sábado, 23 de junio de 2012

¡YA ME GUSTARÍA A MI, TENER TU FE...!


A los que tenemos fe, a más de uno nos han dicho: ¡Ya me gustaría a mí, tener tu fe…! Y te lo dicen de la misma forma que si tienes un Ferrari, y te dicen: ¡Vaya coche, ya me gustaría a mí, tener uno así! Esto le hace a uno pensar: A ver si se cree este, que la fe es algo que se adquiere con esfuerzo por parte del que la tiene y que ha sido mucho el trabajo que he tenido que hacer para obtenerla. Y ocurre, que no suceden las cosas de la misma forma en el mundo del espíritu, que como generalmente suceden en el mundo material, donde comprar un Ferrari, representa tener dinero sobrante para permitirse ese derroche y haber tenido que trabajar mucho para obtener ese dinero…, ¡o no! claro está, si es que uno es rico por herencia, o por otras razones que no digo pero todos nos imaginamos. Hay personas que piensan que tener fe, es el fruto de ímprobos trabajos de estudios y trabajos teológicos y filosóficos. Y piensan que así los curas tienen fe, porque dedican muchos años a estudiar los temas de la fe.

Lo que ignoran esta clase de personas, es que no todo el mundo piensa como ellos, porque hay otras personas que tienen fe, más o menos robusta, y saben que a ellas no les ha costado ningún trabajo obtenerla, porque tener fe y amar a Dios, es el trabajo más sencillo que existe en el mundo y sobre todo, es el más y mejor renumerado de todos. Nada en la vida espiritual, es complejo o trabajoso, todo es tremendamente sencillo y gratificante. Y esto es así y funciona así, porque todo es don, es regalo de Dios al que quiera al que quiere recibirlo.

Son muchos los que ven a monjas y frailes, pasarse horas y horas delante de un sagrario y desde su mentalidad material, piensan que es una absurda pérdida de tiempo y un tremendo aburrimiento. Aquí tendríamos que recordar las palabras de San Pablo, en su primera epístola a los corintios cuando les dice: “El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios Porque está escrito: "Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes". (1Cor 1,18-19). No hace falta saber mucha teología para tener fe y amar a Dios, es más se puede saber mucha teología, se puede hablar mucho de Dios y escribir mucho sobre Dios, pero lo fundamental es tener a Dios dentro de uno, el aforismo dice: Se puede hablar mucho y bien de Dios pero no tener a Dios dentro de uno mismo.

Decíamos antes, que en la vida espiritual, todo es muy simple y fácil, para el que de verdad se tira de cabeza al mar del amor de Dios y se sumerja en las aguas de este amor que el Señor constantemente está desenado donarnos. Nada hay más sencillo y fácil que tener fe y amar a Dios: Sencillo porque en Dios todo es muy simple, Dios es la simplicidad absoluta y ama la sencillez que es lo propio de la humildad. Solo es sencillo el humilde, el soberbio es siempre complicado, vive en la complicación, porque cree que ella le protege y le da seguridad, cuando la única seguridad que podemos tener en este mundo es agarrarnos al Señor sumergirnos en sus aguas de amor; es una falacia el dinero, que en contra de lo que parece no da seguridad, solo da una false sensación de seguridad.

Y es fácil, porque el amor de Dios hacia sus criaturas es tal, que continuamente está esperando un leve gesto de amor nuestro a Él, para volcarse devolviéndonos el mil por uno. El cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribía en un libro suyo: “Todos nosotros existimos porque Dios nos ama. Su amor es el fundamento de nuestra eternidad. Aquel a quien Dios ama no perece jamás”. El Señor, que nos ha creado, nada necesita de nosotros y lo único nuestro que quiere, es nuestro bien, nuestra eterna felicidad, que es la auténtica felicidad la que dura eternamente, que difiere de la idea que nosotros tenemos de lo que es felicidad, pues solo conocemos la escasa felicidad de este mundo, que siempre es caduca y perecedera como todo lo que hay en este mundo y por ello imperfecta. Hemos sido creados para esa auténtica felicidad eterna que desconocemos y para la que estamos creados. Esta es una felicidad desconocida por nosotros, pero en lo íntimo de nuestro ser llevamos la marca y el deseo ansioso de esta felicidad, pues para ella hemos sido creados. San Agustín escribía: “Nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón esta inquieto hasta que descanse en Ti”.

Tener fe es muy fácil y sencillo, es solo desear de verdad tener fe, y en el orden espiritual, lo que se desea, de hecho ya se tiene, por el mero hecho de desear tener fe, el que la desea, sin darse cuenta ya esta teniéndola. No será una fe alta y robusta como una sequoia de más de cien metros de altura; será una pequeña plantita que si la riega con su amor, podrá alcanzar el tamaño de una sequoia. Porque en el mundo de lo espiritual, al contrario de lo que ocurre en el mundo material en que vivimos, lo difícil no es adquirir bienes espirituales, el Señor está ansioso de donárselos a cualquiera que se los pida, lo difícil es ser constantes perseverar en su tenencia, cuidarlos y ellos siempre crecerán. Cuantas buenas intenciones se han quebrado por falta de perseverancia; cuantos fervorines después de unos ejercicios han desaparecido al día siguiente, o a los pocos días de acabar los ejercicios. Se dice que el infierno esta empedrado con losas de buenas intenciones que al final han sido trofeos de caza de satanás.

 Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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