viernes, 5 de septiembre de 2014

APRECIAR LA SINGULARIDAD DIVINA

¿Y qué es, lo que esto quiere decir?… Veamos: Del término singularidad, el DRAE, nos dice que singularidad, es: La distinción o separación de lo común. Y esto es precisamente lo que hace el Señor en su trato con nosotros, separarnos de los demás y darnos a todos y cada uno de nosotros, un trato singular, un trato especial, como si fuésemos cada uno de nosotros, la única persona existente en la creación por Él realizada.

Todos somos singulares y todos queremos, que se nos den un trato de acuerdo con nuestra singularidad. A nadie nos gusta que nos den un trato, generalizado, y sin embargo aquí, en este mundo, eso es lo que recibimos todos. Recibimos el trato generalizado, que se le da en esta vida, a todos los que aquí estamos, porque para este mundo todos somos, un miembro más de una masa de personas. Y esto es así y no puede ser de otra forma ningún gobernante tiene ni puede tener la capacidad omnisciente y omnipotente que tiene Dios. Frente a este trato igualitario, nos sublevamos, y deseamos, y no ya por puras razones de soberbia, sino por razones de dignidad, que se nos singularice, que se nos tenga en cuenta nuestra distinta personalidad y sobre todo nuestra dignidad de persona, es decir que se nos reconozca aquello de lo que somos poseedores, no materialmente hablando, sino por razón de nuestra alma espiritual. Nadie quiere ser borrego de una manada y sin embargo esto es lo que somos, sobre todo en orden a la estructura política de las naciones.

Para remediar esta situación, en parte creada por los principios de la revolución francés, tratándose. de paliarse los efectos, de la falta de un trato singular en el mundo, el hombre, que no acepta ser miembro de una manada de borregos, ha echado mano del dios dinero, ya que dado su sentido materialista de la vida, siempre cree que este dios dinero todo lo arregla, y a nacido el hombre VIP, del inglés Very important person, que ha creado una titulación social, que da origen a lo que los periodistas denominan, la high o Jet society Antiguamente se rompía la pertenencia a la manada, mediante los títulos nobiliarios y las condecoraciones, que son lo propio de un sistema político de monarquía.

Y esto ocurre en el mundo, porque en él no existe nadie que pueda dar un trato singularizado a un conjunto de personas aunque estas no sean muchas. Por ejemplo todos sabemos que en el ejército, un general de división, que viene teniendo a su cargo entre 10.000 o 20.000 hombres, carece de la capacidad mental y posibilidad de tener un conocimiento completo de las hojas de servicios de cada uno de sus subordinados, uno por uno, y recordarlo todo lo que en ella se dice. Igual le sucede al director de una gran fábrica y también al que dirige una pequeña empresa. Para cualquier soldado u oficial, medio o superior, ya le gustaría que su general le apreciase su singularidad, igual que lo desea el obrero y los ingenieros de una fábrica.

Al ser humano como quiera que su capacidad mental es totalmente limitada, y tiene necesidad de dominar y comprender más de lo que la limitación de su capacidad mental le permite, ha inventado la realización de sus proyectos en series, ama la estandarización que es la antítesis de la singularidad, y el sistema de estandarización siempre le resulta cuando se enfrenta a elementos materiales, pero el sistema no le sirve cuando se trata de personas, porque estas, son siempre seres singulares. La materia se puede estandarizar pero no el espíritu.

Dios no tiene estos problemas, que si tenemos nosotros en atención a los atributos divinos, la omnisciencia y la omnipotencia divina. Es decir, el absoluto conocimiento que Dios tiene de todo y de tos nosotros, aunque seamos millones de seres y el poder divino. Nada es imposible para Dios Él todo lo domina. Y dadas estos atributos de Dios, resulta que todas las almas creadas por Dios son totalmente diferentes igual que los cuerpos que envuelven las almas. No existen dos almas iguales, todas son creadas por Dios pero con una continua desigualdad. Benedicto XVI cuando era cardenal Ratzinger escribió: “Cada hombre es un individuo único que no se repite nunca. Dios nos quiere a todos en nuestra singularidad irrepetible. Esto significa, por tanto, que llama a cada hombre sirviéndose de un concepto, que solo El conoce y pertenece exclusivamente a Él”.

Toda persona es única e irrepetible cada uno de nosotros tiene un camino singularísimo que recorrer. Desde el instante de nuestra creación individual, Dios implanta su dirección espiritual en lo más íntimo de nuestro ser. Y al hacerlo Dios nos consagra para Sí. Cada uno de nosotros hemos sido creados y estamos llamados a realizar algo que nadie más puede realizar, ahora, ni pudo realizar antes ni nadie podrá realizar después de nosotros, solo lo podemos realizar cad uno de nosotros, es algo irremplazable que será, nuestra contribución a la gloria de Dios.

Jean Lafrance nos dice que existe una llamada universal a la santidad, y que dentro de esta llamada universal, hay lugar para vocaciones diferentes…. Cada santo es llamado por Cristo a subrayar un aspecto de su misterio. Cada miembro del pueblo de Dios recibe una vocación particular, un nombre propio que es una llamada a una amistad única con Dios. Para cada uno de nosotros Dios tiene un nombre particular, un nombre que solo El conoce, con nosotros, y que nos liga con El y con la Iglesia. La salvación y la unión de nuestra alma con Dios es, en último extremo, un asunto personal; nadie puede sustituirnos en el trato con Dios

Y dado que cada uno tenemos un distinto camino espiritual para caminar hacia Dios, tenemos que descartar el tratar de seguir milimétricamente los pasos de otra alma aunque se trate de un gran santo. La grandeza de nuestra futura santidad está en ser nosotros mismos, los que amamos al Señor en forma diferente y en forma diferente y única cumplimos o tratamos de cumplir con su voluntad. Porque de la misma forma que, Dios nos ama de una forma diferente a todos y cada uno de nosotros, Él desea que nuestro amor a Él sea también único e irrepetible, como lo es el suyo a cada uno de nosotros.

Hay en los evangelios, una frase del Señor muy expresiva a estos efectos y que nos dice: "2 En la casa de mi Padre, hay muchas moradas; si no fuera así os lo diría, porque voy a prepararos el lugar”. (Jn 14,2). Cada morada está preparada para un amor singular y único, de Dios a cada uno de nosotros y se necesita una reciprocidad de amor, singular y único de nuestra parte para poder corresponder al amor divino.

Y para llegar a alcanzar ese amor singular y único que hemos de ofrecerle a Dios, es de tener presente, que este nace de nuestra oración en la que debemos de alcanzar, una relación personal de nosotros con Dios,

Y esta relación es diferente para cada uno de nosotros, por eso ninguna oración personal a Dios, es completamente parecida a otra.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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