En el contexto de las reformas legislativas que se están queriendo implantar en España en torno a la educación, uno de los asuntos que está suscitando más quejas es la marginación a la que quiere someterse a la asignatura de Religión. La plataforma nacional Reli es más ha publicado en su página de Facebook un artículo escrito por Luis Santamaría, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Lo reproducimos a continuación.
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LA CLASE DE RELIGIÓN
ANTE LAS SECTAS
No es la primera vez que escribo sobre el tema.
Pero ahora lo hago con una mayor preocupación, si cabe, por esa espada de
Damocles que vuelve a cernirse sobre la asignatura de Religión en España. ¡Qué poco europeos somos en algunas cosas! Llevo
más de una década avisando sobre ello: junto a los
demás recursos con los que cuenta el sistema educativo para conseguir que los
alumnos desarrollen una personalidad libre, responsable y crítica, que los
ayude a ser ciudadanos autónomos y formados, la Enseñanza Religiosa Escolar
(ERE) constituye un ámbito único y fundamental para prevenir de manera
específica ante el fenómeno sectario.
En primer lugar: la misma existencia de una
asignatura que afronte el hecho religioso desde una perspectiva
confesional –es decir, con unos
contenidos determinados por las autoridades religiosas respectivas (católicas,
evangélicas, judías o islámicas) y unos profesores autorizados por las mismas–
y con carácter optativo por
parte del alumnado y sus familias, está marcando una gran diferencia con lo que
supone la propia formación doctrinal interna –catequesis–, porque su propósito
es otro: el conocimiento de una tradición religiosa, sus doctrinas y valores,
su historia y su cultura. Y, por lo tanto, ya se está haciendo una presentación
del fenómeno religioso asociado a la libertad de elección.
En segundo lugar, y continuando con este mismo argumento, la realidad cotidiana de la
asignatura nos muestra una gran diversidad de familias y
alumnos que la escogen sin formar
parte de la comunidad religiosa correspondiente, o con diversos grados de
adhesión y participación. Una realidad multiforme en la que prima el respeto a la libertad de conciencia y de creencia, y de un profesorado que, a su formación y
experiencia, suma una gran capacidad de dejar de lado las opiniones personales
de cada estudiante para hacer una evaluación académica rigurosa y
objetiva.
“Yo, que me declaro ateo y soy muy crítico en clase de Religión, saqué un
sobresaliente”, me comentaba hace unos días un alumno de Bachillerato.
En tercer lugar, la
cultura religiosa que proporciona la ERE dota a los más jóvenes de los
contenidos teóricos y los criterios prácticos para saber distinguir ante
ofertas ambiguas que ya,
en la adolescencia, empiezan a recibir por parte de los captadores del mundo de
las sectas. Sí: el ejemplo de la joven ilicitana Patricia Aguilar –captada a
través de las redes sociales de Internet por un líder sectario cuando sólo
contaba con 16 años y adoctrinada y manipulada para huir de casa al alcanzar la
mayoría de edad– ilustra un riesgo ante el que no
podemos cerrar los ojos. Igual que la cultura científica los puede
hacer más inmunes a los cantos de sirena de las pseudoterapias, la cultura religiosa los puede proteger ante
el fenómeno de las sectas.
En cuarto lugar, los currículos de la ERE de
cada confesión religiosa –debidamente publicados en el Boletín Oficial del Estado–,
aunque se centran fundamentalmente en la identidad y enseñanzas propias,
incluyen el conocimiento de las otras religiones y formas de
plantearse las cosas, buscando que cada alumno sepa los elementos
básicos sobre los que construyen su vida creyentes y no creyentes. Y que
aprenda, sobre todo, a respetar esas otras posturas, sabiendo apreciar sus
muchos valores. El enfoque antropológico de cada curso sirve para un buen
conocimiento de lo que significa creer y, por contraste, previene ante
actitudes fanáticas y excluyentes de cualquier tipo.
Por último, y pensando en los profesores de ERE, quiero destacar su
especial interés en formarse específicamente sobre el
fenómeno sectario. Conscientes de
lo importante que puede ser su atención a los alumnos en este campo
–especialmente si hablamos de los adolescentes que cursan Secundaria y
Bachillerato–, están ávidos de aprender acerca de este tema. Algo que he podido
constatar personalmente con mi experiencia: desde 2012 he tenido la
oportunidad de formar a algo más de 500 docentes de Religión en cursos
monográficos en los que hemos
tratado, con todo detalle, el complejo mundo de las sectas. En diversos lugares
de la geografía española, con muchas horas dedicadas a ello y, sobre todo, con
muchas preguntas por su parte, preocupados por la realidad de sus alumnos en
este contexto social.
Aún estamos a tiempo. Como
sociedad, no podemos dejar perder esta oportunidad de seguir formando a una
ciudadanía madura y crítica que cuente, entre su equipaje de camino, con el conocimiento del fenómeno religioso y
con las alarmas que avisen de cualquier
patología de la religión. Las sectas lo son, y el daño que
hacen es difícilmente reparable en su totalidad. Como siempre, la prevención
vale más. Y la clase de Religión, en esto, siempre aporta más.
Secretaría RIES
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