martes, 10 de noviembre de 2020

LA CLASE DE RELIGIÓN, PREVENCIÓN ANTE LAS SECTAS

En el contexto de las reformas legislativas que se están queriendo implantar en España en torno a la educación, uno de los asuntos que está suscitando más quejas es la marginación a la que quiere someterse a la asignatura de Religión. La plataforma nacional Reli es más ha publicado en su página de Facebook un artículo escrito por Luis Santamaría, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Lo reproducimos a continuación.

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LA CLASE DE RELIGIÓN ANTE LAS SECTAS

No es la primera vez que escribo sobre el tema. Pero ahora lo hago con una mayor preocupación, si cabe, por esa espada de Damocles que vuelve a cernirse sobre la asignatura de Religión en España. ¡Qué poco europeos somos en algunas cosas! Llevo más de una década avisando sobre ello: junto a los demás recursos con los que cuenta el sistema educativo para conseguir que los alumnos desarrollen una personalidad libre, responsable y crítica, que los ayude a ser ciudadanos autónomos y formados, la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE) constituye un ámbito único y fundamental para prevenir de manera específica ante el fenómeno sectario.

En primer lugar: la misma existencia de una asignatura que afronte el hecho religioso desde una perspectiva confesional –es decir, con unos contenidos determinados por las autoridades religiosas respectivas (católicas, evangélicas, judías o islámicas) y unos profesores autorizados por las mismas– y con carácter optativo por parte del alumnado y sus familias, está marcando una gran diferencia con lo que supone la propia formación doctrinal interna –catequesis–, porque su propósito es otro: el conocimiento de una tradición religiosa, sus doctrinas y valores, su historia y su cultura. Y, por lo tanto, ya se está haciendo una presentación del fenómeno religioso asociado a la libertad de elección.

En segundo lugar, y continuando con este mismo argumento, la realidad cotidiana de la asignatura nos muestra una gran diversidad de familias y alumnos que la escogen sin formar parte de la comunidad religiosa correspondiente, o con diversos grados de adhesión y participación. Una realidad multiforme en la que prima el respeto a la libertad de conciencia y de creencia, y de un profesorado que, a su formación y experiencia, suma una gran capacidad de dejar de lado las opiniones personales de cada estudiante para hacer una evaluación académica rigurosa y objetiva. “Yo, que me declaro ateo y soy muy crítico en clase de Religión, saqué un sobresaliente”, me comentaba hace unos días un alumno de Bachillerato.

 

En tercer lugar, la cultura religiosa que proporciona la ERE dota a los más jóvenes de los contenidos teóricos y los criterios prácticos para saber distinguir ante ofertas ambiguas que ya, en la adolescencia, empiezan a recibir por parte de los captadores del mundo de las sectas. Sí: el ejemplo de la joven ilicitana Patricia Aguilar –captada a través de las redes sociales de Internet por un líder sectario cuando sólo contaba con 16 años y adoctrinada y manipulada para huir de casa al alcanzar la mayoría de edad– ilustra un riesgo ante el que no podemos cerrar los ojos. Igual que la cultura científica los puede hacer más inmunes a los cantos de sirena de las pseudoterapias, la cultura religiosa los puede proteger ante el fenómeno de las sectas

En cuarto lugar, los currículos de la ERE de cada confesión religiosa –debidamente publicados en el Boletín Oficial del Estado–, aunque se centran fundamentalmente en la identidad y enseñanzas propias, incluyen el conocimiento de las otras religiones y formas de plantearse las cosas, buscando que cada alumno sepa los elementos básicos sobre los que construyen su vida creyentes y no creyentes. Y que aprenda, sobre todo, a respetar esas otras posturas, sabiendo apreciar sus muchos valores. El enfoque antropológico de cada curso sirve para un buen conocimiento de lo que significa creer y, por contraste, previene ante actitudes fanáticas y excluyentes de cualquier tipo.

Por último, y pensando en los profesores de ERE, quiero destacar su especial interés en formarse específicamente sobre el fenómeno sectario. Conscientes de lo importante que puede ser su atención a los alumnos en este campo –especialmente si hablamos de los adolescentes que cursan Secundaria y Bachillerato–, están ávidos de aprender acerca de este tema. Algo que he podido constatar personalmente con mi experiencia: desde 2012 he tenido la oportunidad de formar a algo más de 500 docentes de Religión en cursos monográficos en los que hemos tratado, con todo detalle, el complejo mundo de las sectas. En diversos lugares de la geografía española, con muchas horas dedicadas a ello y, sobre todo, con muchas preguntas por su parte, preocupados por la realidad de sus alumnos en este contexto social.

Aún estamos a tiempo. Como sociedad, no podemos dejar perder esta oportunidad de seguir formando a una ciudadanía madura y crítica que cuente, entre su equipaje de camino, con el conocimiento del fenómeno religioso y con las alarmas que avisen de cualquier patología de la religión. Las sectas lo son, y el daño que hacen es difícilmente reparable en su totalidad. Como siempre, la prevención vale más. Y la clase de Religión, en esto, siempre aporta más. 

Secretaría RIES

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