El Señor llenará tu manantial de agua dulce y
quitará la fuente amarga. Que siempre salgan de tu boca palabras de vida,
bendición, gozo, salud y abundancia. Dios quiere usarte como un vaso limpio,
como una fuente de salvación e inspiración.
Santiago 3:10-12 “Y
así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos
míos, ¡eso no está bien! ¿Acaso puede brotar de un mismo manantial agua dulce y
agua amarga? ¿Acaso una higuera puede dar aceitunas o una vid, higos? No, como
tampoco puede uno sacar agua dulce de un manantial salado”.
La forma de andar en acuerdo con Dios se ve
claramente con nuestras palabras, ya que ellas tienen el poder de crear las
cosas que van pasando en nuestra vida. Son las que sellan la fe de aquello que
esperamos y pedimos en oración. Si de nuestra fuente sale agua dulce y amarga,
algo no está bien, es porque nuestras palabras están mezcladas, no tienen
pureza. Si un día creemos y decimos que el Señor es nuestro proveedor, teniendo
una buena actitud, hacemos lo correcto; pero si en otro manifestamos lo
contrario, hacemos amarga nuestra fuente, la contaminamos.
Hagamos morir la queja, la
incredulidad y toda palabra negativa que contrista al Espíritu Santo. Llenemos
nuestra fuente de agua dulce, es decir, llenemos nuestra boca de bendición,
vida, salud, gozo, fe y esperanza. Haciéndolo, habilitamos el fluir del reino
de Dios para que todo lo que hagamos nos salga bien.
Oremos así:
“Padre Celestial hoy lleno
todo mi ser de tu palabra y promesas, desecho de mi vida todo fuente amarga.
Bendigo mi presente, mi futuro, mis proyectos, mi trabajo, mi cuerpo y digo que
todo lo que haga me va a salir bien, lo creo en el nombre de Jesús. Amén”
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