El Señor de la Humildad y la Paciencia es una de las devociones de origen colonial que se mantiene en la parte baja de la cuenca del río Huaura; específicamente en Luriama, en la zona que aún se conoce como -Campiña de Huacho-. Es un fervor de la pasión de Jesucristo, hoy es poco común, lo singular es que -es uno de los pocos rastros que quedan del paso de los primeros religiosos misioneros de la fe católica-. Estos fueron llamados doctrineros, hoy en día los ubicaríamos como -catequistas-. Ellos educaron y predicaron en estos centros de producción agrícola y pecuaria, hace 450 años, por largos periodos centenarios. Fue un trabajo constante, para asimilar a la población indígena inca al nuevo orden feudal y monárquico de los invasores ibéricos, en castellano y negando el valor del runasimi.
Huacho se establece como Encomienda conformada por varios ayllus entregada al español don Benito Ventura Beltrán en 1535, la ciudad actual no existía. Administrar una Encomienda no dista mucho de administrar una hacienda, implica hacer producir a la gente como esclava, proveyéndoles servicios, entre ellos, la catequización.
En La Campiña de Huacho se ubicó una iglesia como, centro de misionización y primeras letras, sobre cada uno de los ayllus incas o centros de producción agropecuaria. De manera que en los dos ayllus de Chonta, en: Jopto, Luriama, Huacán, Hualmay, Carquín, Amay, Chaquila o Cercado de Indios y los otros, se ubicaron iglesias pequeñas, que a su vez fueron centros de aprendizaje del castellano, de la vida de Jesucristo y también de la fusión de conocimientos: indígena e hispano.
Esta fusión ancestral nos queda en la piel y el habla, y también en la sopa huachana, en la salchicha de Huacho, el cebiche de pato y la pachamanca; pues La Campiña de Huacho, hoy distrito de Santa María, es un centro importante de domesticación de plantas y animales de alta utilidad en el Perú.
En el Norte Chico, en la parte alta de la cuenca del río Huaura, aún se resisten al paso invasivo y desordenado de la modernidad que llega a los sitios alejados, iglesias de hace más de cuatrocientos años. Vestigios auténticamente coloniales, de esa ocupación española de esclavismo y religión a cambio de pan, enajenando al nativo de su tierra de origen. En la variada y exuberante iconografía de estos templos del primer tiempo colonial, aparece la imagen del Señor de la Humildad y la Paciencia, también San Bartolomé -en su iconografía original como exorcista-.
Nuestro Señor Jesucristo de la Humildad y la Paciencia, es una imagen pasionaria. La prédica de las enseñanzas y milagros, pasión y muerte de Jesús fueron centrales para la conversión de los gentiles; hasta en los tiempos de la Navidad. Es así que en Luriama se mantiene esa peculiaridad ancestral de celebrar la santa paciencia del hondo dolor en el tiempo de nacimiento del mesías. Así lo vivía y recomendaba también el santo padre Pío de Pietrelcina, quien llegó a ver al Niño Jesús Niño con las marcas de su crucifixión.
La imagen del Señor de la Humildad y la Paciencia recrea a Jesús en los momentos infaustos de su pasión. Cuando después de ser azotado, coronado de espinas, con capa morada y una caña en la mano, fue mofado por la gentuza que eran los soldados que lo apresaron, maniataron y humillaron. Mientras su hincha Pedro, se hizo de miedo, lo negó y cantó el gallo para sello de esa inolvidable escena de medianoche. Cuenta la tradición que san Pedro no podía oír cantar un gallo, pues le originaba un fuerte llanto de arrepentimiento.
La reflexión a la que invita la imagen del Señor de la Humildad y la Paciencia es muy profunda, de dolor muy hondo, comunicando que aún en los interminables momentos, -de horas tras horas de sufrimiento-, está el Cristo que sufrió igual que tú por ofrecerse como sacrificio y darnos vida eterna con su resurrección. También invita a ser compasivos para trasmitir la fe en Cristo y avivar la llama de su esperanza.
Nuestro Señor Jesucristo de la Humildad y la Paciencia de Luriama es una referencia milagrosa, de hecho se mantiene vigente al cabo de cuatro siglos. Un amante de Huacho y su campiña le hizo fotos a la imagen, a fines del siglo pasado. Y este Cristo le hizo un regalo. Cuando obtuvo sus fotos reveladas, encontró que en la secuencia fotográfica realizada, la imagen original se mostraba como que el Cristo sostenía su rostro con ambas manos. Fue una señal. Cuando él me lo contó me di cuenta que no entendió el mensaje; pero yo sí y pude ver el milagro. Por eso doy testimonio de ello. Todo es un milagro cuando amas la verdad. Esta imagen mueve una cuerda sensible de nuestro yo interno.
Santísimo Señor Jesucristo de la Humildad y la Paciencia de Luriama, ten piedad de nosotros. Amén.
Nota de Alejandro Smith Bisso.
Huacho, 8 de enero 2021.
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