¿QUÉ ES UNA MUJER DE
PRINCIPIOS?
Ante esta
pregunta es posible que se turbe la mente, se agite el corazón y hasta se
asuste el alma. Es difícil responderla porque nuestra época se caracteriza por
la sobreabundancia de filosofías ligeras, porque está contaminada por
religiones en las que el esfuerzo y el sacrificio están fuera del verdadero
sentido de la vida, y los principios parecen no ser más que un estorbo. A ti y
a mí nos ha tocado protagonizar una era en la que el éxito personal es
ferozmente perseguido, anhelado y visto como la meta última del ser humano; por
ello, hablar de principios es sumamente complejo, pues se trata de aspirar a
llegar al núcleo específico que tienes tú como mujer: tu corazón.
ÉXITO FEMENINO
¿Qué
significa, en realidad, tener éxito como mujer? ¿Qué es el éxito para ti?
¿Aspiramos todas las mujeres a ello? ¿Vale la pena tener éxito a costa de
cualquier precio? ¿Qué sentido tiene para tu vida tenerlo así, y hacia dónde te
conducirá que lo tengas o no? Analiza por un momento, amiga, lo que significa
ser una mujer de principios, que, aunque el mundo esté tan moderno, revuelto y
desorbitado, es una aspiración, necesidad y anhelo que palpita en el corazón de
muchas, miles, millones de mujeres jóvenes, maduras y aquellas mujeres que han
alcanzado esa tan importante sabiduría humana. Si profundizas conmigo,
advertirás y te darás cuenta de que:
• Una
mujer de principios se caracteriza por tener convicciones profundas, que no
ceden ante la moda o presión de la sociedad en la que se mueve. Un ejemplo de
la conducta de estas mujeres fueron las vidas de Juana de Arco, Teresa de
Ávila, Drothy Grey, Edith Stein y, nuestra contemporánea, Teresa de Calcuta.
Estas fueron mujeres que tuvieron como rasgo principal en su personalidad a la
fe. Eran mujeres de oración y de temperamento recio cuando era necesario,
mujeres profundamente enamoradas de su Dios y comprometidas con lo femenino.
• En una
mujer de principios sus convicciones son prácticas, es decir, que en su forma
de ser no hay actitudes demasiado extraordinarias. Ella está en el mundo de una
manera natural, como todos los demás, pero con un sentido de integridad
diferente. Esto se ve, sobre todo, en la sencillez con la que se viste y la
delicadeza en el trato que tiene para con los demás.
• Una
mujer de principios puede ser una gran líder, pero sin por eso masculinizarse.
Sus convicciones son reales, las cree, las vive, por lo que las puede
transmitir y enseñar a otros. Es decir, una mujer de principios sustenta su
conducta por verdades con las que se puede de una manera segura conducir la
propia vida, sin caer en idealismos o posturas falsas. Puedo mencionar aquí a
Benazzir Butto, primera ministra de Pakistán. La mujer de principios es aquella
que se ha dado cuenta de que vivir de una forma contemplativa en medio del
mundo, para cristianizarlo, es absolutamente necesario. Vive dispuesta y
comprometida a tener una existencia coherente, de acuerdo con sus ideas, pues
es profundamente consciente de su razón de ser en el mundo: ayudar a muchas
almas a alcanzar la eternidad. Una mujer admirable en este aspecto es nuestra
contemporánea Jutta Burgaff experta en Teología de la Universidad de Navarra, y
la cual ha sido invitada por el Santo Padre a disertar sobre el papel de la
mujer en la familia.
Convicciones
de verdad Tú, como mujer de principios, no sólo debes tener convicciones, sino
también debes conocerlas y esforzarte por comprenderlas, comportándote de
acuerdo con ellas: inspirada, motivada y empujada por ellas. Por lo tanto, tus
decisiones, no deben ser inseguras, arrebatadas o emocionales, sino decisiones
últimas, que nacen directamente de la fuerza de esas mismas convicciones. Si te
planteas alguna convicción y luego sacas conclusiones, pero te quedas a la
mitad del discurso de tu propia danza mental, entonces no eres una mujer de
principios convencida, pues hay ambivalencia en tus decisiones. Un ejemplo muy
claro es decir: me divorcio porque se acabó el amor. Luego, ¿a dónde queda la
convicción con la que fundaste tu familia? Sí, aunque te parezca bastante duro,
porque hacer eso es como decir que el blanco parece negro o que el negro a veces parece
blanco. Trata de meterle cabeza a esto.
CONVICCIONES QUE
PERSEVERAN
La mujer
de principios no se detiene; no baja dos, tres, cuatro, cinco libras y cuando
llega ahí dice: “¡Basta!, ya no me interesa seguir,
ya no me importa tener 20 libras de más o 15 de menos, es más, ya no quiero que
sean veinte las que tengo que perder. Tengo otra opinión, ahora van a ser 15, o
tal vez siete y medio, quizás con cinco sea suficiente…”
Esto no
es una mujer de principios, de voluntad, de convicción profunda, de una pieza.
Si tú eres así, entonces no sabes ni quién eres, ni lo que quieres, ni lo que
puedes sembrar o no en los corazones de otros. No has descubierto el verdadero
sentido de un ser femenino en el mundo. Si pretendes ser una mujer de
principios, no tendrás más remedio que llegar hasta las últimas consecuencias.
Se trata de estar, en la medida de lo posible, constantemente sacando
conclusiones, logrando respuestas, hasta llegar al final de lo que te has
propuesto.
Los
principios te llaman a esforzarte y a dar lo mejor de ti. Te gritan que el
sacrificio que hagas hoy, dará su fruto en aquellos que en este momento estén a
tu cuidado. A veces te parecerá tonto e ingenuo, pero es ahí en donde
descubrirás si eres una mujer que conoce y vive su fe así como tus convicciones
en el amor, la amistad y el trabajo.
SIEMPRE DIOS
Claro
está que hay un momento en que una puede darse cuenta de que la última
consecuencia de todo está prácticamente al principio de todo, es decir, está en
Dios.
“En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era
Dios”, así
comienza el prólogo del “Evangelio de San Juan”.
Verdaderamente,
la idea que contienen estas palabras es maravillosa, o, mejor dicho, como para
quedarse con la boca abierta: Dios es el Principio y el Fin; A y Z; la Primera
y la Última palabra; los Principios y el Sentido último de la vida.
Hay un
libro excelente que puede aclararte un poco más todo, es El hombre en busca de
sentido, escrito por Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, tercera escuela
de psicoterapia; un gran hombre, que fue sobreviviente de los campos de
exterminio de Austria y cuya teoría está basada en que el hombre no es sólo
biología y psiquismo, sino todavía más: espíritu. Lo espiritual amiga, es lo
específicamente “humano” y es, en ese
núcleo, donde descubres los valores y te decides a vivir una vida anclada en
los principios, lo cual te lleva a ascender como persona. Si tienes un
compromiso con Cristo, entonces desde ese núcleo trabajas para hacerte santa,
vives la mortificación y el sacrificio. Todo, absolutamente todo lo arrojas al
cielo.
UNA MUJER QUE
REFLEXIONA
La mujer
de principios es la mujer que examina y reflexiona; que ha aprendido a pensar y
a ponderar; la que piensa en los principios y trata de descubrir los valores
con su inteligencia y corazón, que no los pierde de vista a lo largo de todo su
vivir y actuar en el mundo. Esta mujer actúa así, porque está consciente de que
todo lo que diga, haga o deje de hacer afectará a los que están inmediatos a
ella, a los que están más allá de ella y a los que están fuera de ella. Valores
y conducta van de la mano. Por esto mismo, la Madre Teresa de Calcuta alcanzó a
hacer tanto por los más pobres de entre los pobres, por la fuerza de sus
convicciones, por la claridad de las mismas, por su incuestionable amor a
Cristo.
Lo que
es, es La virginidad es…, la castidad es…, el matrimonio es…, Dios es…Tú estás
llamada a llevar principios de amor al mundo y a sembrar los valores en el
corazón de tus pequeños, aunque muchas veces te parezca que estás dando algo
que se lo lleva la corriente, por la densidad del superficialismo que invade el
mundo. El éxito, las modas, las casas lujosas, la frivolidad en las
conversaciones, etc. Cuando eso te suceda, cuando dudes, pregúntate siempre:
¿por qué hago esto? ¿Qué sentido tiene para mí el hacerlo o dejar de hacerlo?
¿Qué dice de mí como mujer que permanece atenta? ¿Con quién pretendo quedar
bien? Respóndete, y entonces decide.
Si tú
eres una mujer de principios, razonas a partir de ellos, ponderas e
interiorizas, resuelves en torno a ellos, sacas consecuencias, incluso lo que
haces, todo lo que haces, lo comienzas a partir de tus principios, de tus
propios valores. Eliges esposo a partir de tus principios (por esto es tan
importante no dejarse apasionar, ni deslumbrarse a la primera; si lo haces,
existe el peligro de que a la hora de las decisiones importantes vengan los
conflictos entre valores y olvidándote de ellos te dejes llevar por el
sentimentalismo), inicias un negocio con ellos presente, tienes amigos que
comparten tus convicciones, aunque tu mente es universal; lees de acuerdo con
un criterio recto y eliges qué tipos de programas de televisión verás siendo
guiada por ellos. Lo mismo puede decirse de la ropa que te pones y de la forma
en que decoras tu casa. Todo habla de lo que eres interiormente, lo quieras o
no, pues los principios se manifiestan en todo lo que es exterior y conducta.
CONVICCIONES Y LIBERTAD
Como
mujer de principios, que tiene claridad de ellos, no tienes que resolver
conflictos entre tu libertad y Dios, ya que en todo momento sabes que ésta (la
libertad) es un regalo que se te ha dado para conducirte siempre al bien.
Comprenderás que la libertad se te da para realizar algo: tu vida, tu vocación,
tu trabajo profesional. La libertad es maravillosa, porque es una invitación a
seguir el principio del amor, de los valores universales y naturales,
implícitos en el corazón de cada hombre. La libertad bien utilizada te lleva a
humanizar el mundo, contribuyendo al levantamiento existencial de los hijos de
Dios. Por lo tanto, como mujer de principios, que quiere cristianizar el mundo
con su vida, deberás pensar bien si estás tomando decisiones o actuando de
formas que te lleven siempre a la conquista de este bien y el buen uso de esa
libertad.
Si ya
eres madre, tus hijos deben ser testigos de que vives, lo que crees y enseñas.
El amor
se enseña con paciencia, delicadeza y compasión en la mirada. El amor no grita,
no maltrata, no minimiza. El amor está consciente de la dignidad de la persona
humana que tienes a tu cargo, por eso ser madre es llevar a su fin más alto la
educación de cada niño.
Mujer de principios es la que es y obra de modo racional, coherente; que sabe distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo. Procura hacer el bien y evitar el mal sin excepciones. Sin justificar acciones que quizá sean ventajosas, pero contrarias a los principios verdaderos.
Con lo
anterior quiero decirte que, si buscas ser una mujer de principios, no adoptes
una doble forma de ser o actuar, según le convenga a tus propósitos. Atiende a
tu propia conciencia, ponte la mano al pecho y mira con frecuencia tu conducta,
para descubrir errores, lo que también es descubrir verdades; así alcanzarás
verdades cada vez más radicales.
CONOCIMIENTO PROPIO
Ser una
mujer de principios, es llegar a la raíz de tu mismo ser, en donde encontrarás
los valores de tu existencia, es en esa raíz saturada del amor divino donde
encontrarás a Dios y a ti misma, donde descubrirás que eres su hija.
Encontrarse con Dios siempre implicará una revisión de tus propios principios,
una reforma de tu conducta (es imposible tener una conversión sin cambios
notables) y reencuentro con la verdad de nuestras enseñanzas católicas.
Descubrir a Dios en tu vida y convencerte de que es y está en ella día a día,
en lo ordinario, en la rutina, y no reservado sólo para los domingos o fiestas
especiales, te llevará a tener un pensamiento radical de mujer, firme y tierno,
recio y audaz; equilibrado y maduro.
La
palabra “radical” viene de “raíz”, esos extremos de las plantas desde donde
obtienen las sustancias nutricias indispensables para su desarrollo armónico.
En este sentido, la mujer radical es aquella que va a la raíz de las cosas, de
los sucesos, de su propio ser y de los diversos aconteceres. A la que no le
interesa quedar bien con nadie que no sea la Iglesia, Jesucristo y su palabra. ”El pensamiento radical es pues el pensamiento más
profundo, más serio, más inteligente y también el más gozoso y pleno, porque es
la radical superación de cualquier tipo de nihilismo, de indiferentismo, de
aburrimiento, de pasotismo, de superficialismo, etcétera” (Antonio
Orozco Desclos).
HACIA LA RAÍZ MÁS HONDA
Es cierto
que la mujer que piensa radicalmente —que llega hasta las raíces de las cosas—
puede caer en el vicio del fanatismo, porque al obtener un conocimiento mucho
más objetivo (sin apasionamientos) y verdadero de lo que son las cosas puede
entrarle el orgullo, el afán y la testarudez de imponer su descubrimiento, por
alguna especie de fuerza distinta a la de la misma verdad. Por lo cual, debes
tener paciencia y acudir a la sabiduría, para poder comenzar un proceso de
formación de la conciencia en los otros, sin llegar a imponerte de forma
agresiva, pues los principios y valores no pueden imponerse, es necesario que
se descubran por la inteligencia de cada uno y a través de las vivencias de tus
propias experiencias. Sin duda alguna, la mujer que se atreve a llegar a la
raíz de las cosas descubre con satisfacción al apóstol San Juan cuando,
enseñado por Cristo e inspirado por el Espíritu Santo, escribió: “Dios es
amor”. Aquí está la razón última de todo lo que acontece, incluso la refutación
del pecado, el odio, la envidia, el rencor, las rivalidades y todas las demás
barbaridades, que no proceden del amor, sino de la libertad de muchísimas
mujeres, que se han deformado o han dejado deformar la inteligencia y la
voluntad, virtudes que existen, porque el amor existe. Es, desde luego, un
misterio, pero está ahí: innegable.
PROFUNDIZANDO
El
fanatismo es un error posible en mujeres de principios, pero acabamos de ver
que el error estriba en un pensamiento de insuficiente radicalidad: no se ha
atendido al más radical de los principios: “Dios es
amor”. Porque si me fijo en él, yo, por amor, debo defender ese principio,
como realmente absoluto y como el único realmente absoluto, y pasar enseguida a
las conclusiones más importantes: Dios crea por amor, Dios ama todas sus
criaturas. Si pienso eso, saco la conclusión inevitable de que yo también debo
amarlas. Si yo soy una mujer de principios, si soy coherente con mi principio
radical, yo tendré que invitar a todo el mundo a que descubra el gran primer
principio de todo ser y que ha de serlo de todo obrar. No puedo pasar de largo
sobre esas consecuencias.
Es por
esto importante no hablar por hablar, o tomar decisiones acaloradamente, pues
el principio del amor estará siempre presente y vivo, latente en todo lo que tú
hagas consciente o inconscientemente.
Todo está
relacionado con este principio absoluto. Por tanto, aunque tú estés, como es
lógico, aferrada a tu primer gran principio —Dios es amor—, si ves que otros no
le aman, si ves incluso que muchos le odian, no tienes derecho a odiarles,
juzgarlos o criticarlos porque Dios no los odia, critica y juzga. Dios los ama con
un misterioso e infinito dolor. Por tanto, el radicalismo cristiano no tiene
nada que ver con el fanatismo, a no ser como herejía. (Todo lo anterior
adaptado de Antonio Orozco Desclos.)
AMOR DE MUJER
Para la
mujer cristiana, el Amor con mayúscula es el valor absoluto, incondicional e
intraicionable, el ingrediente activo y principal sobre el cual gira tu vida y
todo lo que haces o dejas de hacer. Todo está en relación con este valor o
participa de la verdad y fuerza de este principio Absoluto. Por eso, ante el
mal, tu corazón de mujer se duele, la compasión está presente activamente, el
perdón se ejerce diariamente si es preciso. Tu ser femenino está más capacitado
para esto.
Si como
mujer te niegas a tener una conducta que viene desde el amor y va hacia el
amor, entonces no podrás ser una mujer de encuentro, pues tenderás al egoísmo,
que genera envidias, divisiones, impide el perdón o la disculpa. Cuando, por
ejemplo, te irritas con tu esposo, y claramente se nota que él es el culpable
en ese momento, puedes ejercitar puntualmente el principio del amor, pues, aun
sabiendo que está equivocado, hay algo interior que te hace ceder, abrir la
puerta a algo más grande y frondoso que lo humano-animal, el amor.
Este
valor se vive desde tu dimensión poética o espiritual, pues sólo se puede
ceder, perdonar y sacrificarse, apelando a la dimensión específica de humano:
el espíritu como ya te lo he explicado anteriormente.
Si te
quedas en lo emocional, en lo psíquico por supuesto, no perdonas, te vuelves
egoísta y, en ti misma, decides no luchar, pues predomina más el orgullo. Si,
por el contrario, te dejas gobernar conscientemente por el principio del amor,
e incluso sabiendo que se te debe una disculpa y te sientes herida, cedes, lo
haces porque decides seguir el encuentro con el otro, porque es tu convicción,
porque es el valor que hay detrás para sostener tu decisión y decidido vivir, a
esto se le llama autotrascendencia, que quiere decir ir más allá como mujer,
esposa y madre. Nadie te lo impone, eres dueña de tu libertad. Es decir, lo
haces porque a ti te da la gana hacerlo. Punto. No existe conflicto alguno
entre autoestima y principio.
LA FALSEDAD DEL ATEÍSMO
Hay
verdad y verdad absoluta. La tuya y la mía es que Cristo vino expresamente para
reivindicar nuestra dignidad perdida por el pecado. Vino para que tú y yo,
metiéndonos en su vida contenida en las Sagradas Escrituras, lleguemos a la
conclusión de que es todo lo que necesitamos saber para vivir una vida centrada
en el amor. Esa verdad te invita a amar, a enseñar, a practicar, a donarte
totalmente, porque esa es la voluntad del Padre y estás convencida de ello.
Jesús te
dejó a Pedro, fundador de la Iglesia, para mantener vivos esos principios, tus
principios, los principios que heredarán tus hijos. El principio del amor a su
Iglesia, a Nuestro Santo Padre, la devoción a la Virgen y la comunión con los
santos. Tu bautismo, amiga, te llama a todo ello y te da ese derecho.
Es
hermoso ser mujer y descubrir esa capacidad innata que tenemos para llevar el
amor, para ser mujeres valientes. El don de la vida humana es eso, un verdadero
regalo. Tú estás llamada a hacerte un enorme regalo para el mundo. Tú tendrás
muchos sueños, pero ten presente siempre que tus sueños han existido mucho
antes en la mente de Aquel que por Amor te creó. La semilla de la bondad, como
diría Edith Stein, filósofa y mártir de nuestra Iglesia, está en tu corazón y
en el mío. Por eso debes luchar por descubrir los valores y así enseñar a los
que vienen el arte de llegar a convertirse en una mujer y hombre de principios.
Tal y como lo hicieron Juana y Catalina, Martha y María, Teresa de Ávila y
Teresita del Niño Jesús. Tal como lo hizo en nuestro hoy la Beata Teresa de
Calcuta. (Este texto ha sido inspirado en el artículo original de Antonio
Orozco Desclos “Hombre de Principios” y
adaptado con el permiso del autor).
SheilaMorataya-Fleishman
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