Noticia digital (07-X-2014)
El misionero javeriano Luis Pérez escribía este 4 de octubre a sus
hermanos de congregación desde Sierra Leona, donde la epidemia del ébola sigue
preocupando a todos.
«Desde la última vez que os mandé noticias la realidad de país no ha
cambiado mucho. Se podría decir que está estabilizada en unos niveles más bien
altos de afectados y muertos; el distrito de Bombali, donde está Makeni, es uno
de los más afectados, aunque ahora el número de muertos se ha reducido un poco.
Como distrito está aislado, no se puede entrar ni salir sin un permiso especial
que no es fácil de conseguir.
La persistencia de la presencia del ébola, su irradiación, su
mortalidad, el que estén llegando afectados a países occidentales... están
causando el efecto positivo de una mayor reacción de todos para tratar de
contener esta pandemia que ya no está tan localizada, como antes, sólo en
África Occidental; esperemos que esa reacción sea rápida y con los medios
necesarios, ya que hay entendidos que piensan que si no se actúa más rápido en
cuestión de localización y aislamiento de los afectados por el virus, en poco
tiempo los muertos podrían llegar a más de 20.000 (ahora se estiman en más de
6.000), cifras aleatorias y difíciles de confirmar, pero indicativas de una
realidad actual y de una tendencia futura.
Los más afectados son el personal sanitario, en los tres países más
afectados han muerto unos 375 entre médicos, enfermeras y asistentes
sanitarios; de ellos, 112 en Sierra Leona. También se estima que, en los tres
países, ya hay más de 3.700 huérfanos por causa del ébola, con el agravante,
cosa que no es usual en África, que quedan casi abandonados al ser
estigmatizados por el miedo a la enfermedad.
En estas últimas semanas, se están incrementando los esfuerzos, medidas
y medios para atajar lo antes posible los efectos del virus. Por parte de las
autoridades hay más control, más seguimiento, más medidas de aislamiento, más
personal a disposición que ha sido entrenado para ello, más lugares disponibles
para aislamiento y seguimiento; por parte de la comunidad internacional, algunas
naciones están mandado dinero, entre ellas España; están llegando a Sierra
Leona numerosos grupos de médicos-enfermeras-asistentes sanitarios de Cuba,
Rusia, Gran Bretaña, España y otras. La Cruz Roja Española ha montado un
hospital de campaña en Kénema, una de las zonas más afectadas, está muy bien
organizado, con personal y medios. La Directora del proyecto ha tenido la
atención de llamarnos a los españoles para ponerse a nuestra disposición y
ofrecernos los servicios del hospital, añadiendo que espera que no sean
necesarios.
Los ánimos siguen discretamente bien, aunque parece que la cosa se hace
larga y están un poco más apagados, pero poco, poco; lo malo es que vayas donde
vayas la conversación es monotemática: el ébola, los detectados, los dados de alta
o muertos del día anterior en la ciudad y en el distrito... Pero se aprovecha
para animar a la esperanza, a la prudencia y a la ayuda recíproca y, sobre
todo, con los afectados y sus familias. Por lo tanto, aquí seguimos:
recordarnos, rezad por nosotros y, sobre todo, por la gente, y que tratemos de
poner buena cara al mal tiempo para que no nos vaya peor.
Lo de Manuel ha sido una tragedia inesperada. El Hospital había pasado
con anterioridad un período peor: centenares de infectados, varios muertos... Por
eso lo habían cerrado, puesto en cuarentena, desinfectado, fumigado..., unos
días antes de lo de Manuel, había sido abierto para emergencias: ni consultas
normales, ni operaciones, ni ingresos. Parece que atendió a tres o cuatro
personas y operó a una (todo dentro de la emergencia), y en ello le fue la
vida. Tenía que haberse marchado a España para controles médicos a primeros de
septiembre, pero prefirió retrasar el viaje dada la situación general y del
hospital.
En estos dos últimos meses le vi cuatro veces. En una me contaba con
gran alegría que ya habían pasado los 21 días desde que murió una de las
enfermeras que era asistente suya, que esos días se le habían hecho meses pero,
que gracias a Dios, estaba bien y no había contraído el ébola... ¿quién iba a
decir lo que pasaría tres semanas después? Ha sido una gran pérdida como
persona amigable y como médico competente, intuitivo, con ojo clínico, sin
horario... el horario lo marcaba la llegada del enfermo y la necesidad de una
operación urgente. Era de modales acogedores, tranquilos, sonrientes,
pacientes; todos lo hemos sentido mucho. Murió como vivió, y ahora seguro que
estará contento viviendo en comunión con el que siempre amó y sirvió. Seguro
que lo que menos le gusta, siendo como era, es lo del eterno descanso».
OMP
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