En los períodos bajos, cuando nuestro mundo interior está frío y gris, cualquier pequeña tentación tiende a ocupar toda la mente.
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: Fluvium.org
— SER GENEROSO EN EL DIÁLOGO
CON DIOS SUPONE UNA LUCHA CONSTANTE DURANTE TODA LA VIDA. ¿NO ES UN POCO
EXTENUANTE ESE PLANTEAMIENTO?
Todas las personas tienen que luchar y esforzarse por ser cada día mejores.
Quienes lo hacen, alcanzan mucha más satisfacción y felicidad en sus vidas. En
cambio, quienes se abandonan y eluden la lucha personal por mejorar, acaban
teniendo que luchar más todavía por defender sus apegos y miserias, a pesar de
que muchas veces son bajezas que les avergüenzan. En ese sentido, podría
decirse que luchar es un descanso, pues, al menos a largo plazo, la virtud
alivia y el vicio en cambio no satisface, sino que es como una droga, que crea
adicción, que cada vez exige más y da menos. Hay que contar con el esfuerzo,
con la lucha, con la cruz del Señor. El que no cuenta con la cruz, se la
encuentra de todos modos, y entonces, además, encuentra en la cruz la desesperación.
En cambio, cuando contamos con ella, aunque puedan venir momentos difíciles,
estamos mucho más felices y seguros.
Quiero con esto decir que no debe tenerse una imagen negativa de la lucha
ascética o de la entrega a Dios. Estar en buena forma física supone un
esfuerzo, pero esa misma buena forma hace que cada vez esos esfuerzos sean
menores. Y de manera semejante podría decirse que cuidar el espíritu hace que
cada vez nos cueste menos el camino de la virtud.
— PERO A VECES VIENEN
MOMENTOS MALOS EN QUE NO ES ASÍ
Es cierto. Igual que podemos estar en buena forma física pero, en determinado
momento, pasar por una etapa peor, o por una enfermedad, o una lesión. Pero eso
no quita lo anterior.
La vida tiene momentos de euforia y otros de abatimiento (a veces, dentro de un
mismo día), y hemos de saber sobreponernos a los efectos negativos de esos
ciclos del estado de ánimo. Esos malos momentos pueden provenir de que Dios ha
permitido una etapa de sequedad interior, sin culpa nuestra, por motivos que Él
bien sabrá (purificarnos, mejorar nuestra rectitud de intención, hacernos
partícipes de su cruz); o pueden provenir de nuestro descuido personal, porque
estamos eludiendo el esfuerzo necesario por mejorar.
A esto último se refería Santa Teresa, al rememorar una larga etapa de
desasosiego interior, provocado precisamente por eludir lo que Dios le pedía: "Pasaba una vida trabajosísima... Por una parte me
llamaba Dios; por otra yo seguía lo mundano. Dábanme gran contento las cosas de
Dios; teníanme atada las mundanas. Paréceme que quería concertar estos dos
contrarios, tan enemigos uno de otro, como es vida espiritual y contentos y
gustos y pasatiempos mundanos. (...) Pasé en este mar tempestuoso casi veinte
años... Sé decir que es una de las vidas más penosas que me parece se puede
imaginar: porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento con lo mundano. Cuando
estaba en los contentos mundanos, en acordarme de lo que debía a Dios, era con
pena; cuando estaba con Dios, las afecciones mundanas me desasosegaban. Ello es
una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuanto más tantos
años."
— PERO, AUNQUE TE DECIDAS A
SER MÁS GENEROSO, VENDRÁN ESOS DÍAS MALOS EN LOS QUE COSTARÁ MUCHO SER LEAL A
LA PALABRA DADA A DIOS
En nuestra vida tendremos muchas ocasiones de no ser leales, pero en esas
ocasiones es precisamente donde se prueba nuestro amor a Dios. La lealtad, la
fidelidad de una persona, se demuestra sobre todo ante las situaciones
difíciles, cuando lo bueno se presenta rodeado de inconvenientes y lo malo nos
atrae mucho. La honradez se demuestra, por ejemplo, cuando a uno le intentan
sobornar y necesita mucho ese dinero, la fidelidad conyugal cuando se presenta
una solicitación, y la valentía cuando los demás están asustados. La virtud se
reconoce cuando es capaz de obrar en la adversidad.
— ESO SUENA UN POCO A TENER
QUE FASTIDIARSE PORQUE HAS DADO ANTES TU PALABRA
Puede verse así, como si fuera una simple obligación consecuencia de un
contrato, pero eso es vaciar de contenido un compromiso de amor. Porque el
compromiso vocacional es un compromiso de amor (igual que el matrimonio no es
un simple contrato, aunque haya un contrato). Ser llamado por Dios es una gran
suerte. Es estar entre ese grupo de discípulos que seguían más de cerca al
Señor, porque Él llamaba a la santidad a todos, pero a esos de un modo
especial.
Y aunque pueda haber momentos en que la fidelidad se sostenga por un simple
sentimiento de lealtad a la palabra dada, eso no quita mérito –al contrario– ni
eficacia a esa fidelidad. Sabemos por ejemplo, que Santa Teresa, una gran
santa, pasó muchos años en los que decía que le parecía como si Dios no
existiese, y sin embargo ha sido guía y modelo para infinidad de personas,
porque fue leal a Dios. Y la Madre Teresa de Calcuta, como ya hemos comentado,
pasó también por largos años de oscuridad interior, y su fidelidad en la
oscuridad ha llenado de luz a millones de almas.
— ENTONCES, ¿QUÉ RECOMIENDAS
PARA LOS ALTIBAJOS DE ÁNIMO, PARA LOS MOMENTOS DE BAJÓN?
En los períodos bajos, cuando nuestro mundo interior está frío y gris,
cualquier pequeña tentación tiende a ocupar toda la mente y adquiere un peso
desproporcionado. Entonces, es fácil engañarse pensando que nuestro entusiasmo
de los inicios de la conversión o de la vocación tendrían que haberse mantenido
siempre. O nos creemos que la aridez actual será una situación igualmente
permanente y nos amargará la existencia. Si esa idea se fija en la mente,
dejamos el campo abierto a la desesperanza, o a un voluntarismo que se empeña
en recobrar los viejos sentimientos de entusiasmo por pura fuerza de voluntad,
cosa siempre agotadora. O llegamos al convencimiento de que los primeros
entusiasmos habían sido un ingenuo acceso juvenil que el tiempo está poniendo
en su sitio, y que en realidad todo ha sido una "fase"
de la vida que ya ha pasado.
— PERO ES QUE ALGO DE ESO
PUEDE SER CIERTO
Indudablemente. Pero si aplicas ese planteamiento a cualquier meta o logro que
una persona se haya planteado, y lo haces cuando está pasando por un momento
bajo, no hay meta de largo alcance que pueda lograrse, pues siempre hay
momentos malos, y la perseverancia y la fidelidad dependen precisamente de la
capacidad de superarlos. "Para construir la
propia vida –explicaba Benedicto XVI–, nuestro
futuro exige también la paciencia y el sufrimiento. La Cruz no puede faltar en
la vida de los jóvenes, y dar a entender esto no es fácil. El montañero sabe
que para hacer una buena experiencia de escalada tendrá que afrontar
sacrificios y entrenarse, así también el joven tiene que entender que en la
escalada al futuro de la vida es necesario el ejercicio de una vida
interior."
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