Elizabeth Feodorovna Romanova, nieta de la reina
Victoria del Reino Unido y gran duquesa de Rusia, dejó sus comodidades de
princesa para tomar los atuendos de una simple religiosa al servicio de los
enfermos y los pobres, y entregó su vida como mártir por su fe cristiana.
Con el nombre de Elizabeth of Hesse and by Rhine, la futura mártir nació
el 1 de noviembre de 1864. Fue la segunda hija de la Casa Real de Hesse, un
principado germánico menor, y fue nombrada en honor a una pariente de su
familia, Santa Isabel de Hungría, pero fue más conocida como Ella.
El 15 de junio de 1884, Ella y Sergei se casaron en el Palacio de
Invierno de San Petersburgo (Rusia), lo que llevó a la princesa a dejar su
hogar y convertirse en miembro de una formidable dinastía: los Romanov de la
Rusia Imperial.
En 1888, la joven pareja representó a la Casa Real en la dedicación de
la Iglesia Ortodoxa Rusa de Santa María Magdalena en el Monte de los Olivos.
Allí, Ella sintió el llamado de Dios a dejar el luteranismo de su familia.
Esta visita a Jerusalén y los Lugares Santos impresionaron mucho a Ella
y empezó a profundizar en la fe, en un período de oración y estudio, que
finalmente la llevó a la fe ortodoxa de su esposo.
En la primavera de 1891, el hermano de Sergei, zar Alejandro III, pidió
al esposo de Ella que asumiera el cargo de gobernador de Moscú. Esta ciudad fue
semillero de las revoluciones, que empeoraron con la represión estatal, lo que
generó un ciclo mortal para todos los involucrados, en especial para su
gobernador.
Finalmente, Sergei renunció al puesto, pero había quienes aún buscaban
venganza contra él, que se consumó en el atentado del 17 de febrero de 1905
frente al Kremlin de Moscú, donde una granada destruyó el carruaje donde
viajaba Sergei.
El asesino de Sergei fue detenido fácilmente en la escena al haber sido
herido por la explosión. Mientras yacía recuperándose en su celda fuertemente
vigilada, Ella fue a visitarlo y le pidió que se alejara del mal y buscara el
arrepentimiento.
La princesa le entregó una medalla religiosa y le aseguró que
continuaría orando por él. Unos meses más tarde, después de que el asesino fue
juzgado y ahorcado, los guardias indicaron a la viuda que antes de la muerte
del prisionero encontraron, al lado de su cama, la medalla que le había dado.
En los años siguientes, las joyas y las galas de Ella fueron cambiadas
por un hábito de lana blanca, un palacio por un monasterio, salas de baile
relucientes por una habitación para enfermos. Ella se consagró como religiosa y
estableció el Convento de la Misericordia de Marta y María, que se dedicaba a
servir a los pobres de Moscú.
La paz que Ella había encontrado sirviendo a los más necesitados en el
Convento no fue duradera. En 1918, cuando Moscú cayó en la anarquía y luego en
el Terror Rojo, llamaron una noche a la puerta del convento. Ella fue
secuestrada por la policía secreta, encerrada en la parte trasera de un camión
y llevada a Alapayevsk en los Montes Urales, donde el Ejército Rojo la mantuvo
bajo guardia armada.
El 18 de julio, Ella y otros rehenes fueron llevados a una mina en
desuso inundada. La religiosa, sabiendo que finalmente había llegado la hora,
se arrodilló ante sus verdugos y rezó: “Padre,
perdónalos, porque no saben...”. Sin embargo, no pudo terminar su
oración, porque las culatas de los rifles le golpearon la cara.
Aturdida, la recogieron y la arrojaron de cabeza a la mina. Uno por uno,
los otros cautivos también fueron arrojados a la oscuridad. Una vez completada
la tarea, los Guardias Rojos se fueron, dejando que todos murieran.
El Ejército Blanco recuperó su cuerpo meses después. Finalmente fue
llevada a la iglesia en el Monte de los Olivos, a donde peregrinó 30 años antes
y conoció la fe por la que murió mártir.
Traducido y adaptado por Harumi
Suzuki. Publicado originalmente en NCR.
Por: K.V. Turley
Redacción ACI Prensa/NCR
Redacción ACI Prensa/NCR
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