LA PALABRA SE HIZO CARNE
El camino hacía
cuaresma con su austeridad y aspecto penitencial toma un descanso en la
Solemnidad de la Anunciación cuando de nuevo nuestros altares se visten de
blanco e irradia una gran alegría porque la Palabra se hizo carne y habitó
entre nosotros.
La Iglesia festeja la Anunciación del Señor el 25 de marzo. Es una fiesta que
hace referencia a la noticia que dio el Ángel a la Santísima Virgen María sobre
la Encarnación del Hijo de Dios. Esta conversación entre el Ángel y María tuvo
lugar en una pobre casa de Nazaret. La Virgen fue escogida por Dios para ser la
Madre de su único hijo y su sí a este anuncio cambió la historia de la
humanidad.
Podemos acoger las palabras del Ángel a María “alégrate” como
dirigidas también a nosotros. Alegraos
porque Dios viene a habitar en medio de vosotros, viene como Salvador, viene
como Redentor. Tan grande es el amor de Dios por el mundo que quiso
que fuera salvado por medio de su Hijo.
“Al sexto mes fue enviado por Dios el
Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la Virgen era María (…).
No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios; concebirás en tu
seno y darás a luz un hijo, a quién pondrás por nombre Jesús. Será grande y
será llamado Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre,
reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin.” (Lc 1,
30-33)
María no pone en duda las palabras del ángel, pero
sí desea saber cómo se realizará pues ella ya se había consagrado a Dios en
virginidad. Se lo pregunta al ángel y él respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será
llamado Hijo de Dios (…) porque para Dios nada hay imposible." (Lc 1, 35, 37).
El ángel le había dicho que no temiera y Ella, la
humilde esclava del Señor, una vez
sabido como sería se entrega por completo al cumplimiento de la voluntad Divina: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra”. (Lc 1, 38).
Ella
es modelo para nuestra vida cristiana en esta disposición de cumplir enseguida
la voluntad de Dios.
Con la anunciación, que es un hecho real, llega la
plenitud de los tiempos. Comenzó en aquel momento la misión de Cristo en la
tierra. Nuestra salvación depende
totalmente de la venida de Jesús, no hay otro nombre por el que seremos
salvados.
Debemos imitar esta fe y confianza de
María que no pone pegas al Señor, sino que se da por entero a lo que Dios
quiere, cuando quiere y como quiere.
Dios os bendiga
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