«El carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la
acción del Espíritu Santo». Así ha explicado el Santo Padre la esencia del
carisma desde la perspectiva cristiana, tema protagonista de la tradicional
catequesis de los miércoles que imparte el Papa en la Audiencia
Noticia digital (01-X-2014)
¿Qué es exactamente un carisma? Con esta pregunta ha comenzado el Papa Francisco su catequesis este
miércoles, dentro de la serie de charlas sobre la Iglesia con que ha iniciado
el curso.
«¿Cómo podemos reconocerlo y recibirlo? ¿El hecho que en la Iglesia haya
una diversidad y una multiplicidad de carismas, debe ser visto en sentido
positivo, como una bella cosa o más bien como un problema?». Responde el Santo
Padre que, en la perspectiva cristiana, el carisma es mucho más que una
cualidad personal o una predisposición. «El carisma es una gracia, un don
prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo. Y es un don
que es dado a alguien, no porque sea más bueno que los otros o porque se lo
haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que, con la misma gratuidad y
el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la entera comunidad, para el bien
de todos». Explica el Papa que, hablando en modo «humano», se dice que Dios da
una cualidad, no para que esa persona la disfrute para sí misma, sino para que
la ponga al servicio de toda la comunidad. A ese servicio a la comunidad se ha
referido Francisco al señalar a una asociación que se dedica a cuidar a niños
con minusvalía, a la que el Papa había saludado antes de la Audiencia en el
Aula Pablo VI. «Estos hombres, estas mujeres tienen el carisma de cuidar a los
niños discapacitados. Esto es un carisma».
IMPORTANTES E INSUSTITUIBLES
El Papa ha recordado que el descubrimiento o reconocimiento de un
carisma debe hacerse siempre en comunidad, no de manera individual. Es «en el
seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor
por todos sus hijos». Al referirse a la diversidad de carismas, el Papa habla
de la belleza de esa experiencia, de cuántos dones del Espíritu colman a la
Iglesia. «Esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son
todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer
armoniosa, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. El
mismo Espíritu que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia:
¡el mismo Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe
abrirse al gozo y debemos pensar: ¡Qué cosa tan bella! Tantos dones
diferentes, porque somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único.
¡Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de envidia, de división,
de celos! Como recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios,
capítulo 12, todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al
mismo tiempo, ninguno es insustituible.
Igual que en la comunidad cristiana necesitamos los unos de los otros,
todo don recibido, señala el Papa, se actúa plenamente cuando es compartido con
los hermanos, por el bien de todos. «¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia,
en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse:
es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de aquel sentido
sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo, para que, juntos,
todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en
nuestra vida».
SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS
Antes de terminar, el Papa ha recordado la figura de Santa Teresa del
Niño Jesús, cuyo carisma fue, el final, el amor. «Dijo esta bella frase: en
el corazón de la Iglesia yo seré el amor. Este carisma, lo tenemos todos,
¡la capacidad de amar!».
Radio Vaticana / Alfa y Omega
[Texto completo de la catequesis del Papa]
«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Desde el inicio el Señor ha colmado a la Iglesia con los dones de su
Espíritu, haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones del Espíritu
Santo. Entre estos dones, se distinguen algunos que resultan particularmente
preciosos para la edificación y el camino de la comunidad cristiana: se trata
de los carismas. En esta catequesis sobre la Iglesia nos preguntamos: ¿qué es
exactamente un carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y recibirlo? Y sobre todo:
¿el hecho que en la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de
carismas, debe ser visto en sentido positivo, como una bella cosa o más bien
como un problema?
En el lenguaje común, cuando se habla de carisma se entiende a
menudo un talento, una habilidad natural. Se dice esta persona tiene un
especial carisma para enseñar. Es un talento que tiene. Así, frente a una
persona particularmente brillante y cautivadora, se suele decir: es una
persona carismática. ¿Qué significa? No sé, pero es carismática.
Pero, en la perspectiva cristiana, el carisma es mucho más que una
cualidad personal, que una predisposición con la cual se puede estar dotados:
el carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción
del Espíritu Santo. Y es un don que es dado a alguien no porque sea más bueno
que los otros o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para
que, con la misma gratuidad y el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la
entera comunidad, para el bien de todos. Hablando un poco en modo humano, se
dice así: Dios da esta cualidad, este carisma a esta persona pero no para sí
misma sino para que esté al servicio de toda la comunidad. Hoy antes de llegar
a la plaza, he recibido tantos, tantos niños minusválidos, en el aula Pablo VI.
Había tantos. Una asociación que se dedica al cuidado de estos niños. ¿Qué es?
Esta asociación, estos hombres, estas mujeres tienen el carisma de cuidar a los
niños discapacitados. Esto es un carisma.
Una cosa importante que debe ser inmediatamente subrayada es el hecho de
que uno no puede entender solo si tiene un carisma y cuál. Cuántas veces hemos
escuchado personas que dicen yo tengo esta cualidad, yo sé cantar muy bien.
Y nadie tiene el coraje de decirle: ¡mejor que estés callado, porque nos
atormentas a todos cuando cantas! ¡Nadie puede decir yo tengo este
carisma! Es dentro de la comunidad donde brotan y florecen los dones con
los cuales nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad donde se aprende
a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos.
Cada uno de nosotros, por lo tanto, es justo que se pregunte: ¿hay
algún carisma que el Señor ha hecho nacer en mí, que el Señor ha hecho nacer en
mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos en la comunidad cristiana
han reconocido y alentado? ¿Y cómo me comporto yo con respecto a este
don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos o bien lo
descuido y termino por olvidarlo? O quizás ¿se transforma para mí en motivo de
orgullo, al punto que me lamento siempre de los otros y pretendo que en la
comunidad se haga a mi modo? Son preguntas que nos debemos hacer. Si hay un
carisma en mí, si este carisma es reconocido por la Iglesia, y si estoy
contento con este carisma o tengo un poco de celos de los carismas de otros y
quiero tener aquel carisma. ¡No! El carisma es un don. Solamente Dios lo da.
La experiencia más bella, sin embargo, es descubrir de cuántos carismas
diferentes y de cuántos dones de su Espíritu el Padre colma a su Iglesia. Esto
no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos
que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer armoniosa, en la
fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu
que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia: ¡el mismo
Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe abrirse al
gozo y debemos pensar: ¡Qué cosa tan bella! Tantos dones diferentes, porque
somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único. ¡Ay, entonces,
si estos dones se convierten en motivo de envidia, de división, de celos! Como
recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12,
todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo,
ninguno es insustituible. Esto significa que en la comunidad cristiana nosotros
necesitamos los unos de los otros, y todo don recibido se actúa plenamente
cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. ¡Esta es la
Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en
comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei,
de aquel sentido sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo,
para que, juntos, todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a
seguir a Jesús en nuestra vida. Hoy la Iglesia festeja la memoria de Santa
Teresa del Niño Jesús, esta santa que murió a los 24 años y que amaba tanto a
la Iglesia. Quería ser misionera, ¡pero quería tener todos los carismas! Ella
decía: yo quisiera hacer esto, esto y esto…¡quería todos los carismas! Fue a la
oración y sintió que su carisma, era el amor. Y dijo esta bella frase: ‘en el
corazón de la Iglesia yo seré el amor’. Este carisma, lo tenemos todos, ¡la
capacidad de amar! Pidamos hoy a Santa Teresa del Niño Jesús, esta capacidad de
amar tanto a la Iglesia ¡de amarla tanto! Y de aceptar todos aquellos carismas,
con este amor de hijos de la Iglesia, de nuestra Santa Madre Iglesia
jerárquica».
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