viernes, 19 de septiembre de 2014

DE ESE FRAILE GRACIAS AL CUAL EL QUIJOTE PUDO VER LA LUZ


Sí, porque un día como hoy, 19 de septiembre, pero del año 1580, hace pues hoy exactamente 434 años, en tierras argelinas la orden trinitaria remataba el rescate de cuarenta y siete cautivos, entre los cuales un manco que había perdido el brazo en la famosa batalla de Lepanto que puso fin al poderío otomano en el Mediterráneo, de nombre Miguel de Cervantes Saavedra, quien, veinticinco años más tarde, en 1605, publicaría la que se tiene por la más grande de las novelas escritas en español y una de la grandes obras literarias de la historia, “Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Pero ese gran hito en la historia de la orden trinitaria, y como ocurre siempre en todas las grandes obras de la humanidad, tiene un nombre propio, el de una persona de carne y hueso que, a fin de cuentas, es el que la hace posible, nombre que en este caso, no es otro que el del fraile trinitario Fray Juan Gil.

Gil Gutiérrez, que tal es su nombre de pila, nace en Arévalo, en la provincia de Ávila, el 25 de noviembre de 1531. Su padre, de nombre Luis, es un tejedor, por lo que hay que suponerle una cuna tirando a humilde. Tras ingresar en el convento arevelense de la Orden Trinitaria fundada por San Juan de Mata (pinche aquí para conocer todo sobre la figura y obra de este santo sin par), termina con 19 años su noviciado, es enviado a Valladolid a estudiar filosofía, y a Salamanca a estudiar teología. Tras tomar el hábito trinitario con el nombre de Juan Gil, es nombrado Secretario Provincial de la Provincia de Castilla y en 1578, a los 47 años de edad, Procurador General de España.

Por entonces, el Ministro General de la orden, Fr. Bernardo Dominici, toma en un capítulo conjunto de las provincias de Castilla y Andalucía celebrado en Granada la decisión de organizar una nueva de esas redenciones que constituyen el carisma fundacional de la obra, y el 21 de mayo de 1579, el Consejo Provincial de Castilla reunido en Medina del Campo, nombra a Fr. Juan Gil, a la sazón Procurador General, Redentor General.

Según la costumbre de la Orden Trinitaria, lo primero que hace nuestro fraile es proceder a la recaudación de los fondos que posibiliten la misión, trabajo en el que no repara en viajar incluso a América. Finalmente, en la recaudación participará el mismísimo Felipe II con 190.000 maravedíes, a los que añadir las aportaciones de los propios conventos trinitarios, el Consejo Real de Indias, el Consejo de las Órdenes Militares, el Obispo de Lugo, el legado dejado para la redención de cautivos por Francisco de Carabanchel, y las colectas realizadas en muchas ciudades de Castilla y Andalucía. La propia madre y hermana de Cervantes realizan generosas aportaciones.

El 22 de mayo de 1580 nuestro Fr. Juan Gil, acompañado de Fr. Antón de la Bella, zarpa de El Grao de Valencia. Nueve días después, se presentan al gobernador de Argel, Hassan Bashá, quien de entrada, les exige una tasa del 10% como derecho de entrada en la ciudad. Sufren el robo parcial de un arca con 8.000 ducados.

El 12 de junio se lleva a cabo la primera redención: ciento once cautivos que embarcan con Fr. Antón de la Bella para Valencia, donde realizan la preceptiva procesión desde el convento trinitario de Nuestra Señora del Remedio hasta la Catedral, portando el escapulario trinitario que identifica a los cautivos liberados.

Fr. Gil, por su parte, permanece en Argel donde junto con la de importantes reliquias, entre las cuales una espina de la corona de Cristo, robadas a los Marqueses de Ayamonte por corsarios turcos, consigue la redención de otros cuarenta y dos cautivos. En este grupo, un marinero de treinta y tres años de edad, por nombre Miguel de Cervantes, que había sido apresado en la goleta Sol el 26 de septiembre de 1575 por el pirata Arnaut Mami, cerca de Marsella y conducido, junto a su hermano Rodrigo y otros, a Argel, donde se mostrará correoso prisionero, organizando hasta cuatro planes de fuga. El rescate de Cervantes resultará especialmente complicado: propiedad del mismísimo gobernador, su precio se fija en 500 ducados en oro. Todo lo cual consta fehacientemente en el acta que levanta Fr. Gil el 19 de septiembre.

El tema será ampliamente tratado por el padre del Quijote en su comedia “El trato de Argel”, escrita hacia el año 1584, en la que dedica estas palabras a su redentor:

“Albricias, caro Aurelio, que es llegado un navío de España; y todos dicen que es de limosna, cierto; en el cual viene un fraile trinitario, cristianísimo, amigo de hacer bien y conocido, porque ha estado otra vez en esta tierra rescatando cristianos, y da ejemplo de mucha cristiandad y gran prudencia. Su nombre es Fray Juan Gil”.

Muchos años después, en 1608, cuando ya había escrito el Quijote, se funda en el convento madrileño de los trinitarios descalzos la Esclavonía del Santísimo Sacramento, en la que Cervantes ingresa al año siguiente. Y en el convento trinitario, en el que por cierto, se buscan por estos días los restos del gran Manco de Lepanto, se hará enterrar, cosa que ocurrirá cuando el 23 de abril de 1616 se produce su óbito.

En cuanto a nuestro protagonista, en 1583, en compañía esta vez de Fr. Francisco Girón, vuelve de nuevo a Argel, realizando una nueva redención de hasta ciento cuarenta y siete cautivos. Hallándose en la preparación de una tercera redención, le aquejan unas fiebres, y reemplazado por Fr. González Alonso como Redentor General, es enviado al convento de Arévalo en el que comenzara su andadura trinitaria, para descansar. En su famosa biblioteca pasaría, sin duda, Fr. Gil, muchos momentos de sus últimos días, sin presenciar, para su fortuna, el saqueo y la destrucción a los que será sometido durante la Guerra de la Independencia, su desamortización en 1843, y la ruina y abandono en los que actualmente se halla.

La crónica del Padre Vega, religioso contemporáneo de Fr. Juan Gil, sitúa el óbito de nuestro fraile el 8 de julio de 1587, a la temprana edad de cincuenta y cinco años. Calles en Madrid, en Alcalá de Henares y en su natal Arévalo, portan su nombre. Pero si alguien está en deuda con nuestro fraile, ese tal no es otro que el Caballero de la Triste Figura, por nombre Alonso de Quesada, cuyas andaduras no habrían conocido la luz de no ser porque un frailecillo de Arévalo por nombre Juan Gil negociara con sabiduría la liberación de quien era su padre intelectual, D. Miguel de Cervantes Saavedra.

Y por hoy poco más, salvo esperar hayan disfrutado con la biografía de este gran español del siglo de oro patrio y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Hasta mañana.

Luis Antequera

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