En nuestras vidas…, todos tenemos
unas escalas de valores totalmente desequilibradas. Exactamente nade tiene una
correcta y verdadera noción de lo que es importante y lo que es accesorio en el
desarrollo de su vida humana Desde que nacemos hasta el último momento de
nuestras vidas terrenales, no nos llegamos a aclarar y vamos dando tumbos de
acuerdo con los aires que más nos soplan. Y es el caso, de que todos fuimos
creados, precisamente por medio de un soplo, un soplo divino de carácter
creador que recibimos precisamente en el vientre de nuestra madre en el
instante en que fuimos concebidos.
Y salimos
al mundo y durante unos breves años fuimos niños inocentes, pronto perdimos la inocencia,
porque otros soplos malsanos nos robaron la inocencia y pronto tuvimos que
participar de lo que nunca nadie nos habló, de nuestra vida humana.
Nuestra
vida humana, tiene dos vertientes claramente diferenciadas, una es la vida
corporal referida a los deseos, atenciones y necesidades de nuestro cuerpo y
otra es la vida espiritual referida a los deseos atenciones y necesidades de
nuestra alma. Por la cuenta que nos tiene, más nos vale ocuparnos de nuestra
alma que al ser miembro del orden espiritual superior, es incorruptible y para
bien o para mal nunca fenecerá. Pero si fenecerá dentro de muy poco tiempo,
porque cien años es nada encuadrándolos en la eternidad, nuestro cuerpo materia.
Hoy en
día nuestra condición de persona es unitaria, porque cuerpo y alma los
necesitamos para tener la condición de ser humano, pues sin esta condición
unitaria, nunca podríamos llegar a nuestro destino final, que es la casa del
Padre. En esta etapa de nuestra vida el cuerpo es un medio que el alma tiene,
para dominando sus apetitos y deseos podamos purificar nuestra alma y hacerla
digna de ocupar su puesto en el Reino de Dios que es su creador.
Ahora
cuerpo y alma forman un todo, que solo se romperá con la desaparición del
cuerpo consumido y su descomposición como pura materia que este es. Este todo
unido se asemeja al agua y al aceite vertidos en un vaso, ambos forman un todo
que ocupan el vaso, pero nunca acaban de unirse porque pertenecen a dos órdenes
distintos, el alma pertenece, al superior orden del espíritu y el cuerpo al
inferior orden de la materia. Por mucho que agitemos el agua y el aceite,
siempre el aceite quedará encima. Nosotros por mucho que cuidemos nuestro
cuerpo olvidándonos de nuestra alma, ella existirá siempre y nuestro cuerpo
no.Nuestra alma es la que gobierna nuestros destino final no nuestro cuerpo.
Bien
es verdad,, que aquellos que alcancen la Casa del Padre, recibirán un cuerpo
glorioso como Nuestro Señor Jesucristo. Desde luego que este cuerpo será
completamente distinto al actual. Exactamente no sabemos cómo será, este cuerpo
glorioso, pero dadas las condiciones y cualidades de un cuerpo glorioso, ellas
nos hacen pensar que más bien será sino un cuerpo puramente espiritual, si será
un cuerpo que tendrá mucho del orden del espíritu. San Pablo nos dice: “42 Lo mismo pasa con la
resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán
incorruptibles; “43 se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se
siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; 44 se siembran cuerpos
puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo
puramente natural y hay también un cuerpo espiritual”. (1Cor 15,42-44)
En nuestra escala de valores, nuestra categoría absoluta que hemos de
conservar alimentar y desarrollar, es sin duda alguna nuestra alma, porque si
somos criaturas eternas, esa eternidad es la de nuestra alma no la de nuestro
cuerpo. Nosotros somos más alma que cuerpo y si somos la gloria de Dios que lo somos no es por nuestros cuerpos
sino por nuestras almas, que fueron creadas por el soplo divino, por el aliento
de Dios.
En el Génesis se puede leer: “Dios formó al hombre con polvo del suelo e
insufló en sus narices el aliento de la vida y resultó el hombre un ser
viviente”. (Gn. 2,7). Vivimos, nos dice Henry Nouwen, porque compartimos el
aliento de Dios, la vida de Dios, la gloria de Dios. La pregunta no es tanto ¿cómo vivir para la gloria de
Dios? sino ¿cómo vivir lo que somos?, cómo hacer verdadero nuestro ser más “Yo soy la gloria de Dios”. Haz de
este pensamiento el centro de tu meditación, para que lentamente se convierta
no solo en idea sino en realidad viva. Tú eres el lugar en que Dios eligió
habitar... y la vida espiritual no es otra cosa que permitir que exista el
espacio en que Dios pueda morar en mí, crear el espacio en que su gloria pueda
manifestarse.
Que ese
espacio de tu alma, donde se instaló la Santísima Trinidad, el mismo día en que
adquiriste la condición de Hijo de Dios y heredero de su Gloria, nunca se
encuentre vació por haberlo abandonado la Santísima Trinidad, como cómo
consecuencia de un pecado mortal tuyo. Porque es a tu propia alma a la que has
matado con tu pecado.
La solución bien la conoces, se llama arrepentimiento y confesión, así repones todo al estado anterior a tu pecado. Obtienes nuevas gracias divinas para seguir caminando y sobre todo vuelves otra vez a ser la gloria de Dios el lugar especial que Dios ha escogido para habitar en este mundo y te digo especial, porque todos nosotros somos algo muy especial para Dios.
La solución bien la conoces, se llama arrepentimiento y confesión, así repones todo al estado anterior a tu pecado. Obtienes nuevas gracias divinas para seguir caminando y sobre todo vuelves otra vez a ser la gloria de Dios el lugar especial que Dios ha escogido para habitar en este mundo y te digo especial, porque todos nosotros somos algo muy especial para Dios.
A los
ojos de Dios, cada uno de nosotros somos únicos, criaturas creadas, para dar
curso a un deseo de amor divino en este mundo, con una misión específica que
realizar, que nadie más que uno mismo, puede realizar, porque nadie más que uno
mismo goza de un amor divino personalizado hasta un extremo que ahora no
comprendemos y cuando lo entendamos tendremos más conciencia del amor
personalísimo que Dios nos tiene.
Démonos
cuenta, que de la misma forma que no hay dos cuerpos iguales y que cada día se
descubren más elementos de nuestros cuerpos que son distintos en cada ser
humano, sea por ejemplo las huellas digitales, el iris de nuestros ojos, las
venas de nuestras manos, la cadena el adn de nuestros genes y en nuestro
exterior, a la vista de nuestros ojos, tenemos que todos tenemos un distinto
aspecto físico.
Y todo
esta desigualdad que sucede con nuestros cuerpos, sucede también con nuestras
almas a los ojos de Dios, todas son tan diferentes como lo son nuestros cuerpos
No pensemos nunca que como consecuencia de nuestras limitaciones humanas, para
Dios solo somos parte de una masa humana, como lo es para nosotros la
generalidad de los seres humanos, conocido y no diga ya nada de los
desconocidos. Dios es un Ser espiritual puro, que como parte de su simplicidad
total es ilimitado en todo, sea en su omnipotencia u omnisciencia. Y cada una
de nosotros somos criaturas especiales para Él
Mi más
cordial sudo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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