Sigo con mis consideraciones
acerca del post de ayer sobre la homosexualidad. La doctrina ha sido dejada
clara. La doctrina ha sido repetida, remarcada, profundizada y recordada una y
otra vez. ¿No habrá llegado el momento de fijarnos en otros aspectos? ¿Existe
el verdadero amor entre homosexuales? ¿Tiene algún valor la fidelidad entre
ellos? ¿Da lo mismo la promiscuidad que la unión en el cariño entre gays?
Creo que son muchos los católicos
que, de buena fe, creen sentirse en la obligación moral de responder a todo con
un NO absoluto. Como si ese campo fuera el único campo en el que no caben
matices, el único campo en el que nada bueno puede crecer.
Hace dos siglos, nuestra práctica ecuménica hubiera sido vista como una
traición a la ortodoxia. Hoy día sabemos que eso no es así. Podemos ser
ecuménicos y no traicionar la sagrada tradición que hemos recibido. Estoy
convencido de que debemos empeñarnos en un esfuerzo para lograr un abrazo
universal a todos sin negar la doctrina. Al final, todo se reduce a algo muy
sencillo: la Iglesia que enseña pero que abraza a todos.
P.
FORTEA
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