Hace unos meses,
escribí unos posts titulados La catedral de San Abán. Esos posts,
transformados, revisados y mejorados, dieron lugar a una obrita mía pequeña de
un centenar de páginas, publicada con el mismo título.
Estos días pensaba
en la posibilidad de que esa catedral que describo se convirtiese en el lugar
de encuentro de la asamblea plenaria de la conferencia episcopal. Los edificios
de las conferencias episcopales están dotados todos ellos sin excepción de una
especial y característica fealdad. Eso se debe a que en todos los países a que
se ha querido ofrecer una impresión de ahorro y se ha querido evitar la
ostentación. Perfecto, no hay nada malo en evitar la ostentación. Y como eso es
así, se han esforzado en erigir unos perfectos anodinos edificios grises de
oficinas para los obispos.
Reunirse en una catedral como ésta tendría el
simbolismo de subir al monte Sión, sería como subir al Templo. Otorgaría al
encuentro un espíritu de sacralidad, porque los obispos se reunirían en algo
más que una mera acumulación de oficinas. Podrían rezar todos juntos en el coro
todo el oficio divino del día, entrando y saliendo procesionalmente presididos
por la cruz, los acólitos y los canónigos. Las asambleas plenarias tendrían un
aspecto litúrgico y no sólo meramente funcional. Esas asambleas plenarias
ofrecerían una belleza estética que ahora no tienen.
P.
FORTEA
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