"Salió un sembrador a sembrar. Al
sembrar unos granos cayeron juntos al camino..."
La parábola del Sembrado, que hoy escuchamos en el
evangelio, casi siempre la interpretamos colocando como núcleo central al
sembrador. A veces, en el terreno; si está lleno de piedras, zarza, es un
camino o está labrado. Pero el núcleo de esta parábola es la semilla.
Cuando Jesús explica el significado de esta parábola
a sus discípulos más próximo, no dice que el sembrador sea Dios. No nos dice
quién es. Pero sí nos dice que la semilla es la Palabra. Esta es una parábola
sobre la Palabra. Sobre cómo hemos de sembrarla y cómo hemos de recibirla.
Debemos disponer nuestro corazón para recibirla. Quitar piedras y maleza.
Dejarla arada y esponjada, para que las semillas puedan germinar y echar
raíces. Pero esta Palabra no es para que nos la quedemos nosotros. La semilla
es para ser sembrada. Y para que esta semilla, esta Palabra dé fruto, hemos de
buscar el terreno favorable. Hemos de ayudar a los demás a preparar su corazón,
para que puedan recibirla. Un corazón repleto de cosas inútiles, nunca recibirá
adecuadamente la Palabra. Un corazón reseco por las injusticias de nuestra
sociedad, tampoco. Es entregándonos, comprendiendo, amando a los demás,
solucionando sus problemas, calmando sus males, haciendo una sociedad más
justa, que les ayudaremos a preparar su corazón.
Debemos ser sembradores, en nuestro corazón y en el
de los demás. El Espíritu dirigirá nuestra mano.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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