De dos formas se puede entender el
significado de la cruz. De una forma material y de una forma espiritual y es
tal la importancia del significado espiritual, que este embebe al material, que
realmente podemos entenderle reducido, únicamente a las diversas formas de
cruces existentes o al valor artístico que puedan tener los miles de cruces,
realizadas por artistas de todo género y empleando un sinfín de materiales de
todas clases. Pero es el valor espiritual el que nos interesa considerar, y
para ello conviene que recordemos el origen de la cruz y la simbología que
representa. Pero antes también es conveniente, mencionar el significado de la
estrella de David y el de la media luna.
No
se puede decir que la estrella de seis puntas, formada por dos triángulos
superpuestos y que también se denomina sello de Salomón, haya sido toda la vida
una simbología del judaísmo, porque este símbolo se encuentra en otras varias
religiones y sectas, así tenemos por ejemplo que esta estrella aparece tanto en
el arte islámico, como en el masónico, rosacruz, esotérico, etc. Ha sido a
partir de la persecución de los nazis en la Alemania de los años 30 del pasado
siglo, cuando se hizo una mayor identificación del pueblo judío con este
símbolo, ya que tanto las propiedades como las personas hebreas se marcaban con
este signo en pintura amarilla. Posteriormente al crearse en el año 1948 el
estado de Israel, se escogió esta estrella como símbolo que figura en la
bandera de Israel. Existen otros símbolos de tradición más antigua en la
religión judía como es por ejemplo el Menorá o candelabro de siete
brazos, pero no es este, el tema de esta glosa.
Todas
sabemos que la media luna, es un símbolo islámico, pero al igual que le sucede
a la llamada estrella de David, sus orígenes son inciertos y su significado es
variable. La teoría más extendida refleja la importancia de este símbolo en la
relación que el islam tiene con los ciclos lunares. La luna creciente anuncia
el Sagrado mes del Ramadán para el creyente mahometano. La media luna es
también un recordatorio simbólico de que la vida llega y se va en el tiempo
asignado a ella. La media luna, emblema de los otomanos, se convirtió, a partir
de la Edad Media, en el símbolo de la mayor parte de los países musulmanes y la
estrella que muchas veces figura entre las puntas de la media luna creciente,
hace alusión al paraíso que todo creyente musulmán espera.
Por
el contrario, nuestra cruz a diferencia de los dos signos anteriores, tiene un
claro significado y un rico simbolismo. Para comprender la grandeza de este
simbolismo, conviene que refresquemos nuestra memoria. Todo comienza con la
creación del ser humano. Para Edward Leen: “El primordial propósito de la
creación fue que la perfección infinita de Dios se pusiera de manifiesto en
otros seres que debían de ser reflejo de su existencia y de su belleza. Entre
estos seres tenía que haber algunos que fueran imágenes de la vida consciente de
Dios, de su vida de conocimiento y amor”. Y fuimos creados, para que se
manifieste en nosotros la gloria de Dios, participando nosotros de ella misma.
San Francisco de Sales escribe diciendo: “Dios
hizo al hombre recto” (Ecl 7,30) de modo que la carne del hombre obedecía
sin oposición a su espíritu y el espíritu humano a Dios. Intervino el pecado y
transformó este hermoso orden; de aquí que la vida del hombre comenzara a ser
continua guerra: “Pues la carne codicia
contra el espíritu y el espíritu contra la carne” (Gal 5,17). Es decir, el
pecado original cambió todos los planes de Dios, pues el demonio con su
tentación consentida por nuestros primeros padres, convirtió a estos y a todos
sus descendientes en prisioneros de satanás. Este fue el gran triunfo del
demonio.
Pero
las consecuencias de este triunfo demoniaco, habían de ser anuladas y nosotros
deberíamos quedar liberados de la esclavitud del demonio. Y para ello Dios en
su infinita bondad y amor a nosotros, dio a este problema la más maravillosa de
las soluciones, permitiéndonos que pasásemos a ser hijos suyos e integrarnos en
su gloria. En los Evangelios se puede leer: “Tanto
amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree
en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16)” Y su Hijo
unigénito voluntariamente para redimirnos de nuestra situación de esclavos de
satanás, vino a este mundo y realizando la más maravillosa y desinteresada
acción que hombre alguno pueda realizar, cual fue nuestra Redención y
subsiguiente salvación de todos nosotros, pues se entrego a su Pasión, Agonía
en Getsemaní, crucifixión y muerte en la Cruz. Y esta Cruz alzada en el centro
de la historia humana es el testimonio elocuente del amor de Dios por los
hombres y prueba de la derrota del demonio, pues en la cruz él fue aplastado y
derrotado.
Por ello, si
hay algo que más odie el demonio es la Cruz. El demonio sabe muy bien que la
cruz es signo de su derrota y allí donde haya un alma enamorada de la Cruz de
Cristo y abrazada a ella, el demonio está humillado por su derrota, cosa esta
que es terrible para él dado su tremendo orgullo. Es por ello la existencia de
esas constantes campañas, que continuamente están desatándose en todos los
países cristianos contra el crucifijo, tratando de quitarlo de en medio.
Curiosamente no todos los no cristianos están enrolados en estas campañas, cual
es el caso de los hebreos. Los que más empeño ponen, no son los musulmanes como
antiguamente así sucedía. En 1571, en el golfo de Lepanto, la media luna que formaban
los bajeles otomanos, fue vencida por la formación de navíos, en forma de cruz
que integraban la flota de la Santa Alianza, al mando de D. Juan de Austria e
integrada mayoritariamente por naves españolas. Pero ahora son los descreídos,
ateos, agnósticos, okupas, anti-sistemas y demás ralea la que comanda el
demonio para tratar de acabar con el crucifijo. Pero es el caso, de que el
Señor dejo dicho, algo que afecta a este tema: “Y yo te digo a ti que tu
eres Pedro, y sobre esta piedra edificare yo mi Iglesia, y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los
cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto
desatares en la tierra será desatado en los cielos”. (Mt 16,18-19).
San Pablo
escribía: “Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura
para los paganos; pero para los llamados -judíos o griegos- un Mesías que es la
fuerza de Dios y sabiduría de Dios”. La cruz es nuestro signo por
excelencia, es el camino de la cruz el único camino de salvación que el hombre
tiene. El camino de la salvación pasa por la cruz y quien no se enamora viendo
a Jesús crucificado en la cruz, jamás se enamorará. Para el que ama a Cristo
llevar su Cruz es lo que nos hace mas parecidos a Él, es lo que más nos acerca
a su amor. Todos tenemos una cruz que soportar en este mundo y ¡Ah! del que
carezca de ella, pues como decía el santo Cura de Ars: “La mayor cruz es no
tener cruz”, porque nuestra cruz, la cruz de cada uno de nosotros, es el
signo que tenemos de pertenecer a Cristo, de ser ovejas de su rebaño.
En el parágrafo 2015 del Catecismo de la Iglesia católica se nos dice: “El
camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin
combate espiritual (cf. 2 Tm. 4). El progreso espiritual implica la ascesis y
la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las
bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo
mediante comienzos que no tienen fin, jamás el que asciende deja de desear lo
que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant 8)”.
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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