jueves, 2 de octubre de 2014

EL PAPA ABORDA EN SU CATEQUESIS EL SIGNIFICADO DE LOS CARISMAS DE LA IGLESIA


«El carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo». Así ha explicado el Santo Padre la esencia del carisma desde la perspectiva cristiana, tema protagonista de la tradicional catequesis de los miércoles que imparte el Papa en la Audiencia

Noticia digital (01-X-2014)


¿Qué es exactamente un carisma? Con esta pregunta ha comenzado el Papa Francisco su catequesis este miércoles, dentro de la serie de charlas sobre la Iglesia con que ha iniciado el curso.

«¿Cómo podemos reconocerlo y recibirlo? ¿El hecho que en la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de carismas, debe ser visto en sentido positivo, como una bella cosa o más bien como un problema?». Responde el Santo Padre que, en la perspectiva cristiana, el carisma es mucho más que una cualidad personal o una predisposición. «El carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo. Y es un don que es dado a alguien, no porque sea más bueno que los otros o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que, con la misma gratuidad y el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la entera comunidad, para el bien de todos». Explica el Papa que, hablando en modo «humano», se dice que Dios da una cualidad, no para que esa persona la disfrute para sí misma, sino para que la ponga al servicio de toda la comunidad. A ese servicio a la comunidad se ha referido Francisco al señalar a una asociación que se dedica a cuidar a niños con minusvalía, a la que el Papa había saludado antes de la Audiencia en el Aula Pablo VI. «Estos hombres, estas mujeres tienen el carisma de cuidar a los niños discapacitados. Esto es un carisma».

IMPORTANTES E INSUSTITUIBLES

El Papa ha recordado que el descubrimiento o reconocimiento de un carisma debe hacerse siempre en comunidad, no de manera individual. Es «en el seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos». Al referirse a la diversidad de carismas, el Papa habla de la belleza de esa experiencia, de cuántos dones del Espíritu colman a la Iglesia. «Esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer armoniosa, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia: ¡el mismo Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe abrirse al gozo y debemos pensar: ¡Qué cosa tan bella! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único. ¡Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de envidia, de división, de celos! Como recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible.

Igual que en la comunidad cristiana necesitamos los unos de los otros, todo don recibido, señala el Papa, se actúa plenamente cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. «¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de aquel sentido sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo, para que, juntos, todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida».

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

Antes de terminar, el Papa ha recordado la figura de Santa Teresa del Niño Jesús, cuyo carisma fue, el final, el amor. «Dijo esta bella frase: en el corazón de la Iglesia yo seré el amor. Este carisma, lo tenemos todos, ¡la capacidad de amar!».

Radio Vaticana / Alfa y Omega

[Texto completo de la catequesis del Papa]

«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Desde el inicio el Señor ha colmado a la Iglesia con los dones de su Espíritu, haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones del Espíritu Santo. Entre estos dones, se distinguen algunos que resultan particularmente preciosos para la edificación y el camino de la comunidad cristiana: se trata de los carismas. En esta catequesis sobre la Iglesia nos preguntamos: ¿qué es exactamente un carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y recibirlo? Y sobre todo: ¿el hecho que en la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de carismas, debe ser visto en sentido positivo, como una bella cosa o más bien como un problema?

En el lenguaje común, cuando se habla de carisma se entiende a menudo un talento, una habilidad natural. Se dice esta persona tiene un especial carisma para enseñar. Es un talento que tiene. Así, frente a una persona particularmente brillante y cautivadora, se suele decir: es una persona carismática. ¿Qué significa? No sé, pero es carismática.

Pero, en la perspectiva cristiana, el carisma es mucho más que una cualidad personal, que una predisposición con la cual se puede estar dotados: el carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo. Y es un don que es dado a alguien no porque sea más bueno que los otros o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que, con la misma gratuidad y el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la entera comunidad, para el bien de todos. Hablando un poco en modo humano, se dice así: Dios da esta cualidad, este carisma a esta persona pero no para sí misma sino para que esté al servicio de toda la comunidad. Hoy antes de llegar a la plaza, he recibido tantos, tantos niños minusválidos, en el aula Pablo VI. Había tantos. Una asociación que se dedica al cuidado de estos niños. ¿Qué es? Esta asociación, estos hombres, estas mujeres tienen el carisma de cuidar a los niños discapacitados. Esto es un carisma.

Una cosa importante que debe ser inmediatamente subrayada es el hecho de que uno no puede entender solo si tiene un carisma y cuál. Cuántas veces hemos escuchado personas que dicen yo tengo esta cualidad, yo sé cantar muy bien. Y nadie tiene el coraje de decirle: ¡mejor que estés callado, porque nos atormentas a todos cuando cantas! ¡Nadie puede decir yo tengo este carisma! Es dentro de la comunidad donde brotan y florecen los dones con los cuales nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos.

Cada uno de nosotros, por lo tanto, es justo que se pregunte: ¿hay algún carisma que el Señor ha hecho nacer en mí, que el Señor ha hecho nacer en mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos en la comunidad cristiana han reconocido y alentado? ¿Y cómo me comporto yo con respecto a este don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos o bien lo descuido y termino por olvidarlo? O quizás ¿se transforma para mí en motivo de orgullo, al punto que me lamento siempre de los otros y pretendo que en la comunidad se haga a mi modo? Son preguntas que nos debemos hacer. Si hay un carisma en mí, si este carisma es reconocido por la Iglesia, y si estoy contento con este carisma o tengo un poco de celos de los carismas de otros y quiero tener aquel carisma. ¡No! El carisma es un don. Solamente Dios lo da.

La experiencia más bella, sin embargo, es descubrir de cuántos carismas diferentes y de cuántos dones de su Espíritu el Padre colma a su Iglesia. Esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer armoniosa, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia: ¡el mismo Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe abrirse al gozo y debemos pensar: ¡Qué cosa tan bella! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único. ¡Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de envidia, de división, de celos! Como recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible. Esto significa que en la comunidad cristiana nosotros necesitamos los unos de los otros, y todo don recibido se actúa plenamente cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. ¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de aquel sentido sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo, para que, juntos, todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida. Hoy la Iglesia festeja la memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, esta santa que murió a los 24 años y que amaba tanto a la Iglesia. Quería ser misionera, ¡pero quería tener todos los carismas! Ella decía: yo quisiera hacer esto, esto y esto…¡quería todos los carismas! Fue a la oración y sintió que su carisma, era el amor. Y dijo esta bella frase: ‘en el corazón de la Iglesia yo seré el amor’. Este carisma, lo tenemos todos, ¡la capacidad de amar! Pidamos hoy a Santa Teresa del Niño Jesús, esta capacidad de amar tanto a la Iglesia ¡de amarla tanto! Y de aceptar todos aquellos carismas, con este amor de hijos de la Iglesia, de nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica».

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