Con ocasión de la visita del santo padre Francisco a
México, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Mons. Arizmendi ha propuesto a
sus fieles meditar algunos de sus mensajes. Y escoger algunas de estas frases y
pedir al Espíritu Santo que nos ayude a poner en práctica lo que Dios dice por
medio del Sucesor de Pedro.
LA MISERICORDIA DIVINA
- La misericordia es el don
más precioso de Dios. La misericordia es el corazón de Dios. Por ello debe
ser también el corazón de todos los que se reconocen miembros de la única
gran familia de sus hijos.
- Descubramos la ternura que
nuestro Padre celestial tiene a cada uno. Que resplandezca la belleza del
amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado.
- Que el Año Santo de la
Misericordia sea una ocasión privilegiada para reforzar la comunión,
perfeccionar la unidad, reconciliar las diferencias, perdonarnos unos a
otros y superar toda división.
- Cristo resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza. En Jesús todo habla de
misericordia. Nada en Él es falto de compasión.
- La alegría del Evangelio
llena la vida de quienes se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre
nace y renace la alegría.
- Quienes se dejan salvar por
Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración.
- El amor del Señor no se ha
acabado, no se ha agotado su ternura. Donde está Dios, hay esperanza; y
donde hay esperanza, las personas encuentran su dignidad. Hagamos la
revolución de la ternura.
- Fijemos la mirada en Jesús.
A veces se habla más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de
la Palabra de Dios. ¡Jesús es el Señor!
- No puede haber auténtica
evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor.
- La primera forma de
indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la
cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado. Esto
es uno de los graves efectos de un falso humanismo y del materialismo
práctico, combinados con un pensamiento relativista y nihilista.
MISERICORDIOSOS COMO EL
PADRE
- La misericordia es la viga
maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral
debería estar revestido por la ternura. Dondequiera haya cristianos,
cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia.
- La Iglesia será llamada a
curar las heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas
con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención.
- Con el Jubileo de la
Misericordia, deseo invitar a la Iglesia a rezar y trabajar para que todo
cristiano pueda desarrollar un corazón humilde y compasivo, capaz de
anunciar y testimoniar la misericordia, de perdonar y de dar, de abrirse a
cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, sin
caer en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el
ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye.
- Casi sin darnos cuenta, nos
hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus
dramas; no nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les
acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete.
Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás
(algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni
sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón
cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido
de quienes no están bien.
- Abramos nuestros ojos para
mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas
privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de
auxilio.
- Una Iglesia con las puertas
cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente, se
convierte en barrera. La Iglesia no es una aduana. Es la casa paterna,
donde hay lugar para cada uno. La Iglesia es la portera de la casa del
Señor, no es la dueña.
- Una Iglesia inhospitalaria
mortifica el Evangelio y aridece el mundo. ¡Nada de puertas blindadas en
la Iglesia, nada! ¡Todo abierto!
- La indiferencia ante el
prójimo asume diferentes formas. Hay quien está bien informado, escucha la
radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de
manera frívola, casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente
los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no
viven la compasión. Esta es la actitud de quien sabe, pero tiene la
mirada, la mente y la acción dirigida hacia sí mismo.
- La Iglesia tiene que ser el
lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse
acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del
Evangelio.
- La Iglesia debe llegar a
todos, sin excepciones. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo,
no puede excluir a nadie.
- Me gustaría decir a aquellos
que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia: ¡El Señor te llama a ser
parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!
OTRO SISTEMA ES POSIBLE
- El sistema social y
económico es injusto en su raíz. ¡No a una economía de la exclusión! Esa
economía mata. ¡No a la inequidad que genera violencia!
- ¡No a la nueva idolatría del
dinero! ¡No a un dinero que gobierna en lugar de servir! El dinero debe
servir y no gobernar.
- La causa principal de la
pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y
ha puesto al dios dinero, un sistema económico que excluye, excluye
siempre, excluye a los niños, ancianos, jóvenes sin trabajo… y que crea la
cultura del descarte en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver
personas descartadas. Esta es el motivo principal de la pobreza, no las
familias numerosas.
- Algunos simplemente se
regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males,
con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una
“educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e
inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven
crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en
muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera
que sea la ideología política de los gobernantes.
- ¡Cuánto daño nos hace la
vida cómoda, el bienestar! El aburguesamiento del corazón nos paraliza.
Algunas personas prefieren no informarse y viven su bienestar y su
comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre.
- Nadie puede exigirnos que
releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin
influencia alguna en la vida social y nacional. Una auténtica fe siempre
implica un profundo deseo de cambiar el mundo.
- Debemos inmiscuirnos en la
política, porque la política es una de las formas más altas de la caridad,
porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en
política.
- Trabajar por el bien común
es un deber de un cristiano. Y muchas veces para trabajar, el camino a
seguir es la política.
- En nuestras ciudades está
instalado el crimen mafioso y aberrante de la trata de personas, y muchos
tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.
- ¡No al pesimismo estéril!
- Hace falta volver a sentir
que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los
demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos.
- Los ámbitos educativos son
diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la
catequesis, etc. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca
semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida.
- La educación será ineficaz y
sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo
paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la
naturaleza.
UNIDAD Y PLURALIDAD
- ¡No a la guerra entre
nosotros! ¡Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo! ¡No nos
dejemos robar el ideal del amor fraterno! ¡No nos dejemos robar la
comunidad!
- Descubrir a Jesús en el
rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos.
- Vivir juntos, mezclarnos,
encontrarnos, tomarnos de los brazos, apoyarnos, participar de una
verdadera experiencia de fraternidad.
- Es imperiosa la necesidad de
evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. El cristianismo no
tiene un único modo cultural. Una sola cultura no agota el misterio de la
redención de Cristo.
- La visión consumista del ser
humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada,
tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad
cultural, que es un tesoro de la humanidad.
- La diversidad cultural no
amenaza la unidad. La unidad nunca es uniformidad, sino multiforme
armonía. Sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la
pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad.
- La uniformidad no es
católica, no es cristiana. La unidad católica es diversa, pero es una. La
unidad no es uniformidad. Hay que construir puentes, en vez de levantar
muros.
- La unidad es saber escuchar,
aceptar las diferencias, tener la libertad de pensar diversamente y
manifestarlo con todo respeto hacia el otro, que es mi hermano. No tengan
miedo de las diferencias.
- Que el diálogo entre
nosotros ayude a construir puentes entre todos los hombres, de modo que
cada uno pueda encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente,
sino un hermano para acogerlo y abrazarlo. Dejar el rencor, la rabia, la
violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices.
- Dios bendiga a quienes
trabajan por el diálogo y la unidad de los cristianos.
- Las religiones tienen el
derecho y el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en
la que un sano pluralismo que respete a los diferentes y los valore como
tales, es un aliado valioso en el empeño por la defensa de la dignidad
humana y un camino de paz para nuestro mundo tan herido por las guerras.
RENOVACION ECLESIAL
- Hoy la Iglesia quiere vivir
una profunda renovación misionera.
- Las Sagradas Escrituras son
fuente de la evangelización. Es indispensable que la Palabra de Dios sea
cada vez más el corazón de toda actividad eclesial.
- Cada uno de los bautizados,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de
su fe, es un agente evangelizador.
- ¡Quiero que la Iglesia salga
a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de
lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea
clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las
parroquias, los colegios, las instituciones, ¡son para salir! Si no salen,
se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG.
- Prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias
seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que
termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.
- Todos somos invitados a
aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a
todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.
- Me gusta ser Papa con estilo
de párroco, en el servicio: cuando visito a los enfermos, cuando hablo con
las personas que están un poco desesperadas, tristes. Me gusta mucho ir a
la cárcel. Si un Papa no se comporta como párroco, no es pastor.
- ¡No nos dejemos robar el
entusiasmo misionero! ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!
- ¡No nos dejemos robar el
Evangelio! ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
UNA IGLESIA POBRE, CON
Y PARA LOS POBRES
- Todas las personas,
verdaderamente todas, son importantes a los ojos de Dios. El rico y el
pobre tienen igual dignidad, porque a los dos los hizo el Señor.
- El Papa ama a todos, ricos y
pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los
ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Existe un
vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos
solos.
- De nuestra fe en Cristo
hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la
preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la
sociedad.
- El corazón de Dios tiene un
sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo
pobre. La pobreza está en el centro del Evangelio. ¡Cómo quisiera una
Iglesia pobre y para los pobres!
- Hoy y siempre, los pobres
son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Para la Iglesia, la
opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural,
sociológica, política o filosófica.
- Estamos llamados a descubrir
a Cristo en los pobres, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero
también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la
misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.
- Sin la opción preferencial
por los más pobres, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser
incomprendido. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por los
pobres.
- Nadie puede sentirse
exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social.
¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad
la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!
- Estamos llamados a reconocer
a Cristo sufriente en los sin techo, los toxicodependientes, los
refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y
abandonados, los migrantes.
- Hay un signo que no debe
faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad
descarta y desecha. Jesús nos advierte: el amor a los demás —extranjeros,
enfermos, encarcelados, los que no tienen hogar, incluso los enemigos— es
la medida con la que Dios juzgará nuestras acciones. De esto depende nuestro
destino eterno.
- Tenemos que aprender a estar
con los pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los
pobres. Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los
pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo
Cristo, de tocar su carne que sufre.
- Ayudar a los pobres con
dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias.
El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través
del trabajo. La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de
atención espiritual.
- Doblemente pobres son las
mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia.
- La Iglesia reconoce el
indispensable aporte de la mujer. Es necesario ampliar los espacios para
una presencia femenina más incisiva en la Iglesia y en las estructuras
sociales.
- Entre los débiles, que la
Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer.
CUIDADO DE LA HERMANA Y
MADRE TIERRA
- Entre los pobres más
abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra. La
hermana y madre tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
- Todo el universo material es
un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El
suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. Los cristianos
descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con
la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe.
- Lamentablemente, muchos
esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen
ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por
la falta de interés de los demás.
- La humanidad está llamada a
tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida,
de producción y de consumo, para combatir el calentamiento del sistema
climático.
- Que cada gobierno cumpla con
su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos
naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o
internacionales.
- Algunos cristianos suelen
burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos,
no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes.
- Hace falta una conversión
ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro
con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea.
- Vivir la vocación de ser
protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia
virtuosa; no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la
experiencia cristiana. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento
con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la
simplicidad.
PUEBLOS ORIGINARIOS Y
MIGRANTES
- Es indispensable prestar
especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones
culturales. Los indígenas no son una simple minoría entre otras, sino que
deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora
de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios.
- En diversas partes del
mundo, los indígenas son objeto de presiones para que abandonen sus
tierras, a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y
agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y
de la cultura.
- Muchas personas experimentan
un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad
para sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a
atropellar todo lo que tienen a su alrededor.
- En nuestra época, los flujos
migratorios están en continuo aumento en todas las áreas del planeta:
refugiados y personas que escapan de su propia patria interpelan a cada
uno y a las colectividades, desafiando el modo tradicional de vivir y, a
veces, trastornando el horizonte cultural y social con el cual se
confrontan.
- La presencia de los emigrantes
y de los refugiados interpela seriamente a las diversas sociedades que los
acogen. Estas deben afrontar los nuevos hechos, que pueden verse como
imprevistos si no son adecuadamente motivados, administrados y regulados.
¿Cómo hacer de modo que la integración sea una experiencia enriquecedora
para ambos, que abra caminos positivos a las comunidades y prevenga el
riesgo de la discriminación, del racismo, del nacionalismo extremo o de la
xenofobia?
- Es trágico el aumento de los
migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental,
que llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa
alguna.
- Abundantes bendiciones para
quienes socorren a los migrantes. Acójanlos sin miedo. Ofrézcanles el
calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su corazón.
LA FAMILIA
- La familia atraviesa una
crisis cultural profunda.
- Vale la pena la vida en
familia. Una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y
verdadera, si se edifica sobre la base de la familia.
- Lo más lindo que hizo Dios,
fue la familia. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que
Dios tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la
familia. Y una familia es realmente familia cuando es capaz de abrir los
brazos y recibir todo ese amor. ¡A su Hijo lo mandó a una familia! Dios
entró al mundo en una familia.
- En la familia hay
dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no
supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna
dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad. La
familia es bella, pero cuesta. Que Dios los bendiga, que Dios les dé
fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia,
defendemos la familia, porque ahí, ahí se juega nuestro futuro.
- Es en la familia unida donde
los hijos maduran su existencia, viviendo el amor gratuito, la ternura, el
respeto recíproco, la mutua comprensión, el perdón y la alegría.
- Que toda familia cristiana
sea un lugar privilegiado en el que se experimenta la alegría del perdón.
El perdón es la esencia del amor, que debe comprender el error y poner
remedio. ¡Es tan feo vivir en el rencor!
JÓVENES
- Joven: Da testimonio de que
Jesús está vivo. Pregúntale lo que quiere de ti y sé valiente.
¡Pregúntale! Si sabes decir “sí” a Jesús, entonces tu vida joven se
llenará de significado y será fecunda.
- Jóvenes: Hagan lío, pero
también ayuden a arreglar y a organizar el lío que hacen.
- Jóvenes: Apuesten por
grandes ideales. Hay que ser valientes para ir contra corriente y Él nos
da esta fuerza. Es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio
con la oración.
- Cristo tiene confianza en
los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan
discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible.
También los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de
arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán
defraudados.
- No podemos quedarnos
enclaustrados en la parroquia, cuando tantas personas están esperando el
Evangelio. Empujemos a los jóvenes para que salgan. Pensemos con decisión
en la pastoral desde la periferia. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros
de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a
cada rincón de la tierra!
- Jóvenes: No tengan miedo de
ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias
existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El
Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia
y de su amor. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la
creatividad y la alegría que les caracteriza.
- No queremos jóvenes
debiluchos, jóvenes que están ahí no más, ni sí ni no. No queremos jóvenes
que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos. Queremos
jóvenes fuertes, jóvenes con esperanza y con fortaleza. ¿Por qué? Porque
conocen a Jesús, porque conocen a Dios. Porque tienen un corazón libre.
¡NO NOS DEJEMOS ROBAR
LA ESPERANZA!
- El olvido y la negación de
Dios, que llevan al hombre a no reconocer alguna norma por encima de sí y
a tomar solamente a sí mismo como norma, han producido crueldad y
violencia sin medida.
- Las guerras y los atentados
terroristas, con sus trágicas consecuencias, los secuestros de personas,
las persecuciones por motivos étnicos o religiosos, las prevaricaciones,
han marcado de hecho el año pasado, multiplicándose dolorosamente en
muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar
una tercera guerra mundial en fases. Pero renuevo la exhortación a no
perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal, con la
gracia de Dios, y a no caer en la resignación y en la indiferencia.
- No perdamos la esperanza de
que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos en
realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. La paz
es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres,
llamados a llevarlo a la práctica.
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