Se establece el hecho de
la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura
Las verdades reveladas
por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo. la santa Madre Iglesia, según
la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y
Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la
misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a
hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que
obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y
sólo lo que Él quería.
Pues, como todo lo que
los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el
Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente,
con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas
letras para nuestra salvación. Así, pues, "toda la Escritura es
divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para
educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado
para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).
Cómo hay que interpretar
la Sagrada Escritura
Habiendo, pues, hablando
dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el
intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe
investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos
y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la
intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los
géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de
maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético
o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue
el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia
según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios
usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso
afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas
nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del
hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de
los hombres.
Y como la Sagrada
Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se
escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender
no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada
Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la
analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para
entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que,
como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Porque todo
lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en
última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de
conservar y de interpretar la palabra de Dios.
Condescendencia de Dios
En la Sagrada Escritura,
pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de Dios, la
admirable "condescendencia" de la sabiduría eterna, "para que
conozcamos la inefable benignidad de Dios, y de cuánta adaptación de palabra ha
uso teniendo providencia y cuidado de nuestra naturaleza". Porque las
palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al
habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de
la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres.
EL ANTIGUO TESTAMENTO
La historia de la
salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento
Dios amantísimo,
buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con
singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues,
el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal
forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios
verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con
los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más
hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre
las gentes.
La economía, pues, de la
salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se
conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento;
por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne:
"Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin
de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes
en la esperanza" (Rom. 15,4).
Importancia del Antiguo
Testamento para los cristianos
La economía del Antiguo
Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente
y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la
del Reino Mesiánico, mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos
el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y
misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los
tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros,
aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos,
demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los
cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento
vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una
sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración,
y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación.
Unidad de ambos
Testamentos
Dios, pues, inspirador y
autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo
Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo.
Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los
libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación
evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo
Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.
EL NUEVO TESTAMENTO
Excelencia del Nuevo
Testamento
La palabra divina que es
poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta
su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al
llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros lleno de gracia y de verdad.
Cristo instauró el Reino
de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y
palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y
con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí
mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna, pero este misterio no
fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos
Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio,
suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo
cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.
Origen apostólico de los
Evangelios
Nadie ignora que entre
todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con
razón, el lugar preminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y
doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
La Iglesia siempre ha defendido
y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los
Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del
Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por
escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones,
según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Carácter histórico de
los Evangelios
La Santa Madre Iglesia
firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios,
cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de
Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de
ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente,
después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que Él había
dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban,
amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del
Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios
escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por
escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las
Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos
comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya
de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el
principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que
conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf. Lc.,
1,2-4).
Los restantes escritos
del Nuevo Testamento
El Canon del Nuevo
Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene también las cartas de San
Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu
Santo, con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo
que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina, se
manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los
principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia su gloriosa
consumación.
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les
envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa
(cf. Jn., 16,13).
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