Debo estar dispuesto a renunciar a todo aquello que me aparta de Cristo para llenarme cada vez más de Él.
Por: Padre Sergio Larumbe | Fuente: Catholic.net
CONFIGURARNOS
CON CRISTO
San Pablo nos exhorta: Tened entre vosotros los
mismos sentimientos que Cristo (Fil.
2,5). Para esto es importante tener los ojos fijos en Nuestro Señor Jesucristo
y ver cómo Él se comportaba en todos los órdenes de la vida, sacando muchos
propósitos prácticos:
Nuestros propósitos a la luz de la vida de Cristo
En su relación conmigo: pensar ¿cómo me mira Dios?
Se trata de ver mi vida a la luz de Jesucristo, y ver cómo Él siempre usó de
misericordia y ver cómo estuvo siempre presente enseñándome, ayudándome, etc.
Yo debo usar la misma misericordia en los juicios conmigo mismo y con los
demás.
En su mirada: siempre pura, incluso mortificándola
al tener que ver a sus verdugos, el aceptar que lo vendaran. También yo
debo mortificarla como Él. Mirada de compasión y no de codicia. Debo pedir la
gracia de entristecerme cuando vea a alguna persona que se aparta de Dios y
alegrarme cuando vea que alguien se acerca a Él.
En sus pensamientos, deseos e intenciones: siempre deseando hacer el bien a los
demás. Nunca utilizó su poder para provecho propio, o para sacar alguna
ventaja, sus intenciones eran rectas: la gloria de
Dios y nuestra salvación (nunca hubo nada en Él que vaya en detrimento de
esto). Todo lo aprovechaba de la mejor manera para salvar. Mis
pensamientos y deseos deben ser de querer ver feliz a Cristo y de querer verlo
formado en las almas.
En sus palabras: Siempre amable, dando consejos,
hablando cosas constructivas, corrigiendo al que se equivoca, jamás se escuchó
una queja o una palabra subida de tono. Siempre alentando al abatido. Me
esforzaré por imitarlo.
En el respeto hacia los demás: Cristo nunca rechazó
a nadie que lo buscaba con sinceridad, a todos atendía y escuchaba. Daré de mi
tiempo al que lo necesite sin quejarme de la falta del mismo.
En sus gestos y modales: nunca se vio una grosería,
fue amable con todos. ¿Cómo son mis gestos? ¿Soy amable?
En su preferencia por las almas: en sus milagros,
Cristo, curaba a personas que habían pasado muchos años permaneciendo enfermas.
En esto se ve que Él tenía una preferencia por los más necesitados y los que
más sufren. También yo debo tener esa misma preferencia.
En su trabajo: durante treinta años estuvo
trabajando haciéndolo con perfección, y como enviado de Dios no tenía tiempo ni para descansar. Yo debo trabajar como Cristo.
En su apostolado: fue siempre generoso, nunca se
quejó del cansancio. ¡Cuántas veces me quejo por cosas sin sentido!
En su alegría y buen humor: Jesucristo tenía un
gran sentido del humor. Humor que no tenía doble sentido ni era chabacano, sino
sencillo y puro. También yo puedo alegrarme de la misma manera.
En su dolor: siempre guardó una gran serenidad, fue
dueño de sí. Sabía padecer con provecho ofreciéndolo por los pecadores.
También yo puedo ofrecer mis sufrimientos sin quejarme, para imitar más al Varón
Jesús.
En su trato con sus amigos: siempre fue disponible,
viendo el bien que les podía hacer y no el provecho propio que podía sacar, fue
siempre amable. También yo debo dejar de pensar en mí para ocuparme del
bien de mis amigos.
Con sus superiores: siempre fue obediente, hasta la
cruz. También yo debo obedecer a mis mayores y superiores aunque me cueste.
Con sus familiares: Fue respetuoso, cariñoso. También yo debo serlo con mis
familiares. ¿Cómo los trato? ¿Cumplo con alegría el
cuarto mandamiento?
Con los pecadores: fue manso, misericordioso
y le dedicó la mayor parte de su tiempo buscando su conversión. Es
importante que ofrezca mis sacrificios, oraciones, penitencias y mis actos por
la conversión de las almas.
Con los atribulados y que sufren: tuvo una gran compasión que lo llevo incluso
a llorar y socorrerlos en sus necesidades; comparte realmente la carga del que
sufre, los atiende, los acompaña, tiene una gran sensibilidad. ¡Señor, dame la gracia de tener un corazón sensible al
sufrimiento humano!
Con los enemigos: su perdón es constante. ¿Cómo
trato a los que me hacen el mal? ¿Cómo trato a los que me ofenden, quizás sin
saberlo?
Con las mujeres: buscando siempre la salvación,
atendiéndolas con todo respeto y decoro, siempre en lugares públicos y delante
de otras personas.
Con los niños: atendiéndolos con amor paternal,
bendiciéndolos. Así yo siempre debo dar buenos consejos a los niños, no
escandalizarlos y escucharlos.
DESPOJARNOS DE TODO
PARA LLENARNOS DE CRISTO
Estos propósitos nos tienen que llevar a configurar toda nuestra vida con la de
Cristo, hasta poder exclamar como exclamaba San Pablo ya no soy yo sino que es Cristo quien vive en mí (Gal. 2,20). San Pablo todo lo tenía por pérdida
con tal de ganar a Cristo. También yo debo estar dispuesto a renunciar a todo
aquello que me aparta de Cristo para llenarme cada vez más de Él. Como decía
San Pablo juzgo que todo es pérdida ante la
sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas
las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo (Fil. 3,8)
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