En un reciente libro, el obispo de Isernia-Venafro, en Italia, describe
sus experiencias de exorcista y las sorprendentes conclusiones a que fue
llevado durante una década de práctica del Exorcistado.
Santiago
Fernández
En la mañana del 29 de junio de
1992, el nuevo obispo de Isernia-Venafro, Mons. Andrea Gemma, salía de la
Basílica Vaticana, mirando pensativo hacia la Plaza de San Pedro. Las palabras
de San Mateo, “las puertas del infierno no prevalecerán” (Mt. 16, 18),
resonaban en su espíritu con un atractivo sobrenatural. Y le inspiraban graves
consideraciones: 1) la acción del demonio no sólo no disminuyó, sino que se
multiplicó; 2) el demonio es consciente de que dispone de poco tiempo; 3)
Nuestro Señor Jesucristo dio a la Iglesia un enorme poder contra Satanás; 4)
para no ser derrotado, el demonio hace de todo para actuar en silencio; 5)
llegó el momento de desenmascarar la acción insidiosa de Lucifer y enfrentarlo
con la frente erguida, con las armas que la Iglesia dispone (pp. 11-12).1
¿POR QUÉ NO SE HABLA DE LA
NECESIDAD DEL EXORCISMO?
Volviendo a su diócesis, a 170 Km.
de Roma, Mons. Gemma decidió poner en práctica el mandato divino “expulsad
los demonios” (Mt. 16, 17). Porque, explica él, para el obispo, exorcizar “no
es una elección, es una obligación” (p.21). Y cita al exorcista oficial de
Roma, el padre Gabriele Amorth: “Un obispo que no establece por lo menos un
exorcista en su diócesis no está exento de pecado mortal por grave omisión”
(p. 24).
El resultado fue sorprendente. El poder del infierno
se le reveló en todo su horror y en toda su extensión. “Cuántas veces -
escribe él -, en mis coloquios cotidianos, frecuentemente difíciles, con los
enfermos de todo tipo, esta verdad se colocaba delante de mí: «¿Por qué no nos
hablaron antes de estas cosas? ¿Por qué no nos alertaron con una adecuada
instrucción? ¿Por qué no nos preservaron a nosotros, grey de Cristo, de la
devastación de los lobos hambrientos?»” (p. 113).
“Si todos los obispos fuesen como usted, estaríamos
completamente vencidos, e inmediatamente” (p. 12), le
gritó un demonio por intermedio de una mujer posesa, añadiendo en otra ocasión:
“[pero] ustedes son pocos” (p. 62).
PODER DE LA PROMESA DE
NUESTRA SEÑORA EN FÁTIMA
En 1992, el prelado publicó la pastoral Las puertas
del infierno no prevalecerán. En ella, alertaba: “La acción infestante y
oscura de Satanás [...] está, créanme, más difundida y es más nefasta de
lo que se pueda pensar” (p. 15). En la pastoral, Mons. Gemma convocó a la
diócesis a “una lucha sin cuartel, concertada y eficaz contra el mal y sus
artes” (p. 16). El obispo promovió oraciones públicas que congregaban a
multitudes venidas de muy lejos. El Maligno se exteriorizaba visiblemente, y
aquellos que sufrían alguna acción diabólica eran llevados a la sacristía para
ser objeto de exorcismos específicos.
El obispo no imaginaba que su pastoral daría la vuelta
al mundo, siendo traducida a varios idiomas. Cartas, periódicos, personas de
toda Italia y hasta del exterior, apelando a su socorro porque sentían alguna
acción diabólica o estaban posesas, le mostraron que muchos fieles estaban
esperando algo del género.
En los exorcismos, Mons. Gemma pudo constatar el
enorme poder de Nuestra Señora y de la Iglesia sobre las potencias del abismo: “Si
quiero ver al demonio realmente furioso, basta echarle agua bendita,
pronunciando esta mi dulce certeza: «por fin, el Corazón materno de María
triunfará». «¡¡¡Sí!!!», me responde, siempre rechinando los dientes. Pero
algunas veces añade un desafío: «en este intermedio, a cuántos llevaremos con
nosotros»...” (p. 63).
MONS. GEMMA INTERROGÓ VARIAS VECES A LOS DEMONIOS
POSEEDORES:
— “Vosotros, que vejáis a vuestras víctimas, ¿sacáis
algún provecho o alivio de ello?
— No, por el contrario, nosotros sufrimos un mayor
agravamiento de nuestras penas.
— Y, entonces, ¿por qué lo hacéis?
— Por odio,
por odio, por odio” (p.61).
LA IGLESIA EN CRISIS NO USA
DE SUS ARMAS
El obispo buscó inspiración en los
textos del Vaticano II, y he aquí sus conclusiones: “Id y hojead todos los
documentos del Concilio Vaticano II, [...] verificad si se habla, y cuántas
veces, del demonio y de sus obras. ¿Sabíais que en aquellos dieciséis
documentos, pensados y ponderados, no existe siquiera la palabra inferno, ni la
palabra demonio? Increíble, pero verdadero, basta verificarlo...” (p. 88).2
Él se volcó sobre los textos litúrgicos antiguos y
nuevos. Y quedó estupefacto: “Siempre lamenté que en la reforma de la Misa
se haya sacado aquella oración a San Miguel [Exorcismo Breve], que León
XIII, no sin inspiración de lo alto, quiso que fuese recitada al final de cada
celebración. ¡Muchas veces el demonio, por la voz de los posesos, hizo saber
que gustó muchísimo de esa abolición! [...] ¿Qué es lo que sugirió y sugiere
evitarse lo más posible, en los textos litúrgicos, la mención a Satanás, a sus
nefastas intervenciones, a las consecuencias de su acción destructiva? Quien
pueda, que me responda. Y con argumentos válidos, por favor. [...] Hoy la obra
asesina del demonio es más evidente que nunca [...]. Entonces, no solamente no
era el caso de expurgar las fórmulas deprecatorias e imprecatorias, sino de
multiplicarlas y reforzarlas. Sin embargo, lamentablemente no fue así” (p.
27).
EL AMBIENTE LAICIZADO
MODERNO: VICTORIA DEL DEMONIO
Mons. Gemma
advirtió que las historias de los que padecen maleficios y de los posesos eran
muy parecidas. Es inmensa, dice él, la cantidad de ocasiones que el contexto
actual ofrece a las serpientes infernales para apoderarse de sus víctimas.
“La mayor victoria del diablo consiste en convencer a
los hombres de que él no existe”. Esta
verdad indiscutida llevó al prelado a la conclusión de que el ambiente moderno
sirve de guante ideal para las garras infernales. En todo momento, ese ambiente
sugiere que no existe Dios ni demonio, ni Cielo ni infierno. Y los espíritus
malignos atacan e invaden los cuerpos de sus víctimas de innumerables maneras.
Hay cultos satánicos explícitos. Pero también implícitos, como ciertas técnicas
de meditación y algunas terapias alternativas, supersticiones o modas tipo New
Age (Nueva Era) o músicas tipo rock and roll.
¿Cómo es que la humanidad engendró ese ambiente
engañosamente neutro y materialista, sin embargo tan útil para los espíritus de
las tinieblas?
LA REVOLUCIÓN GENERA UN
AMBIENTE PROPICIO PARA LA ACCIÓN DIABÓLICA
Mons. Gemma da una esclarecedora explicación
histórica. Ella se aproxima mucho de la denuncia del proceso revolucionario que
el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira formula en su obra magistral Revolución y
Contra-Revolución. No descartamos que el culto obispo italiano haya sacado
de ella alguna inspiración: “La laicización de nuestra sociedad es el fruto
de un largo y complejo proceso que duró cerca de cinco siglos, y que se
desarrolló en tres etapas fundamentales, tres revoluciones en el campo cultural
y social, pero con lances también cruentos, que llevaron a la gradual
transformación del mundo antiguo, tradicional, para dar en la sociedad actual,
post-moderna y secularizada”.
Mons. Gemma describe esas sucesivas revoluciones:
primero, la revolución protestante, que causó un gran desgarramiento de la
sociedad cristiana medieval; segundo, el Iluminismo y la Revolución Francesa;
tercero, la Revolución comunista marxista. Por fin, añade, una cuarta etapa o
Revolución: la del movimiento estudiantil de los años 60, que contestó la
familia, generalizó el uso de la droga, propugnó la liberación de los vínculos
morales, y sobre todo se rebeló contra toda autoridad. Ese proceso generó una
sociedad y una cultura que tendencialmente seducen a los hombres para la idea
de que Dios y la religión son cosas absurdas (pp. 113 y ss).
Hay los que
se dejan llevar por esa influencia, enseña Mons. Gemma. Pero hay también los
que reaccionan de un modo exasperado y caen en la exageración opuesta: las
nuevas y engañosas formas de religiosidad. Todos ellos son fáciles presas de
Lucifer.
ARMAS PARA DERROTAR A LOS
DEMONIOS
Mons. Gemma exhorta a los fieles a recurrir a las
armas que vencen al demonio: la Fe, los Libros Sagrados, el ayuno, los sacramentos.
Y, sobre todo, la oración por medio de Nuestra Señora, la “enemiga eterna de
Satanás” (p. 16). Entre las oraciones específicas, él recomienda la
renuncia formal a Satanás, como se hace en la renovación de las promesas del
Bautismo, y el exorcismo breve: “San
Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la
perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale, oh Dios, pedimos suplicantes;
y tú, príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno, con el Divino
Poder, a Satanás y a los otros espíritus malignos, que andan dispersos por el
mundo para la perdición de las almas. Amén” (p. 17).
Y recomienda también no dejarse seducir por el
ambiente revolucionario moderno ni por las falsas novedades en las formas de
religiosidad - incluso en el ámbito católico -, que tanto y tan bien sirven de
ocasión para los maleficios y posesiones por parte del padre de la mentira.
Con estas cautelas y armas espirituales, el católico
resistirá y saldrá victorioso, confiando siempre en la promesa divina: “Las
puertas del infierno no prevalecerán” (Mt. 16, 18).
Notas de la redacción.-
1. Mons. Andrea Gemma, Io, vescovo esorcista (Yo, obispo exorcista),
Editora Mondadori, Milán, 2002, 208 pp. Todas las citas del artículo fueron
extraídas de este libro.
2. De hecho el Concilio habla del demonio y del infierno. La constitución Lumen Gentium menciona al demonio nominalmente (nº 16, 17, 48 y 131), y figura también en una cita evangélica en el nº 5. Igualmente, lo hace en el decreto Ad Gentes (nº 9) y en la Gaudium et Spes (nº 2, 13 y 22). Estas menciones, tal vez muy breves, parecen haber pasado desapercibidas a Mons. Gemma. El prelado, en su libro, alude con naturalidad al Vaticano II, a las discusiones que en él se dieron, a las explicaciones del mismo hechas por Paulo VI, deplorando la falta de desarrollos proporcionados a la magnitud del problema de los maleficios y posesiones diabólicas, así como del abandono de la práctica del exorcismo. Práctica ésta, sobre la cual el Vaticano II nada dice.
2. De hecho el Concilio habla del demonio y del infierno. La constitución Lumen Gentium menciona al demonio nominalmente (nº 16, 17, 48 y 131), y figura también en una cita evangélica en el nº 5. Igualmente, lo hace en el decreto Ad Gentes (nº 9) y en la Gaudium et Spes (nº 2, 13 y 22). Estas menciones, tal vez muy breves, parecen haber pasado desapercibidas a Mons. Gemma. El prelado, en su libro, alude con naturalidad al Vaticano II, a las discusiones que en él se dieron, a las explicaciones del mismo hechas por Paulo VI, deplorando la falta de desarrollos proporcionados a la magnitud del problema de los maleficios y posesiones diabólicas, así como del abandono de la práctica del exorcismo. Práctica ésta, sobre la cual el Vaticano II nada dice.
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