Señor Dios bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento para que, al encenderla, despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo practicando las buenas obras, y para que así, cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos.
Te lo
pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
PRIMER
DOMINGO (Se enciende la vela)
Encendemos,
Señor, esta luz, como aquél que enciende su lámpara para salir, en la noche, al
encuentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos
levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas
sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.
Queremos
estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más
profunda y la alegría más verdadera.
Todos: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!
SEGUNDO
DOMINGO (Se enciende la vela)
Los
profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo,
encendemos estas dos velas.
El viejo
tronco está rebrotando se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra
carne.
Que cada
uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas,
para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza.
Todos: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!
TERCER
DOMINGO (Se enciende la vela)
En las
tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la
buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se
acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega
el mensajero! Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.
Cuando
encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para
que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en
tu luz, caliéntanos en tu amor!
Todos: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!
CUARTO
DOMINGO (Se enciende la vela)
Señor, te
pedimos nos ayudes a estar siempre dispuestos a dar un "sí", a lo que
nos pidas en nuestras vidas.
Nos
unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que
impide que Jesús nazca en nuestro corazón. Que Él sea la luz que guíe nuestros
pasos.
Todos: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!
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