Junto al grupo de los doce selectos
que constituye el colegio de apóstoles, elige Jesús también un segundo colegio
de discípulos, para el que elige a setenta y dos miembros.
Lo primero que se ha de reseñar es
que de los cuatro evangelistas, sólo San
Lucas se hace eco de este hecho:
“Después de esto, designó el Señor a
otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí a todas las
ciudades y sitios adonde él había de ir […].
Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se
nos someten en tu nombre.»” (Lc. 10, 1-17).
Jesús les da a estos Setenta y Dos un discurso muy
conocido:
“Y les dijo: «La mies es mucha y los
obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni
alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que
entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa.’ Y si hubiere allí un hijo de paz,
vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la
misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No
vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que
os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: `El Reino de Dios
está cerca de vosotros.´ En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a
sus plazas y decid: `Sacudimos sobre vosotros hasta el polvo de vuestra ciudad
que se nos ha pegado a los pies. Sabed, de todas formas, que el Reino de Dios
está cerca”. (Lc. 10, 2-11).
Discurso que muy parecido también
recogen Mateo (Mt. 10, 5-15), y Marcos (Mc. 6, 8-11), si bien en ambos
casos, el discurso lo dirige Jesús
a los Doce, y ninguno de los dos
evangelistas cita a los Setenta y Dos.
La cifra, este setenta y dos, vuelve
a tener resonancias duodecimales, y es que no en balde, es el producto de
multiplicar el número doce de los apóstoles por seis, y es divisible, además de
por las cifras por las que lo es el doce (2, 3, y 6), por 8, por 9, por el
propio 12 y por 24.
Amén de ello, desde el punto de
vista exegético tiene también importantes implicaciones, pues representa en la
mitología judía el número de las naciones gentiles, generadas a partir de los
tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet que repueblan la tierra después
del diluvio universal según se refleja en el Libro del Génesis (Gn. 10, 1-32) que cita el nombre de cada uno de
esos setenta y dos repobladores de la tierra.
El número setenta y dos tiene otras
resonancias bíblicas: setenta y dos eran probablemente los miembros del
sanedrín. Setenta y dos suman los setenta ancianos que Moisés nombra más él
mismo y Aarón.
Yahvé respondió a Moisés: «Reúneme
setenta ancianos de Israel, de los que te consta que son ancianos y escribas
del pueblo” (Nu. 11, 16).
Setenta y
dos podrían ser los redactores de la llamada Biblia de los Setenta, la Biblia en griego redactada en Egipto que constituye la versión
bíblica que llega a nuestros días.
Luis
Antequera
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