martes, 17 de abril de 2012

GRACIAS, MONSEÑOR REIG PLA


“y la luz oscurecida por la bruma” Isaías 5,30

Gracias don Juan Antonio por recordarnos la gravedad del pecado. Gracias por enseñarnos que quien se opone a él sufre la cruz en este mundo. Sé muy bien por experiencia propia que seguir
al Señor crea graves problemas. Malentendidos, suspicacias, afrentas, persecuciones. Depende de cada cuál, su entorno, su carácter y principalmente lo que el Señor quiere para cada uno. Ser cristiano nunca ha sido fácil y usted nos lo ha recordado. Un cristiano acomodado, calculador o meticulosamente escrupuloso con sus logros, no es un discípulo de Cristo. Gracias, don Juan
Antonio, por hacernos ver que el cristiano – usted el primero como pastor de nuestra Santa Madre Iglesia - es un peligro para el mundo, un peligro público inaceptable para la gran mayoría, que vive de espaldas a Dios. Porque el cristiano que odia el pecado – no al pecador - es incómodo, subversivo, inasumible por los poderes de este mundo corrompido que Dios ha salvado a través de su Hijo.

Estoy convencido de que, a diferencia de muchos cristianos que parecen caerse de un guindo y se sorprenden o escandalizan por la persecución de estos días, usted está muy sereno sabiendo que lo que ha ocurrido era lo que tenía que ocurrir. Estoy convencido de que, también, bendice estos días al Señor porque sus palabras se han escuchado por muchos que de otro modo no hubieran tenido la ocasión de aprender. Gracias, monseñor Reig Pla, porque no es fácil escuchar con la
claridad y verdad en boca de un eclesiástico que el pecado nos corrompe hasta la destrucción completa de los hombres, gracias por recordarnos que única y exclusivamente es Cristo quien nos salva y nos llena de paz y felicidad.

Gracias por ejemplificar para mayor luz de todos cómo el pecado de hoy destroza a los hombres y mujeres de hoy. Por favor, siga así. Sé que lo hará. Me consta cómo le quieren en su diócesis. Sepa que quienes vivimos en otras diócesis le seguimos y su ejemplo de pastor nos alienta grandemente. Gracias don Juan Antonio.

Por el modo en que predica tengo la impresión de que usted sabe que lo que ha ocurrido durante estos días es la prueba más palpable de la verdad de su homilía. Su vida – lo sé por fuentes cercanas a su persona, don Juan Antonio - es vida de oración, y quien vive orando no se enreda en los nudos del mundo. Sospecho que observa tanto odio a Dios y a la Iglesia con la paz de quien se sabe que está en manos de Dios. Por ello estoy convencido de que en su oración presenta a Dios a todos esos hermanos que, penetrados por el pecado, le insultan a usted y a la
Iglesia. ¿No es acaso un magnífico ejemplo de testimonio cristiano?, ¿no es la pasión particular por la que usted está pasando una bendición de Dios para su persona y, a través de ella, para todos nosotros? Bendigo a Dios por ello y le agradezco que usted sea la persona elegida.

Permítame que comparta con usted un pensamiento con el que quizá esté de acuerdo. Se dice
que el acoso que usted padece pretende coartar la libertad de expresión de la Iglesia, es una estrategia que se ha repetido en otras ocasiones por el lobby gay, desea confinar a la Iglesia a un gueto cultural y otras cosas más. Y todo eso es verdad. Pero déjeme que le diga que lo importante no está ni en la libertad, ni el derecho, ni en la estrategia política o cultural de un grupo de
presión.

Lo que está en juego es simplemente la verdad. Cuando el pecado queda descubierto, los pecadores que gustan de su desvarío, gritan, se rebelan, se duelen. No es cosa de derechos, laicismo o libertad de expresión. Si sus palabras han escandalizado es porque Cristo sigue escandalizando a un mundo destruido por el pecado.

Por eso le doy las gracias, monseñor Reig Pla. Como cristiano los insultos a su persona,
las barbaridades dichas o escritas contra usted, me han ayudado a reafirmarme en mi fe. Me han permitido comprobar que sólo en la Iglesia puedo encontrar la auténtica Vida, que es Cristo.
Déjeme que se lo diga: lo que está pasando, de algún modo, me está pasando a mí y bendigo al Señor por ello.

Vuelvo mis ojos a esos maravillosos y terribles versículos de Isaías 5, 20:
“¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz
por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”

A estos hermanos nuestros que nos odian, paz y amor. Sigamos siendo lo que somos, testigos de
Cristo. Sigamos expresando la verdad. Hagámoslo con claridad, que se nos entienda. Algunos creen que por el hecho de que vivamos en una sociedad pluralista y democrática a los cristianos nos dejarán en paz. Pero cuando se predica que el amor de Cristo vence al pecado y transforma al pecador, cuando hablamos de bien y mal, cuando decimos que podemos condenarnos y que sólo
encontramos nuestra felicidad en el regazo de Dios y no en nuestro necio orgullo, entonces, llegan los problemas. Gracias Monseñor Reig Pla por ser un ejemplo para todos.

Un saludo
Carlos Jariod Borrego

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