«¿Puedes amar a la gente hasta guiarlas a la verdad? Por supuesto. Creo
que la mejor pregunta es: ¿estás dispuesto?» Este domingo, se cumplieron cinco
años desde que Abby Johnson, directora de un centro abortista en Texas, dejó su
trabajo para, poco después, convertirse en activista provida. Ahora, se dedica
a llevar a otros trabajadores del aborto el mismo mensaje de misericordia que
la salvó a ella. Así recordaba, en Lifesite News, esta fecha tan
importante
Noticia digital (07-X-2014)
Cada día, hacía el mismo camino a mi casa desde el centro de Planned
Parenthood que dirigía. Los policías que venían a darnos entrenamiento sobre
seguridad una vez al año recomendaban que cambiáramos nuestro camino a
casa. Venía a advertirnos sobre lo peligrosos que eran los provida que estaban
fuera del centro. Ja.
«No queréis hacer el mismo camino hasta casa. Cambiadlo siempre. Nunca
sabes cuándo alguno de ellos podría estar siguiéndote», decían.
A mí no me preocupaban demasiado los provida de fuera de mi centro. Los
conocía. Ellos me conocían. Siempre estaban ofreciéndome ayuda y parecían
preocuparse sinceramente por mí. Era molesto. Era básicamente imposible odiar a
gente que era tan simpática conmigo, a pesar de que todos mis supervisores me
habían enseñado a odiarlos. El 26 de septiembre, había visto algo que me
sacudió hasta la médula. Había visto a un bebé de 13 semanas morir por un
aborto. Le vi luchar por su vida. Lo vi justo delante de mi cara, en una
pantalla de ecografía. Estaba entumecida, en shock, horrorizada... y con
bastante sinceridad, me sentía muy estúpida. ¿Cómo podía haberme tragado las
mentiras de esta organización? ¿Cómo podría haber dejado que pasara durante
ocho años?
¿TENÍA EL VALOR DE ADMITIR QUE ME HABÍA EQUIVOCADO?
El 4 de octubre, me senté en mi salón, abracé a mi hija, y me
preguntaba: ¿Tenía el valor de admitir que me había equivocado durante tantos
años? ¿Tenía el valor de admitir que era una mentirosa? Odio a los
mentirosos... y me di cuenta de que durante ocho años había sido la mayor
mentirosa que conocía. ¿Podía alejarme de mis amigos? ¿Podía alejarme de mi
gran sueldo y de las promesas de ascenso?
Esa tarde de domingo, no lo sabía. No quería dejar mi trabajo. No quería
estar incómoda. Pero simplemente no podía justificar lo que había sido. Sabía
que no podía justificar mi comportamiento, mi vida.
Durante varios años, me había preguntado: «Si muriera, ¿iría al cielo o
al infierno?» Recuerdo pensar que probablemente iría al infierno por mi
participación activa y orgullosa en el aborto. Y de algún modo, me había
convencido a mí misma de que estaba bien... de que estaba dispuesta a pasar la
eternidad en el infierno con tal de ofrecer abortos.
SIMPLEMENTE ME PERDONARON
Pero el 5 de octubre, me senté en mi despacho y me pregunté lo mismo.
Esta vez, mi respuesta fue diferente. No, no estaba dispuesta a probablemente
pasar una eternidad en el infierno para que las mujeres pudieran continuar
quitando las vidas de sus hijos. No, ya no quería seguir siendo una cómplice en
esta brutalidad. ¿Pero dónde acudir? ¿Realmente me aceptarían esos provida? Es
decir, siempre decían que lo harían, pero ¿cómo podía creer eso? ¿Cómo podrían
simplemente aceptarme... conociendo mi pasado? ¿Cómo podrían perdonarme por
cómo los había tratado durante tantos años? No sabía cuál sería su reacción,
pero sabía que tenía que probar suerte.
Así que, al salir del aparcamiento, giré a la izquierda en vez de a la
derecha. Conduje hasta sus oficinas. Descargué lo que llevaba dentro. Admití
que sí, que había estado equivocada... muy equivocada.
Y me perdonaron. No empezaron a hacer una lista con todas las faltas de
mi pasado. No me hicieron humillarme ni pedir perdón. Simplemente me
perdonaron.
AMOR INCONDICIONAL DE UNA MUJER QUE HABÍA VISTO MI PEOR CARA
Recuerdo que, después de que mi historia llegara a las noticias
nacionales, un periodista había llamado y pedido hablar con una de las
trabajadores de la oficina provida a la que había acudido en busca de ayuda.
Este periodista quería una exclusiva. ¿Cómo era de mala cuando trabajaba en
Planned Parenthood? ¿Cuáles eran algunas de las cosas terribles que les había
hecho cuando estaban en la acera?
Esperaba que todos mis vergonzosos trapos sucios salieran a la luz
cuando ella contestara a sus preguntas. Pero, en vez de eso, lo que oí fue: «Ni
siquiera conozco ya a esa persona. Abby es una nueva creación en Cristo, y ésa
es la Abby de la que quiero hablar».
Nunca había conocido un amor así que viniera de un amigo. Y ahora lo
tenía... de una mujer que sólo me conocía desde hacía tres semanas... de una
mujer a la que había dicho palabrotas y gritado... de una mujer que había visto
mi peor cara. Pero ahí estaba, ofreciéndome este regalo del perdón. Ciertamente,
era un regalo que no merecía de ella. Pero ahí estaba, sin ataduras. Con
frecuencia pienso en ese momento y me doy cuenta de que es probablemente lo más
cerca del perdón de Cristo que experimentaré aquí en la tierra. Borrón y cuenta
nueva.
128 ABORTISTAS DEJAN SU TRABAJO EN DOS AÑOS
¿Puedes amar a la gente hasta guiarlas a la verdad? Por supuesto. Creo
que la mejor pregunta es: ¿estás dispuesto? ¿Estás dispuesto a mirar más allá
de su pecad y ver la creación que Dios hizo? ¿Estás dispuesto a tenderles la
mano con misericordia y amor en vez de enfado y condena? ¿Estás dispuesto a,
simplemente, salir al encuentro de las personas donde están y preocuparte por
ellos sin importar lo lejos que estén de donde tú quieres que estén? ¿Podemos
tratar de amar como Dios ama?
Siempre me hace reír cuando le digo a la gente cuántos trabajadores de
centros abortistas han dejado sus centros a través de mi ministerio, And
then there were none (Y no quedó ninguno). ¡Se quedan tan
impactados! No pueden creer que 128 hayan acudido a nosotros en los últimos dos
años. ¿Quién sabía que estas personas podían tener un cambio de actitud tan
profundo? ¡Rezamos para que ocurra, y cuando ocurre, nos sorprende!
Amigos, estos trabajadores están dejando el negocio del aborto porque
por fin son capaces de ver que existe ayuda real para ellos. No lo dejan porque
la gente les haya dicho que son «asesinos de bebés». Seguro que no lo dejan
porque alguien les diga que «arderán en el infierno» por trabajar en ese
negocio. Lo dejan porque ahora somos capaces de darles ayuda y sanación. Lo
dejan porque quieren algo mejor para sí mismos. Lo dejan porque por fin les
estamos ayudando a ver que nos preocupamos por ellos sinceramente.
NO SON NUESTRO ENEMIGO
Siempre necesitamos recordar que estos trabajadores no son nuestro
enemigo. Los abortistas no son nuestro enemigo. Nuestro enemigo es el pecado.
No importa lo maleducados que sean con nosotros, no importa lo que nos ignoren,
no importa cuántas veces nos digan que «nos busquemos un trabajo» o algo similar...
al final, terminarán dejándolo. Pero eso sólo ocurrirá si nosotros somos Cristo
para ellos. No tenemos que predicarles. Recuerdo que una vez escuché que «Dios
es un caballero». Dios no se impondrá a alguien, y nosotros tampoco deberíamos.
Rezad. Sed amables. Amadlos. Y si no creéis que podáis amarlos, alejaos
de ellos. Lo único que hará que un trabajador del aborto permanezca más tiempo
en ese negocio es un provida que lo condene.
¿Qué pasaría si fuerais la razón de que un abortista girara a la izquierda
en vez de a la derecha? Podéis serlo. Doy gracias a Dios cada día de mi vida
por la gente que me hizo cambiar mi camino.
Abby Johnson
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