El Papa Francisco destacó la importancia que la vida contemplativa tiene para la Iglesia y pidió a los carmelitas que den al mundo ese don de la contemplación que caracteriza su carisma.
En un discurso pronunciado en el Vaticano es te sábado 11 de septiembre
ante los miembros de la Orden de los Hermanos Carmelitas Descalzos, que
participan en su Capítulo General, el Pontífice resaltó la importancia de ser
fieles al propio carisma y no caer en la espiritualidad mundana.
El Papa guio su discurso a partir de los tres ejes sobre los que pivota
el Capítulo General de los carmelitas: “escuchar
aquello que dice el Espíritu, discernir los signos de los tiempos, convertirse
en testimonios hasta los confines de la tierra”.
ESCUCHAR “es la actitud fundamental del discípulo
que se une a la escuela de Jesús y quiere responder a aquello que Él nos pide
en este momento difícil, aunque siempre bello, porque es el tiempo de Dios”.
Por lo tanto, “escuchar al Espíritu para poder discernir aquello que procede del
Señor y lo que se le opone. De ese modo, poder responder, a partir del
Evangelio, los signos de los tiempos por medio de los cuales el Señor de la
historia nos habla y se revela”.
“Escucha y discernimiento en vista del testimonio de la misión llevada
adelante con el anuncio del Evangelio tanto con las palabras como, sobre todo,
con la vida”, subrayó el Santo Padre.
En su discurso, el Pontífice señaló que “en
este tiempo en el que la pandemia nos ha puesto a todos ante tantas preguntas y
que ha visto la destrucción de tantas seguridades, estáis llamados, en cuanto
que hijos de Santa Teresa, a cuidar vuestra fidelidad a los elementos perennes
de vuestro carisma”.
“Esta crisis, si algo tiene de bueno –y ciertamente lo tiene– es precisamente el
devolvernos a lo esencial, a no vivir distraídos en las falsas seguridades. Tal
contexto es favorable también para que podáis examinar el estado de salud de
vuestra Orden y alimentar el fuego de vuestros orígenes”.
Señaló que “en ocasiones, alguno se pregunta
cuál es el futuro de la vida consagrada; y algún profeta de la desventura dice
que ese futuro es breve, que está agotado”.
El Papa rechazó esas “visiones pesimistas
destinadas a ser desmentidas, como la de la misma Iglesia, porque la vida
consagrada es parte integrante de la Iglesia, de su índole escatológica, de su
genuinidad evangélica”.
“La vida consagrada es parte de la Iglesia, así
como la ha querido Jesús y como el Espíritu la genera continuamente. Por lo tanto,
se debe alejar la tentación de preocuparse de sobrevivir y, por el contrario,
vivir en plenitud acogiendo la gracia del presente, también con los riesgos que
entraña”.
Insistió en que “en la escuela de Cristo se
trata de ser fieles al presente y, al mismo tiempo, libres y abiertos a los
horizontes de Dios, inmersos en su misterio de amor. La vida carmelita y la
vida contemplativa. Es este el don que el Espíritu ha hecho a la Iglesia con
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y luego con los santos y santas
carmelitas: son muchos”.
“Fieles a este don, la vida carmelita es una
respuesta a la sede del hombre contemporáneo que, en el fondo, es sed de Dios,
sed de lo eterno: el hombre contemporáneo muchas veces no lo comprende, lo está
buscando por todos sitios”.
También defendió que “la vida carmelita está
al abrigo de psicologismos, espiritualismos o de falsas actualizaciones que
esconden un espíritu de la mundanidad”.
El Papa pidió a los carmelitas que estén vigilantes ante el espíritu de
la mundanidad, “que es el peor mal que le puede
suceder a la Iglesia”.
La fidelidad evangélica, recordó, “no
consiste en rechazar el cambio, sino en hacer los cambios necesarios para
acudir al encuentro que nos pide el Señor aquí y ahora. Por lo tanto, la
fidelidad exige un firme compromiso sobre los valores del Evangelio y del
propio carisma, y la renuncia a aquello que nos impide dar lo mejor de sí al
Señor y a los demás”.
En esa perspectiva, el Papa animó a los carmelitas “a permanecer vinculados a la amistad con Dios, a la vida
fraterna en comunidad y la misión, como se lee en los documentos preparatorios
de vuestro capítulo”.
“La amistad con Dios madura en el silencio”, subrayó, “en el recogimiento, en la escucha
de la Palabra de Dios. Es un fuego que se alimenta y se custodia día a día”.
El Santo Padre continuó: “El calor de este
fuego interior también ayuda a practicar el camino fraterno en comunidad. No se
trata de un elemento accesorio, sino sustancial”.
El Papa Francisco terminó su discurso señalando a los carmelitas que “no debéis imitar la misión de otros carismas, sino ser
fieles al vuestro para dar al mundo aquello que el Señor os dio a vosotros por
el bien de todos, es decir, el agua viva de la contemplación”.
Redacción ACI Prensa
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