Los
curas que no «cierran por vacaciones»
[Publicada en el número 989 el
4 de agosto de 2016] Sustituir a un párroco rural, reforzar la presencia de
la Iglesia en zonas turísticas, visitar campamentos juveniles, ayudar en
tierras de misión… Así pasan sus días de descanso miles de sacerdotes.
Félix González es uno de los
miles de madrileños que este año van a veranear en la localidad valenciana de
Gandía. Sin embargo, él no es el típico turista de playa y chiringuito… O no
solo. Porque desde hace varios años este sacerdote, párroco en la iglesia
madrileña de Cristo Sacerdote, aprovecha sus días de descanso para reforzar la
atención pastoral en esa localidad de Valencia, una de las que mayor afluencia
de turismo registra entre los meses de julio y agosto.
VACACIONES:
SÍ, PERO…
Según el canon 533 del Código de
Derecho Canónico, todos los sacerdotes tienen derecho «como máximo» a un mes de
vacaciones al año, con la única «obligación» de asistir a la Misa dominical,
como cualquier otro católico. Sin embargo, al igual que Félix, muchos de los
18.813 sacerdotes que hay en España (según la última Memoria de la CEE) dedican
parte de esos días a desarrollar actividades evangelizadoras allí donde son más
necesarios. «Yo soy sacerdote todo el año –explica
Félix–, y aunque estos días no tengo obligación ni
siquiera de celebrar la Misa, sigo haciéndolo porque en la Eucaristía está
Jesucristo vivo de verdad, y para mí es muy importante mantener el contacto con
Él. Si puedo acercarme a la parroquia del lugar donde estoy de vacaciones,
celebrar la Misa y echar una mano con las confesiones, justo ahora que hay más
gente, ¿cómo no lo voy a hacer».
MÁS
GENTE, MÁS ANUNCIO
Este, el de la afluencia de
turistas a ciertas zonas, es uno de los motivos que lleva a muchos sacerdotes a
«no cerrar por vacaciones» para anunciar el
amor de Dios a los que terminan el curso «cansados
y agobiados»: «En verano –asegura el párroco de Cristo Sacerdote– hay mucha gente que viene a horas un poco infrecuentes,
porque han estado todo el día en la playa y entran porque ven la iglesia
abierta, aunque sea tarde. Hay personas que van a Misa después de tiempo sin
ir, porque al estar más tranquilos vuelven a dejarle hueco a Dios. Pero lo que
más se nota son las confesiones: cada año me encuentro gente que busca la
confesión porque al alejarse del estrés y de las prisas, se dan cuenta de que
necesitan una reforma más profunda». Y gracias a que un cura pasa sus
vacaciones en un confesionario, «pueden reconciliarse con Cristo».
Con la ayuda extra de los tres
sacerdotes de fuera que, como Félix, compaginan en las tres parroquias de
Gandía «darte un baño en la playa por la mañana y
por la tarde ir a la iglesia», hay personas que «viven
casi por única vez en el año un encuentro con la misericordia de Jesús, y a los
que les aconsejamos que retomen o inicien su vida de oración».
GALICIA,
CHILE, LOURDES…
No muy lejos de Gandía estará
este verano José Antonio Medina, sacerdote de la diócesis de Getafe y párroco
de Nuestra Señora de la Saleta, en Alcorcón. Y decimos este verano porque en
sus 25 años de sacerdote, José Antonio ha dedicado sus vacaciones a recorrer el
mundo: «Lo nuestro –explica– no es una profesión, sino una vocación, y para mí “un día
sin Misa celebrada es un día sin sabor de eternidad”. Así que mis vacaciones
han sido siempre unos días para la familia, y luego, irme a predicar un retiro
espiritual o una novena patronal en algún pueblo, para que esos párrocos puedan
irse de vacaciones; realizar actividades solidarias, como cuando un terremoto
asoló Chile en 2010; o irme de confesor, por ejemplo, a Lourdes, en Francia».
Medina sabe que los sacerdotes
también necesitan descansar del ajetreo de la parroquia para no acabar
quemados, y por eso «este verano, junto a un
párroco vecino y buen amigo, iremos a suplir a un párroco que tiene su
parroquia junto al mar, para que él pueda irse de vacaciones, pero de forma
que, mientras asumimos las obligaciones sacramentales de esos días, podamos a
la vez descansar y darnos un reparador chapuzón».
EL
OBISPO, UN CURA MÁS
También muchos obispos cuelgan el
cartel de «abierto por vacaciones», incluso sin salir de la diócesis. Es el
caso del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, que habla con Alfa y Omega cuando
el termómetro marca los 42 grados: «Como
comprenderás, lo normal es que con este calor la gente huya a la playa. Pero yo
me quedo en Córdoba porque es cuando más tranquilo estoy. Sin las prisas de la
agenda, aprovecho para leer o escribir, y sobre todo para estar más tiempo
confesando en la catedral, visitar con calma a familias o enfermos, acercarme a
alguna colonia de jóvenes y quedarme al fuego de campamento, ir a cenar a casa
de algún cura y que me cuente cómo está, ir sin prisas a ver a unas monjas, o
sustituir a alguno de esos sacerdotes que tienen cinco o seis Misas cada día,
porque si yo puedo celebrar por él dos o tres, y otro cura otras dos o tres, él
se puede ir de vacaciones unos días».
Al final, como concluye monseñor
Fernández, «de lo que se trata estos días es de
poder hacer, con un ritmo más relajado, la tarea de todo el año: estar cerca
del Señor para ayudar a los demás a acercarse a Jesucristo».
José Antonio
Medina
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