Debo
confesar que me preocupa hacia dónde vamos las mujeres. El sábado hablaba a un
grupo de jóvenes sobre el manejo del stress y como implementar estrategias que
surtan efecto en sus ocupadas vidas. Estos grupos son de personas migrantes, en
su mayoría mexicanos, que vienen en busca de un futuro mejor y la idea de
construir una vida que no tuvieron en su país de origen. La mayoría de estos
jóvenes tienen historias pintadas de negro y cuyo paisaje es siempre gris. En
general, han crecieron en un rancho y de pequeños presenciaron la violencia de
una padre contra una madre sumisa, analfabeta y dedicada a servirle a este
esposo alcohólico que salía por las mañanas a trabajar el campo o con los
animales para poder llevar de comer a la familia. Otros, tuvieron una madre que
les pegaba mucho, que más bien los golpeaba y que desde muy pequeños también
los hacía trabajar. Hay otros tantos que han presenciado peleas entre hombres a
golpe de machete y ahora viven asustados; y otros muchos que han sido víctimas
del abuso sexual de un hermano mayor, de un tío y hasta de su mismo padre.
Estos
jóvenes son admirables, porque así de rotos, así de destrozados en sus emociones
y autoestima buscan con ahínco que Dios los reconstruya. Esto me recuerda las
palabras de San José María Escrivá de Balaguer que he leído en algún texto: “la gracia trabaja sobre la naturaleza”. ¿A qué naturaleza se refiere? Yo creo que se
refiere a la naturaleza de ser persona. Aquellos que han tenido la dicha de
nacer en un hogar en donde papá y mamá los cuido con respeto, amor y entrega,
son afortunados pues toda su personalidad, su mente, sus emociones, su corazón
y sus virtudes humanas, se han preparado óptimamente para recibir esta gracia
de Dios. Entran de una forma más natural y espontánea a dialogar con Él, a
darle gracias por aquellos padres tan maravillosos, por esa infancia tan feliz.
Santa
Teresita de Jesús habla de ello, también lo hace Edith Stein o Santa Benedicta
de la Cruz, aunque ella reconoce que su madre no era religiosa, pero le dio una
formación sobre la naturaleza (la mente y el corazón) muy sólida. Es decir,
ellas fueron personas que por gracias de Dios y regalo, no tuvieron que hacer
ningún trabajo extra para poder comunicarse con Dios. ¿A
qué me refiero exactamente? A que las heridas, los maltratos y los
descuidos de la infancia, tuercen la naturaleza (la mente y el espíritu).
Aristóteles decía que cada niño que nace es como una tabla limpia o un lienzo
que se prepara para ser llenado de figuras, imágenes y colores culminando ello
en una obra de arte, con la que la mirada del mismo pintor u orfebre se
deleitará tal y como se deleitarán los ojos de muchos al verlos.
Hay miles
y miles de niños, que hoy son adultos jóvenes, adultos y ancianos, que lo único
que lleno sus tablas, sus lienzos, su humanidad en la infancia fueron gritos,
golpes, violencia, abuso… lo experimentaron todo, menos el amor. Lo vieron
todo, un padre tirando balazos, una mamá siendo tirada de los pelos, un hombre
mayor manipulando la intimidad de una niña. Y es así, rotos, como llegan a los
pies del Señor. Encuentran sólo en Cristo el consuelo y la pomada para sus
múltiples heridas, para sus neurosis disparadas, para su alcoholismo, para su
co-dependencia en las relaciones. Esto pasa, es la realidad que viven miles de
personas que actualmente quieren construir una vida fuera del rancho, lejos de
aquella violencia y de esos recuerdos que aunque han atravesado las fronteras,
les impide vivir con toda la confianza, seguridad y propósito de un hijo de
Dios. Y entonces, que un día cualquiera llega una mujer formada, que ya ha
sobrevivido a todas esos recuerdos, que después de muchos años de atender
sesiones de sicoterapia y de tratar de tener una vida metida en Dios, llega y
les habla de lo que significa ser persona. De las facultades espirituales del
alma y de que cómo con la ayuda de estas y los apoyos que Dios permite, como
los consejeros y psicoterapeutas, van a poder llegar a ser una persona
completa, ayudando así a muchos.
Mi
corazón siente mucho agradecimiento porque Dios me escogió para acompañar a los
más pobres, humildes y sencillos. Cuando vienen a verme, no los veo como los
adultos, el alcohólico, la mujer neurótica o que tiene una adicción y que está
luchando por seguir a Cristo. Los veo como a mis niños, y así trato de
ayudarles a comprender su historia, no reprimir más sus lágrimas y confiar que
Dios les ama tan profundamente y tan apasionadamente, que ha permitido que se
produzca un encuentro entre psicoterapeuta y este o ésta joven. Ellos, al
comprender su historia, comienzan una renovación tanto en su mente como en su
corazón y, gracias a ello, una auténtica vida cristiana que persigue fundar una
familia desde la dignidad que cada uno tiene o rescatar a la que ya se tiene.
Según la
OMS (Organización Mundial de la Salud) el maltrato infantil: “puede tener consecuencias a largo plazo. El maltrato
causa estrés y se asocia a trastornos del desarrollo cerebral temprano. Los
casos extremos de estrés pueden alterar el desarrollo de los sistemas nervioso
e inmunitario. En consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la
infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas conductuales, físicos y
mentales, tales como:
- actos de violencia (como
víctimas o perpetradores);
- depresión;
- consumo de tabaco;
- obesidad;
- comportamientos sexuales de
alto riesgo;
- embarazos no deseados;
- consumo indebido de alcohol
y drogas.”
A éstas
conductas y comportamientos podemos agregarle algunos mencionados por la
Doctora Carmen Touza Garma[1]:
“El maltrato activo (físico o emocional) y la
negligencia (física o emocional) están asociados a retrasos en el desarrollo
cognitivo e intelectual detectables a partir del segundo año de vida y que se
extienden hasta la adolescencia”. En ésta misma línea el autor
agrega que “En general, estos niños parecen no
comprender lo que se espera de ellos, además, los problemas de atención
asociados a los malos tratos podrían influir en el rendimiento académico. Su
falta de adaptación escolar también es significativa (…) La persistencia de los
efectos de los malos tratos en el rendimiento intelectual y en los logros
académicos pueden extenderse hasta la edad adulta”
La
Doctora Carmen Touza Garma explica: “La mayoría
de las investigaciones posteriores confirman que las víctimas de malos tratos
(sobre todo de maltrato físico activo y de negligencia física, en los que se
han centrado la mayor parte de ellas) manifiestan serias dificultades en la
interacción con adultos y con los iguales. La tendencia más generalizada
relaciona el maltrato físico activo con el desarrollo de conductas agresivas y
el abandono con el aislamiento y la falta de interacción en niños y
adolescentes”.
En
cuanto a las relaciones que establecen los niños maltratados la autora indica
que:
“Además de producir rechazo, los malos tratos parecen influir
en el tipo de relaciones que establecen los niños, que difieren de las
establecidas por los no maltratados. Salzinger et al. (1993) en una
investigación realizada con niños y preadolescentes (de 8 a 12 años) que hablan
sufrido maltrato físico activo y/o negligencia (no específica el tipo),
describen una serie de rasgos que caracterizan las relaciones sociales de estos
sujetos frente a las de los del grupo de comparación: insularidad (sus amigos
son menos conocidos por sus cuidadores), falta de reciprocidad (eligen como
amigos, incluso como a sus mejores amigos, a compañeros que no les eligen o que
les rechazan) y atribuyen más aspectos negativos a las relaciones con sus
amigos.
Oremos
afanosamente, aquellos privilegiados con padres santos, virtuosos y buenos para
que Dios permita que muchos niños lleguen a nacer en estas cunas en donde el
amor, el respeto y la consciencia de la dignidad de cada persona está presente.
Sheila Morataya
No hay comentarios:
Publicar un comentario