LA FE CAMBIÓ LA VIDA DE GYÖNGYI DANI, ESGRIMISTA CON 8 MEDALLAS PARALÍMPICAS
LA ESGRIMISTA PARALÍMPICA GYONGYI DANI EN 2013...
EN TOKIO 2020 HA SUMADO UNA OCTAVA MEDALLA A SU PALMARÉS
La deportista Gyöngyi Dani es un orgullo y una
alegría para Hungría. Es la esgrimista paralímpica que ha
llevado la bandera de Hungría en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. En estos juegos ha conseguido una
medalla de bronce. En los de Rio de Janeiro se trajo un bronce y una plata, dos
platas en Londres y tres platas en Atenas en 2004. Es decir, atesora ya 8 medallas.
Tiene que saludar al Papa
Francisco cuando el Pontífice pase por Budapest para el Congreso Eucarístico de
la capital húngara. Y podrá contarle que su superación no ha
sido sólo de tipo físico, sino anímico, espiritual y familiar.
Esta campeona hoy admirada,
cuando tenía 16 años, intentó quitarse la vida, "desesperada
y frustrada".
En Wikipedia dice que quedó en
silla de ruedas porque tuvo un accidente, por una caída desde un edificio que
dañó su columna vertebral a los 16 años.
Pero ella ha querido explicar toda la verdad y hablar de Dios y su fe en un vídeo con motivo del Congreso
Eucarístico de Budapest.
No fue un accidente: fue un intento de suicidio.
En su mente, explica la
esgrimista, tenía un pensamiento insistente ese
día: que tenía que hacerlo, que tenía que saltar. "Estaba desesperada y frustrada, sobre todo por mi propia culpa",
señala. "Ese sentimiento me llevó al
tejado". "Alguien gritó, y no sé si fui yo o alguien de los que me
vio caer", recuerda.
¿Le castigó Dios
con la silla de ruedas? "No creo en un Dios enfadado. ¿Por
qué me castigaría? No creo eso. Nos castigamos nosotros", considera a raíz de su experiencia.
Gyöngyi Dani señala que en el suicidio hay algo de traición, de deserción, de dejar atrás a los
demás. "Como Judas tuvo que
afrontar que había vendido a Jesús, yo tuve que afrontar que yo
había vendido a mis amigos", constata. "Y tuve que afrontar mi arrepentimiento".
UNA
PREDICACIÓN SOBRE VIDA NUEVA Y EL ESPÍRITU SANTO
Para completar sus estudios
juveniles, acudió a un centro educativo para discapacitados donde se encontró con que había una comunidad católica muy
viva.
"Iban a la
iglesia cada domingo y me invitaron a un retiro de jóvenes en Nagymaros. La
predicación del padre Lajos Kérenyi me tocó profundamente.
Parecía dirigirse personalmente a mí. Habló de una vida nueva en la fe y
del Espíritu Santo", recuerda.
Lajos Kérenyi es un
sacerdote muy conocido en Hungría
De allí sacó un convencimiento: "Sentí que Dios no quería decirme 'levántate y anda'
sino 'levántate, Gyöngyi, ¡y vive!"
Empezó a entrenar y
competir. En 2004 impulsó a la Plataforma de Asociaciones de Discapacitados
del país y al Instituto Nacional de Rehabilitación Médica (OORI) para que
empezaran a organizar un encuentro deportivo anual para discapacitados.
Por su parte, además de la
esgrima, entre 2009 y 2013 entrenó en esquí alpino, quedando segunda en un
slalom en Auron, Francia. Aunque estaba invitada a los Paralímpicos de Invierno
de Vancouver 2010, no pudo acudir por estar lesionada.
VIUDA
JOVEN Y SIN HIJOS... PERO LLEGÓ MÁS VIDA
En 2011 murió su marido. Él también había estado en silla de ruedas y no
pudo darle hijos.
Ella lo sintió como si
fuera "el final de todo". Quería
abandonar incluso el deporte. Pero se mantuvo en una conversación con Dios que
le dio "poder para mirar adelante".
"Ofrecí mi medalla de plata en Londres en memoria de mi marido
fallecido".
Escenas de la vida
cotidiana de la esgrimista: su familia, su entrenamiento...
Pero dos años después
de Londres "encontré a mi marido actual. Ahora somos padres felices de un
chico de 5 años", explica
sonriendo. La vida sigue y sigue y ofrece regalos inesperados y sorpresas. Esa
ha sido su experiencia.
"A veces hay
gente que me para en la calle y me dice que les gusta mirarme porque hay
algo en mí que les gusta, aunque vaya en silla de ruedas. Y yo
sonrío, porque sé que no es a mí a quien miran. Es realmente bueno ser una
fuente así de esperanza", afirma.
Después de años en la silla de
ruedas, pero también en el deporte paralímpico, dice: "No
creo llevar una cruz; quizá suena
raro, pero es mi cruz la que me lleva a mí".
"Sólo Dios
tiene derecho a decidir sobre el final de nuestras vidas terrenales. Pero creo que es sólo una transición, no me
da miedo la muerte", afirma hoy.
Gyöngyi Dani contó su testimonio aquí para el
Congreso Eucarístico Internacional de Budapest (subtítulos en inglés)
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