Ángelus del Papa Francisco, 5 de septiembre de 2021.
Fuente: Vatican News
“Jesús es la Palabra: si no nos detenemos a escucharlo, pasa
de largo. Pero si dedicamos tiempo al Evangelio, encontraremos un secreto para
nuestra salud espiritual”. Fueron palabras del Papa Francisco, quien, como
cada domingo se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar
junto con los fieles la oración mariana del Ángelus. Al comentar el Evangelio
del día (Mc 7, 31-37), que en el XXIII domingo del Tiempo Ordinario presenta a
Jesús que obra la curación de una persona sordomuda, el Santo Padre animó en
este día, para nuestra salud espiritual, a dedicar más tiempo al Evangelio: cada día un poco de silencio y de escucha, - dijo
- algunas palabras inútiles de menos y algunas
Palabras más de Dios. Pero, además, refiriéndose a modo de ejemplo a
nuestra vida familiar, invitó a fijarse en las veces que “se habla sin escuchar primero, repitiendo los propios
estribillos siempre iguales”. Y afirmó que el renacimiento de un diálogo
a menudo no viene de las palabras, sino del silencio, del no obcecarse, de
volver a empezar con paciencia a escuchar a la otra persona, sus afanes, lo que
lleva dentro. “La curación del corazón –
aseguró – comienza con la escucha.
¡ÁBRETE!
Lo que llama la atención en
el relato – comenzó diciendo el Papa – es la forma en que el Señor realiza este signo
prodigioso: toma al sordomudo a un lado, le pone los dedos en los oídos y con
la saliva le toca la lengua, luego mira hacia el cielo, suspira y dice:
"Efatá", es decir, "¡Ábrete!" (cfr. v. 34)”.
En otras curaciones de
enfermedades igualmente graves, como la parálisis o la lepra, Jesús no hace
tantos gestos. ¿Por qué hace todo esto ahora, aunque sólo se le ha pedido
que imponga su mano sobre el enfermo (cf. v. 32)? ¿Por qué hace este gesto?
Quizás porque la condición de esa persona tiene un valor simbólico particular y
tiene algo que decirnos a todos. ¿De qué se trata? Se trata de la sordera. El
hombre no podía hablar porque no podía oír. De hecho, Jesús, para curar la
causa de su malestar, primero le pone los dedos en los oídos.
PRIMERO
ESCUCHAR, LUEGO RESPONDER
“Todos tenemos oídos, pero muchas veces no logramos
escuchar”, continuó diciendo Francisco. De hecho, hay
una sordera interior, que hoy podemos pedir a Jesús que toque y sane. Se
trata de una sordera que “es peor que aquella
física” porque es “la sordera del corazón”:
Atrapados en nuestras
prisas, con mil cosas que decir y hacer, no encontramos tiempo para detenernos
a escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables
a todo y de no dar cabida a quienes necesitan ser escuchados: pienso en los
niños, en los jóvenes, en los ancianos, en muchos que no necesitan tanto
palabras y sermones, sino ser escuchados. Preguntémonos: ¿cómo va mi
escucha? ¿Me dejo tocar por la vida de las personas, sé dedicar tiempo a
los que están cerca de mí, para escucharla? Esto es para todos
nosotros, pero en modo particular, para los sacerdotes, la gente: el
sacerdote debe escuchar a la gente, no ir de prisa. Escuchar y ver cómo los
puede ayudar, pero después de haber escuchado. Y todos nosotros: primero
escuchar, y luego responder.
“LA
CURACIÓN DEL CORAZÓN COMIENZA CON LA ESCUCHA”
Así, como escribimos en la introducción y
repetimos, el Santo Padre invitó a pensar en la vida familiar: “¡cuántas veces se habla sin escuchar primero, repitiendo
los propios estribillos siempre iguales!”.
Incapaces de escuchar,
decimos siempre las mismas cosas, o no dejamos que el otro termine de
hablar, de expresarse, y nosotros lo interrumpimos. El renacimiento de un
diálogo a menudo no viene de las palabras, sino del silencio, del no obcecarse,
de volver a empezar con paciencia a escuchar a la otra persona, sus afanes, lo
que lleva dentro. La curación del corazón comienza con la
escucha. Escuchar. Y esto, sana el corazón. “Pero, padre hay gente aburrida
que siempre dice las mismas cosas” ¡Escúchalo! Y luego cuando termine de hablar; di tu
palabra, pero escucha todo.
¿NOS
ACORDAMOS DE PONERNOS A LA ESCUCHA DEL SEÑOR?
“Lo mismo vale para el
Señor”, prosiguió Francisco:
Hacemos bien en inundarle
con peticiones, pero haríamos mejor en escucharle primero. Jesús lo pide.
En el Evangelio, cuando le preguntan cuál es el primer mandamiento, responde:
"Escucha, Israel". Luego añade el primer mandamiento: "Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón [...] y a tu prójimo como a ti mismo"
(Mc 12,28-31). Pero en primer lugar dice: "Escucha Israel", escucha
tú. ¿Nos acordamos ponernos a la escucha del Señor? Somos cristianos, pero
quizás, entre las miles de palabras que escuchamos cada día, no encontramos
unos segundos para dejar que resuenen en nosotros unas palabras del
Evangelio. Jesús es la Palabra: si no nos detenemos a escucharlo, pasa de
largo. ¡Si no nos detenemos para escuchar a Jesús, pasa de largo! San Agustín decía: "tengo miedo del Señor cuando pasa”, pero el
miedo era que pasase, sin escucharlo.
EL
"SECRETO" PARA NUESTRA SALUD ESPIRITUAL
Y así llegó el Obispo de Roma a decirnos el “secreto” para nuestra salud espiritual, que
encontramos “si dedicamos tiempo al Evangelio”:
He aquí la medicina: cada
día un poco de silencio y de escucha, algunas palabras inútiles de menos y
algunas Palabras más de Dios. Escuchemos hoy, como el día de nuestro bautismo,
las palabras de Jesús: "Efatá, ábrete". Jesús, deseo abrirme a
tu Palabra, abrirme a la escucha. Sana mi corazón de la cerrazón, la prisa y la
impaciencia.
En la conclusión, y antes de elevar al cielo la
oración mariana, pidió “que la Virgen María,
abierta a la escucha de la Palabra, que se hizo carne en ella, nos ayude cada
día a escuchar a su Hijo en el Evangelio y a nuestros hermanos con un corazón
dócil, con corazón paciente y con corazón atento"
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