jueves, 4 de abril de 2019

¿QUÉ HACER CUANDO NO SE TUVO UNA INFANCIA FELIZ?


Debo confesar que me preocupa hacia dónde vamos las mujeres. El sábado hablaba a un grupo de jóvenes sobre el manejo del stress y como implementar estrategias que surtan efecto en sus ocupadas vidas. Estos grupos son de personas migrantes, en su mayoría mexicanos, que vienen en busca de un futuro mejor y la idea de construir una vida que no tuvieron en su país de origen. La mayoría de estos jóvenes tienen historias pintadas de negro y cuyo paisaje es siempre gris. En general, han crecieron en un rancho y de pequeños presenciaron la violencia de una padre contra una madre sumisa, analfabeta y dedicada a servirle a este esposo alcohólico que salía por las mañanas a trabajar el campo o con los animales para poder llevar de comer a la familia. Otros, tuvieron una madre que les pegaba mucho, que más bien los golpeaba y que desde muy pequeños también los hacía trabajar. Hay otros tantos que han presenciado peleas entre hombres a golpe de machete y ahora viven asustados; y otros muchos que han sido víctimas del abuso sexual de un hermano mayor, de un tío y hasta de su mismo padre.

Estos jóvenes son admirables, porque así de rotos, así de destrozados en sus emociones y autoestima buscan con ahínco que Dios los reconstruya. Esto me recuerda las palabras de San José María Escrivá de Balaguer que he leído en algún texto: “la gracia trabaja sobre la naturaleza”. ¿A qué naturaleza se refiere? Yo creo que se refiere a la naturaleza de ser persona. Aquellos que han tenido la dicha de nacer en un hogar en donde papá y mamá los cuido con respeto, amor y entrega, son afortunados pues toda su personalidad, su mente, sus emociones, su corazón y sus virtudes humanas, se han preparado óptimamente para recibir esta gracia de Dios. Entran de una forma más natural y espontánea a dialogar con Él, a darle gracias por aquellos padres tan maravillosos, por esa infancia tan feliz.

Santa Teresita de Jesús habla de ello, también lo hace Edith Stein o Santa Benedicta de la Cruz, aunque ella reconoce que su madre no era religiosa, pero le dio una formación sobre la naturaleza (la mente y el corazón) muy sólida. Es decir, ellas fueron personas que por gracias de Dios y regalo, no tuvieron que hacer ningún trabajo extra para poder comunicarse con Dios. ¿A qué me refiero exactamente? A que las heridas, los maltratos y los descuidos de la infancia, tuercen la naturaleza (la mente y el espíritu). Aristóteles decía que cada niño que nace es como una tabla limpia o un lienzo que se prepara para ser llenado de figuras, imágenes y colores culminando ello en una obra de arte, con la que la mirada del mismo pintor u orfebre se deleitará tal y como se deleitarán los ojos de muchos al verlos.

Hay miles y miles de niños, que hoy son adultos jóvenes, adultos y ancianos, que lo único que lleno sus tablas, sus lienzos, su humanidad en la infancia fueron gritos, golpes, violencia, abuso… lo experimentaron todo, menos el amor. Lo vieron todo, un padre tirando balazos, una mamá siendo tirada de los pelos, un hombre mayor manipulando la intimidad de una niña. Y es así, rotos, como llegan a los pies del Señor. Encuentran sólo en Cristo el consuelo y la pomada para sus múltiples heridas, para sus neurosis disparadas, para su alcoholismo, para su co-dependencia en las relaciones. Esto pasa, es la realidad que viven miles de personas que actualmente quieren construir una vida fuera del rancho, lejos de aquella violencia y de esos recuerdos que aunque han atravesado las fronteras, les impide vivir con toda la confianza, seguridad y propósito de un hijo de Dios. Y entonces, que un día cualquiera llega una mujer formada, que ya ha sobrevivido a todas esos recuerdos, que después de muchos años de atender sesiones de sicoterapia y de tratar de tener una vida metida en Dios, llega y les habla de lo que significa ser persona. De las facultades espirituales del alma y de que cómo con la ayuda de estas y los apoyos que Dios permite, como los consejeros y psicoterapeutas, van a poder llegar a ser una persona completa, ayudando así a muchos.

Mi corazón siente mucho agradecimiento porque Dios me escogió para acompañar a los más pobres, humildes y sencillos. Cuando vienen a verme, no los veo como los adultos, el alcohólico, la mujer neurótica o que tiene una adicción y que está luchando por seguir a Cristo. Los veo como a mis niños, y así trato de ayudarles a comprender su historia, no reprimir más sus lágrimas y confiar que Dios les ama tan profundamente y tan apasionadamente, que ha permitido que se produzca un encuentro entre psicoterapeuta y este o ésta joven. Ellos, al comprender su historia, comienzan una renovación tanto en su mente como en su corazón y, gracias a ello, una auténtica vida cristiana que persigue fundar una familia desde la dignidad que cada uno tiene o rescatar a la que ya se tiene.

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) el maltrato infantil: “puede tener consecuencias a largo plazo. El maltrato causa estrés y se asocia a trastornos del desarrollo cerebral temprano. Los casos extremos de estrés pueden alterar el desarrollo de los sistemas nervioso e inmunitario. En consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas conductuales, físicos y mentales, tales como:
  • actos de violencia (como víctimas o perpetradores);
  • depresión;
  • consumo de tabaco;
  • obesidad;
  • comportamientos sexuales de alto riesgo;
  • embarazos no deseados;
  • consumo indebido de alcohol y drogas.”
A éstas conductas y comportamientos podemos agregarle algunos mencionados por la Doctora Carmen Touza Garma[1]: El maltrato activo (físico o emocional) y la negligencia (física o emocional) están asociados a retrasos en el desarrollo cognitivo e intelectual detectables a partir del segundo año de vida y que se extienden hasta la adolescencia”. En ésta misma línea el autor agrega que En general, estos niños parecen no comprender lo que se espera de ellos, además, los problemas de atención asociados a los malos tratos podrían influir en el rendimiento académico. Su falta de adaptación escolar también es significativa (…) La persistencia de los efectos de los malos tratos en el rendimiento intelectual y en los logros académicos pueden extenderse hasta la edad adulta

La Doctora Carmen Touza Garma explica: “La mayoría de las investigaciones posteriores confirman que las víctimas de malos tratos (sobre todo de maltrato físico activo y de negligencia física, en los que se han centrado la mayor parte de ellas) manifiestan serias dificultades en la interacción con adultos y con los iguales. La tendencia más generalizada relaciona el maltrato físico activo con el desarrollo de conductas agresivas y el abandono con el aislamiento y la falta de interacción en niños y adolescentes”.

En cuanto a las relaciones que establecen los niños maltratados la autora indica que:
Además de producir rechazo, los malos tratos parecen influir en el tipo de relaciones que establecen los niños, que difieren de las establecidas por los no maltratados. Salzinger et al. (1993) en una investigación realizada con niños y preadolescentes (de 8 a 12 años) que hablan sufrido maltrato físico activo y/o negligencia (no específica el tipo), describen una serie de rasgos que caracterizan las relaciones sociales de estos sujetos frente a las de los del grupo de comparación: insularidad (sus amigos son menos conocidos por sus cuidadores), falta de reciprocidad (eligen como amigos, incluso como a sus mejores amigos, a compañeros que no les eligen o que les rechazan) y atribuyen más aspectos negativos a las relaciones con sus amigos.

Oremos afanosamente, aquellos privilegiados con padres santos, virtuosos y buenos para que Dios permita que muchos niños lleguen a nacer en estas cunas en donde el amor, el respeto y la consciencia de la dignidad de cada persona está presente.

Sheila Morataya

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