jueves, 7 de junio de 2012

LA PLENITUD DEL AMOR DE DIOS.


Jesús, gracias por quedarte en la Eucaristía, eres quien me reconforta cuando caigo en el camino, quien me ayuda a quitar los obstáculos y las asperezas que me quieren alejar del camino a la santidad. Ayúdame a nunca «acostumbrarme» a este milagro de amor.

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: “El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen: esto es mi cuerpo». Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se las dio, todos bebieron y les dijo: «Esta es mi Sangre, Sangre de la alianza que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Palabra del Señor.

ORACIÓN INTRODUCTORIA

Señor, ayúdame a prepararme para poder tener este momento de oración. Permite que el meditar sobre tu Cuerpo y tu Sangre, que se me ofrece como fuente inagotable de gracia, me de la fuerza, la sabiduría, la confianza, para hacer tu voluntad hoy y siempre.

Petición

Jesucristo Eucaristía, aunque no soy digno, haz en mí tu morada.



MEDITACIÓN


La plenitud del amor de Dios.

«Dando las gracias y bendiciendo, Jesús transforma el pan y el vino. Es el amor divino que transforma: el amor con que Jesús acepta por anticipado darse completamente a sí mismo por nosotros. Este amor no es otro que el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo, que consagra el pan y el vino y cambia su sustancia en el Cuerpo y en la Sangre del Señor […]. Esta es la obra del sacerdocio de Cristo, que la Iglesia ha heredado y prolonga en la historia, en la doble forma del sacerdocio común de los bautizados y del ordenado de los ministros, para transformar el mundo con el amor de Dios. Todos, sacerdotes y fieles, nos nutrimos de la misma Eucaristía, todos nos postramos a adorarla, porque en ella está presente nuestro Maestro y Señor, está presente el verdadero Cuerpo de Jesús, Víctima y Sacerdote, salvación del mundo. ¡Venid, exultemos con cantos de alegría! ¡Venid, adoremos!» (Benedicto XVI, 3 de junio de 2010).



REFLEXIÓN APOSTÓLICA

«El Evangelio recoge las huellas de Cristo en actitud permanente de entrega a los demás. Cada acto de Cristo a su paso por la tierra y su presencia silenciosa en la Eucaristía, constituye una magnífica escuela de humildad»



PROPÓSITO

Durante este mes, invitar a una persona, preferentemente de mi familia, a una hora eucarística.

DIÁLOGO CON CRISTO

Jesús, gracias por quedarte en la Eucaristía, eres quien me reconforta cuando caigo en el camino, quien me ayuda a quitar los obstáculos y las asperezas que me quieren alejar del camino a la santidad. Ayúdame a nunca «acostumbrarme» a este milagro de amor.

«Acudan a la celebración eucarística, a la adoración del Santísimo Sacramento, con el afán de penetrar en los secretos del Corazón de Jesús que Él sólo revela a los sencillos»

(Cristo al centro, n. 857).

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