El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas? Romanos 8:32
Si bien no tenemos aquí una promesa formal, sin embargo realmente lo es, y
más que una promesa, es un conglomerado de promesas: rubíes, esmeraldas y
diamantes engarzados en relicario de oro. La pregunta y respuesta de nuestro
texto en manera alguna pueden causar ansiedad en nuestro corazón.
¿Qué cosa podrá negarnos el Señor después de habernos dado a su propio
Hijo? Si tenemos necesidad de las cosas que hay en el cielo y en la tierra,
ciertamente nos las dará, porque si hubiese habido límite en los dones de su
amor, no habría entregado a su Unigénito.
¿De qué estoy necesitado en este momento? Sólo me queda pedírselo. Puedo
hacerlo en reiteradas instancias, mas no como si tuviera que arrancar por la
fuerza de la mano del Señor un don que se da de mala gana. Dios lo concede
gratuitamente. De su propia voluntad nos dio a su propio Hijo.
A buen seguro que a nadie se le hubiera ocurrido pedirle semejante don.
Si la fuerza fuera necesaria, tu pobre oración sería nula ante
su omnipotencia; empero su amor, a manera de manantial, brota de su corazón y
es sobreabundante para satisfacer todas tus necesidades.
Hoy estoy seguro de que no estoy desamparado, sino que el Eterno está a
mi lado para fortalecerme y no negarme su bondad y amor.
Señor,
Gracias por darme lo más preciado del mundo y la eternidad. Tu amado hijo.
Gracias Señor, hoy se que aunque tenga necesidades…ninguna de ellas estará
desatendida por tu amor y misericordia. Amén.
Charles Spurgeon
Libro De Cheques del Banco de La Fe.
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