Fueron sus preocupadas palabras temblorosas, a causa de los 38.6 de fiebre. El agua tibia de la ducha caía sobre él como hielo líquido, mientras que para mi era casi como agua hirviente.
E
ilusamente quise que toda esa fiebre me la pasara, yo sabría sobrellevarla y
combatirla, no porque él no pudiera, es solo que no deseaba verle así tan
frágil y fatigado.
Pero no
podía, entonces me quedé a su lado para que consciente e inconscientemente en
su mente diga.. "papá está a mi lado, todo va
estar bien…"
Después
del sagrado vientre de la mamá, el lugar más seguro para un hijo, son los
brazos de papá.
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