Una vez un ministro muy
querido llevó un secreto, enterrado por mucho tiempo en lo profundo de su
corazón, el peso de un pecado.
Él había cometido es pecado
hacía muchos años durante su entrenamiento en el Seminario. Nadie sabía lo que
había hecho, pero él sabía que estaba arrepentido. Aun así, había sufrido
remordimientos por años, sin idea del perdón de Dios.
Una mujer en su iglesia amaba
al Señor profundamente y afirmaba que tenía visiones en las que Jesús le
hablaba. El ministro, escéptico de sus afirmaciones, le pidió: “La próxima vez
que hable con el Señor, podría preguntarle cuál fue el pecado que su ministró
cometió mientras estaba en el Seminario”. La mujer asintió.
Cuándo volvió a la iglesia
unos días después el ministro le preguntó: “¿Le visitó?” Ella contestó: “Sí”.
- “¿Y le preguntó qué pecado
cometí en el Seminario?”
- “Sí”, respondió.
- “Bien, ¿qué le dijo?”
- Dijo, “no me acuerdo”.
Toda persona debe tener un
lote especial en el cementerio donde enterrar las faltas de los amigos y
familiares.
Efesios 4:32
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Fuente: El libro devocionario
de Dios para las Mujeres , Editorial UNILIT
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