan.
Alguien podría plantear alguna objeción citando actitudes muy hostiles a los homosexuales por parte del Ku Klux Klan. Otros replicarían citando los nombres de un cierto número de dirigentes del Klan y de organizaciones vinculadas a este que eran homosexuales o bisexuales. Pero es un debate que no llevaría muy lejos.
El tema de este artículo, de hecho, es otro. He querido demostrar cómo la formulación arquetípica de la teoría de género, la de Margaret Sanger, nace de una interpretación desviada -y no compartida por la gran mayoría de los teósofos- de ideas sobre la raza de la Sociedad Teosofica y nace en diálogo con el racismo americano representado por el Ku Klux Klan.
La idea central es que esa en la que se puede elegir si ser mujer u hombre es una nueva humanidad, una «raza nueva» que podrá nacer sólo entre las élites iluminadas «blancas, anglosajonas y protestantes» y no entre los negros, los «europeos del sur» y los católicos, «intelectualmente inferiores» y destinados a ser extirpados como la mala hierba. ¿Han desaparecido estas ideas entre los que defienden el género?
Mirando el sentido de superioridad con el que atacan a manifestaciones como la de la Plaza San Juan tachándolas de «medievales» me permitiría no estar tan seguro.
(Traducción del italiano de La Nuova Bussola Quotidiana por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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