LA SEDUCCIÓN DE THÉO POR EL BUDISMO CEDIÓ ANTE LA PERSONA DE CRISTO
Théo comprendió pronto la falsedad de pensar que a Dios se llega por
cualquier camino.
En el Occidente descristianizado
muchos quedan fascinados por el budismo como forma de vida o estructura mental.
El joven Théo fue uno de ellos, pero
precisamente en China descubrió el error fundamental de esa filosofía.
Descubrió que no hay un camino para cada cual con el que llegar a Dios, sino uno solo: Nuestro Señor Jesucristo.
Así cuenta cómo vivió ese cambio en L'1visible:
TENÍA
SED DE FELICIDAD Y DE VERDAD
Cuando yo era pequeño, pensaba
que para ser feliz había que tener mucho dinero. En el último año del
instituto, al finalizar un curso sobre la felicidad, emprendí esa búsqueda de
la felicidad que tanto me faltaba. En mí mismo y a mi alrededor, veía la mentira
por todas partes: todos intentaban dar una imagen de sí mismos, adquirir tal
objeto, empezar tales estudios… pero nadie parecía feliz en el fondo. Comprendí que, si quería ser feliz, debía encontrar la verdad.
Una mañana, en el autobús, decidí dejar mis estudios e irme. ¿Adónde? Lo ignoraba. Mi mejor amigo estaba de
acuerdo en venir conmigo. La vida de los monjes Shaolin
en China nos parecía lo más cercano a lo que proponía Epicuro (341-270 a.C.), quien inspiraba nuestra visión de
las cosas: la felicidad consiste en “no padecer dolor en el cuerpo ni turbación
en el alma” (Carta a Meneceo).
Gracias a la meditación, los monjes cuidaban su alma, y mediante el Kung Fu, de
su cuerpo. Tras el bachillerato, trabajamos durante un año siguiendo su
escuela, que admitía extranjeros. Me interesé por la espiritualidad
budista y empecé a meditar.
Además leía mucho, y en esos libros se hablaba a menudo del infinito, del
eterno presente. Muy pronto me convencí de la existencia de un Dios, de una
fuente, de una conciencia superior. Paralelamente, una mujer nos formó en el esoterismo y en el magnetismo,
lo que me llevó a creer en los milagros porque comprendí que se podía
trascender la materia.
'Kung Fu' (1972-1975), serie de la ABC protagonizada
por David Carradine (1936-2009), contribuyó a la popularización en Occidente no
solo ese arte marcial, sino la vida de los monjes Shaolin y la filosofía
budista.
Así que nos fuimos a China, en un viaje sin retorno. Al llegar, la escuela que
habíamos financiado durante cuatro años se reveló muy decepcionante.
Pero allí encontramos a un católico, Daniel, que nos
hizo cambiar mucho. Nosotros le decíamos: “Hay
muchos caminos para llegar a Dios, cada cual debe escoger el suyo”. Él
nos respondía: “No, ¡solo hay
un camino para llegar a Dios, y es Jesús! Él es la piedra
angular”.
Comprobé que nadie había hecho
milagros comparables a los de Jesús. Así pues, ese hombre debía estar más cerca
de la verdad que los demás. Comencé a leer el Nuevo Testamento. Jesús decía: “Orad”,
y yo empecé a orar todos los días. Él decía:
“No tendréis otro maestro que yo” (cf Mt 23, 810) y yo abandoné tanto la
meditación budista como el esoterismo. Mi único guía espiritual en lo sucesivo
sería Jesús.
Théo encontró a Cristo
porque alguien lo señaló sin complejos como el único Camino, Verdad y Vida.
Un día, al leer “Amaos los unos a los otros” me llené de una alegría
sobrenatural, y supe que había encontrado lo que buscaba. La alegría estaba ahí, en el amor, por Jesús. Decidí volver a
Francia. No tenía nada, ni trabajo, ni estudios, ni proyectos. Pero habiendo
encontrado a Jesús, lo tenía todo, la fuente de la alegría y de la verdad. Para
ser totalmente feliz, tenía que entregar mi vida a Dios. Decidí ir a París a
casa de un amigo, tras haber dado todo mi dinero, y le pude decir a Jesús: “No tengo nada, haz de mí lo que quieras”.
Un mes más tarde tenía trabajo y
alojamiento gratuito, con amigos cristianos, sin tan siquiera haberlo buscado. “Quien lo deja todo por mí, recibirá ciento por uno” (Mc
10, 28-30). Es verdad en lo material, pero también
espiritualmente.
Algún tiempo después, profundamente entristecido porque no me sentía capaz de
amar a mi prójimo, Jesús me reveló su amor absoluto por mí. Es una experiencia
indescriptible. Como si Jesús me dijese: “Eres el
tipo más inútil de la tierra, pero yo te amo igualmente”. ¡Cuando uno se da cuenta de que
no merece nada, es cuando Dios puede darnos esa plenitud de amor y de alegría que lo
sobrepasa todo! Dios me ama, yo soy feliz.
El testimonio de
Théo, en KTO.
Publicado en ReL el
21 de enero de 2018 y actualizado.
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