Nuestra Señora les dice a los videntes:
«Es necesario rezar el rosario para que se termine la guerra.
Con
la oración a la Virgen se puede obtener la paz.
Cuando sufran algo digan: ‘Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores’».
La Virgen
abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno
lleno de fuego, y en él muchísimas
personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las
llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor.
Lucía dio
un grito de susto.
Los niños
levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo:
¿Han
visto el infierno donde van a caer tantos pecadores?
Para
salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón
Inmaculado de María.
Si
se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz.
Pero
si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las
anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez
de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre.
Vengo
a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los
Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados.
Si
se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz.
Pero
si no una propaganda impía difundirá por el mundo sus errores y habrá guerras y
persecuciones a la Iglesia.
Muchos
buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho.
Varias
naciones quedarán aniquiladas.
Pero
al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.
Y
añadió Nuestra Señora: Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan:
«Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva
al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia».
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